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"El Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen." Santa Teresa de Ávila
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viernes, 29 de mayo de 2015

El amor que no se da, se pudre



Una niña sufría por las riñas y conflictos diarios de sus padres. Un día acompañó a su madre al cementerio y quedó sorprendida.
“Mamá, le dijo, todas las tumbas está llenas de flores, y en todas se lee lo mismo: ‘A mi querido esposo’, ‘A mis queridos padres’... ¿Es que tenemos que morir para empezar a amarnos?”.

El amor hay que demostrarlo en la vida, no esperar a que la muerte arrebate todas las oportunidades. Amar lleva consigo entregarse, dar la vida. El amor que no se da, se pudre. Amar no es dar cosas, es entregarse uno mismo. El que ama no debe poner los pies en la luna y los ojos en las estrellas, sino mirar bien abajo y pisar con firmeza la realidad diaria.

Muchos se sienten emocionados al escuchar una bonita historia de amor. Se confunde con demasiada frecuencia el amor con el sentimiento.
“A lo largo del camino que lleva al amor, muchos se detienen seducidos por los espejismos del amor: Si te emocionas hasta las lágrimas ante un sufrimiento, si sientes palpitar fuertemente tu corazón ante tal o cual persona, no es amor, sino sensibilidad.

Si te dejas prender en su poder apacible o en su encanto;
si, seducido, te abandonas, no es amor, sino una rendición.
Si, turbado, te extasías ante su belleza y la contemplas para gozar de ella; si su espíritu te parece distinguido y buscas el placer de su conversación, no es amor, sino admiración.

Si quieres a toda costa conseguir una mirada, una caricia, un beso; si estás dispuesto a todo por tenerla entre tus brazos y poseer su cuerpo, no es amor, es un deseo violento nacido de tu sensualidad. Amar no es sentir emoción por otro, sentir afecto sensible por otro, abandonarse a otro, admirar a otro, desear a otro, querer poseer a otro y a los otros”. (Michel Quoist)

No se puede jugar con el amor, ni se puede confundir con un momento de deseo o de pasión.
Sólo el amor maduro va más allá de los arrebatos, no teniendo nada que ocultar y respondiendo a todos los interrogantes.
“No envenenes mi amor; amar es otra cosa...
No profanes la rosa si no sabes de olor...
Otra cosa es amor, mucho, mucho mejor...
No deshojes la flor si te amas a ti misma…
Amor, que es egoísmo, no puede ser amor...
Otra cosa es el amor...
Claridad, ilusión, risa, confianza en ti; ver que tu corazón es sólo para mí...
Saber que el sol, las flores, la vida es de los dos y que nuestros amores se confunden con Dios”. (Santiago Martínez)

El amor pone vida en todo.

Para el que ama, todo sabe a vida.

Padre Eusebio Gómez Navarro OCD



domingo, 17 de mayo de 2015

Apellidos

En muchos pueblos y culturas los apellidos recogen una historia familiar. Sirven para saber quiénes fueron nuestros padres, abuelos, bisabuelos, y una larga lista de antepasados. Nos sitúan dentro de un camino de generaciones humanas.

        En el pasado de cada uno hay hombres y mujeres ilustres o desconocidos, ejemplares o delincuentes, santos o pecadores. La lista es inmodificable: nadie puede destruir lo que ha sido su historia. Sin aquel eslabón, hermoso u oscuro, no sería posible caminar hoy entre los vivos.

        Por eso el apellido encierra un significado rico y misterioso. A través del mismo evocamos un pasado en el que se conjugan aspectos sorprendentes, también aquellos que pueden desconcertarnos. Quisiéramos que todo hubiera sido brillante y hermoso, pero las manchas oscuras dejan una extraña sensación de pena. ¿No pudimos haber tenido una historia diferente y más hermosa?

        Cada apellido encierra, por lo tanto, un misterio. Hombres y mujeres amaron y odiaron, brillaron por sus virtudes o fueron tristemente famosos por sus defectos. En la lista de generaciones, un día se produjo el nacimiento de cada uno de nosotros.

        Por eso al acoger un apellido asumimos una historia. No somos culpables de la misma, si hay, y casi siempre los habrá, antepasados llenos de miserias. Ni somos merecedores de sus cualidades, si hay, y casi siempre los habrá, antepasados que brillaron por sus virtudes.

        De ahí nace un sano respeto por el propio apellido y por el apellido de otros. Porque una persona concreta no es ni mala ni buena por los apellidos que tenga, ni merece ser aplaudida o ridiculizada por la belleza o la extrañeza de esas palabras que la conectan con su pasado.


        Todo apellido merece, por lo mismo, nuestro respeto. En la larga cadena de las generaciones humanas, nos permite entrever ese misterio insondable de la libertad. Con ella algunos han llegado a cometer delitos inconfesables, mientras que otros han escrito páginas muy hermosas de la historia humana. ¿Qué página podemos escribir los hombres y mujeres de nuestra generación? 
Fernando Pascual, L.C.

viernes, 15 de mayo de 2015

Todas las profesiones del mundo resumidas en una sola: ¡Mamá!


Siempre las mismas palabras, siempre las mismas cartas cliché, siempre decimos lo mismo de ti, mamá.

Pero estoy segura de que hay algo que no hemos dicho, porque en ti hay grandeza, una grandeza que no se agota en uno o en mil días de la madre.
Hoy eres la misma que ayer, eres la misma que hace dos o 10 siglos; porque cuando miras en tu interior y te das cuenta de que llevas una nueva vida, es entonces cuando tú, mujer querida, te transformas en la nueva arca de la alianza.

Te conviertes en alumna, porque con nuestras preguntas, somos nosotros, tus hijos, quienes te enseñamos lo más sencillo y lo más profundo, aquello que habías olvidado por su pequeñez, pero que constituye la grandeza de la vida.
Te conviertes también, madre querida, en profeta y en vidente. ¡Qué no darías tú por evitarnos descalabros! Y así, te esfuerzas en adivinar el futuro: Te vas a caer y te vas a pegar con esa mesa, para un segundo después abrazarnos y decir dulcemente, sin reproche: ¡te lo dije!, ¡ya lo sabía yo!, mientras enjugas nuestras lágrimas.

Te transformas mágicamente en doctora, enfermera y paciente, todo a la vez. Curas corazones rotos, limpias rodillas heridas y tienes una paciencia, mamita linda, que ni Santa Teresa hubiera soñado un segundo antes de decir aquello de la paciencia todo lo alcanza.

Con sólo quererlo, puedes ser payaso, cantante, y literata. Si el niño llora, ¡hay que hacerlo reír a como dé lugar! Te paras de manos, le haces caras, pones los ojos bizcos, haces trompetillas, y cuando el pequeño esboza una sonrisa, te sientes la mujer más dichosa, porque te sonrió a ti, porque esa sonrisa vale más que un diamante.

Aunque tengas la peor voz del mundo, mamita querida, entonas toda suerte de melodías para tranquilizarme y divertirme. Has practicado tanto que de seguro ganarías en American Idol o tal vez no, pero ganas la batalla del llanto y de la impaciencia, de vez en vez.

También eres literata. Mamita, cuéntame un cuento, y por ¡sólo Dios sabe cuantas veces más!, alimentas el alma y la imaginación de tu pequeño con esos cuentos que sólo tú sabes contar, porque nadie más que tú los conoce, pero que son tan ricos en enseñanzas y en virtudes.

Te conviertes en abogada, diplomática y sindicalista. Intercedes por el pequeño travieso para que papá no se vaya a enojar mucho por la más reciente diablura; eres tú la que negocia entre los hermanitos en pleito, con sabiduría y justicia salomónicas y también sabes entrar en huelga cuando los chiquillos no recogen sus juguetes: frunces el ceño y no te mueves hasta que todo está guardado y en su lugar.

Tienes un raro don para transformarte en ingeniero y arquitecto. ¡Cuántas veces terminas montando tú los juguetes que los abuelos le regalaron a tus hijos! ¡Cuántas veces llega llorando el pequeño para acusar a su hermano: mamá, mamá, mi hermano destruyó mi puente, y tú corres a remodelar la destruida vialidad!

Eres una chef de lo mejor. Esas zucaritas con leche que todas las mañanas tienes preparadas, son una delicia gastronómica; y ni hablar del lunch para la escuela: ¡es tan rico que todos los niños quieren probarlo! ¿Me das?.

Eres una excelente astronauta. Cuando te acercas a ver dormir a tu pequeño, te sientes como en la luna, tanta ternura te causa pero sobre todo, ¡cuánta satisfacción!: mi hijo hermoso, ¡mío!... ¡y por fin un momento de silencio!.
Mamita, eres la mejor publicista y mercadóloga que he conocido en toda mi vida. Eres experta en lograr que nos decidamos por el juguete más barato, a pesar de que nosotros, tus hijos, queramos uno más sofisticado. Nos vendes la idea de una manera magistral, y terminamos pidiendo siempre lo que tú nos sugieres.

Mira hijito, ese juguete se te va a romper rapidísimo. Es chafa y está muy feo, ¡qué horror! En cambio mira este qué mono, ¡hasta tiene musiquita! No, no, no y mira, ¡se mueve! Definitivamente, éste es el que te conviene.
Eres la mejor chófer que un exigente cliente pueda solicitar. Llevas a tus hijos a la escuela, y aunque salgan de casa con retraso, o haya mucho tráfico, nunca, pero nunca, llegan tarde a clase.

Incluso llegas a ser mística, mamaíta adorada. Cuando ya no puedes hacer nada, siempre te queda el último recurso: rezar. Tienes tu rosario desgastado de tantas veces que lo has usado para pedir por mí por tu hija ¡y de cuántas me has librado con tu oración!

Por eso hoy no quiero agradecerte, quiero bendecirte a ti, mamá soltera, porque fuiste increíblemente valiente al decidirte a tenerme aunque papá no quiso casarse contigo y te sugirió abortar; porque me sacaste adelante cuando papá murió, y me diste todo el cariño de madre y padre.
Te bendigo, madre, porque aunque papá era malo y te pegaba, tú siempre me protegiste a mí, y nunca te desquitaste conmigo; porque a pesar de que aún eras una niña, decidiste convertirte en mujer para darme la oportunidad de, algún día, tener el privilegio de ser madre, como tú.
Quiero bendecirte también, querida mamá soltera, porque aunque te violaron y tus familiares te decían que tenías el derecho de no tenerme, me amaste tanto que decidiste darme la vida y ser mi compañera, mi amiga, mi confidente, mi ejemplo, mi mamá.

Te bendigo, mamaíta buena, porque has dedicado tu vida entera a cuidarme, a tu hijito que está enfermito. Y aunque no puedo decírtelo, estoy seguro de que tú sabes que has llenado mi corazón de felicidad y de amor. ¡Qué haría sin ti, mamá!

Y tú, abuelita querida, tú que cuando murió mi mamita, o cuando me abandonó o me descuidó, me cuidaste y me criaste como a un hijo más a pesar de que estabas cansada y creías ya no tener fuerzas para lidiar con un adolescente rebelde ¡tú eres doblemente madre, y también a ti te bendigo!
O simplemente cuando me diste tu amor y tu consejo, además del que ya me daba mi madre, abuelita, cuando me contabas todos los cuentos que les habías contado a tus hijos y me hacías comprender por qué mi mamita es como es, ¡tan parecida a ti!

Te bendigo, madre de mi alma, porque aunque no soy carne de tu carne y sangre de tu sangre, me diste la oportunidad de llamarte mamá, me diste una familia, me diste amor, me diste la vida de mi alma, tú, mamá adoptiva... No importa que te digan así; para mí, eres la mejor mamá del mundo.
También te bendigo a ti, mamá, porque aunque decidiste no quedarte conmigo y darme en adopción, me diste la vida, una oportunidad para ser alguien, una oportunidad para, algún día, decirte: mamá


Nunca fue tan bella la palabra mujer como cuando se hizo madre.


http://webcatolicodejavier.org/madre.html

jueves, 14 de mayo de 2015

Día de la Independencia

Asunción se vistió de los colores de la bandera de Paraguay con motivo del Día de la Independencia, fraguada en la madrugada del 14 de mayo de 1811 y caracterizada por ser una sublevación "sin derramamiento de sangre".









martes, 12 de mayo de 2015

12 Consejos para organizar el clóset


Si eres una de esas personas que les cuesta mantener el orden en el guardarropa, entonces necesitas los consejos de la japonesa Marie Kondo, asesora del orden y creadora del método KonMari, el cual promete tener la casa, la habitación, o el espacio de trabajo, ordenado para siempre.

¿Para siempre?

Según Kondo, el éxito de su método es que luego de su asesoría ningún cliente vuelve a ser desordenado y nunca le piden una asesoría de nuevo. En un mundo de negocios podría verse mal, pero para ella que un cliente nunca regrese la ha llevado a ser tan popular hoy en día.

Su más reciente libro The Life-Changing Magic of Tidying Up, (El mágico cambio de vida de poner todo en orden), es desde hace varios meses el título del libro más vendido en la categoría de asesoría y miscelánea, según un listado de NY Times.

Su método se basa en una teoría oriental: al poner la casa y el espacio en orden se afecta de una manera positiva aspectos de la vida como el trabajo y la familia. Entonces ¿en qué radica su diferencia y su éxito? En que ha creado un sistema sencillo de entender, fácil de aplicar, simple de ejecutar y con buenos resultados.

Algunos de sus consejos para organizar el armario

1. El día que se elige para ordenar debe ser un evento especial, no una faena diaria.

2. Toda la ropa debe ser apilada en un punto concreto, una cosa encima de la otra, se debe dejar el clóset vacío.

3. Con todo acumulado en un mismo espacio lo primero es pensar, de manera profunda, qué quiere ganar viviendo en un espacio ordenado, cuál es el estilo de vida que quiere y cómo le gustaría vivir en un ambiente ordenado.

4. Lo primero es descartar, salir de lo que no se usa. Antes de meter algo en el armario para ordenarlo debe tomar prenda por prenda y seleccionar qué se queda y qué se va, puede utilizar bolsas de ropa para sacar lo que ya no va a usar y dejar lo que se queda a un lado.

5. Ese criterio de selección debe ser serio y a conciencia, no solo desechar lo que está roto o en mal estado, que sería lo obvio en un plan así, sino usar el “spark joy”, (chispa de alegría): “Agarre prenda por prenda y pregúntese a sí mismo si eso que tiene en la mano le da alegría, le genera buena energía. Si es así, consérvelo, si no salga de eso. (...) si tiene ropa que compró pero nunca ha usado pregúntese ¿por qué no la he usado?, ¿se dio cuenta de que no le quedaba como pensaba?, es un ejemplo simple para darse cuenta de que esa prenda cumplió un rol y es hora de dejarla ir”, dice Kondo.

6. No caiga en la trampa de guardar esa ropa que solo usa “en casa”, si no la usa sino en casa, piense si vale la pena conservarla o no.

7. Después de que esté escogido lo que vaya de nuevo al clóset empiece por organizar lo que se va a colgar y lo que se va a doblar y en este orden: camisetas, camisas, sacos, chaquetas, pantalones, faldas, medias, ropa interior, bolsos, ropa para eventos específicos (trajes de baño, uniformes, etc), zapatos.

8. La regla básica al colgar es que lo pesado esté a la izquierda y lo liviano a la derecha, entonces los abrigos y chaquetas deben ir a la izquierda y seguir hacia la derecha con los vestidos, pantalones, faldas y blusas.

9. Hay quienes se rehúsan a doblar la ropa. Según Marie Kondo doblar algunas prendas puede resolver el problema del poco espacio en los armarios. Doblar las camisetas es más sencillo de lo que parece, la idea es hacer un rectángulo. Lo que va doblado debe ir parado y no una cosa encima de la otra ya que usualmente al guardar la ropa así siempre se usa lo que se está encima y no lo que está abajo.

10. Doblar las medias: la clave según Marie Kondo es no hacerles un nudo ni guardarlas en bolita, como se hace en la mayoría de los hogares, si no doblarlas de manera que queden paradas para así apilarlas una al lado de la otra.

11. La mejor manera de guardar los bolsos es meter uno dentro del otro pero la clave está en poner dos tipos de bolso juntos, pueden ser del mismo material o de la misma forma y no meter más de dos bolsos en otro.

12. Desempaque y quite las etiquetas de la ropa nueva cada vez que vaya a guardarla. No guarde ropa con etiquetas.

En redes sociales, quienes han aplicado el método KonMari comparten con la etiqueta #KonMariMethod, sus logros.


Tomado de El Colombiano

http://lafamilia.info/index.php/hogar/hogar-y-familia/152-hogar/hogar-y-familia/1864-12-consejos-para-organizar-el-closet

lunes, 11 de mayo de 2015

Claves para educar a los hijos frente a la adversidad


Educacion de los hijos

Como padres quisiéramos tener a nuestros hijos dentro de una burbuja para que nada les pasara nada y que su vida fuera tan maravillosa como un cuento de hadas. Pero lo cierto es que todo esto es fantasía. La vida tiene subidas y bajadas, la adversidad es algo natural con lo que los hijos deberán luchar y para ello los debemos educar; de lo contrario se estrellarán ante la primera dificultad y las consecuencias serán nefastas.

Hace poco, el diario ABC de España, publicaba las conclusiones de las jornadas académicas de Fepace (Federación de Asociaciones de Padres de Alumnos de Fomento de Centros de Enseñanza) donde se destacó que las familias «no educan a sus hijos frente a la adversidad». Una de las principales razones es que los padres prefieren darle todo a sus hijos para que tengan bienestar y una vida cómoda, antes de inculcarles el esfuerzo y hacerles «sufrir» para conseguir un objetivo, puesto que, de hacerlo, los progenitores piensan que sus pequeños dejarán de quererles.

«Nada más lejos de la realidad —asegura Fernando Sarráis, doctor en Medicina por la Universidad de Navarra, especialista en Psiquiatría y ponente en las jornadas de Fepace—. Todo lo que vale, cuesta. Conseguir aquello que conlleva un esfuerzo supone una gran satisfacción personal (estudiar y obtener un máster; entrenar y lograr una medalla...). Si no enseñamos a los niños a esforzarse en la infancia, de mayores serán adultos insatisfechos e inseguros porque tendrán miedo de enfrentarse a cualquier situación que les suponga el más mínimo esfuerzo».

Claves a seguir

En esta línea, Fernando Sarráis explica que hay una serie de pautas para educar mejor a los hijos:

«El que algo quiere algo le cuesta». La buena educación ha de costar a formador y formado. No se debe tener miedo a hacer sufrir al educar, pues el cariño impide que se convierta en un trauma psicológico.

El mejor educador es el ejemplo. Se debe realizar la acción que se pretende que aprendan los hijos delante de ellos. No es suficiente un exceso de repetición oral para que lo asimilen.

Enseñar en libertad. En la educación de una personalidad madura es esencial enseñar a ser libre, con la responsabilidad que supone recibir un premio o castigo como consecuencia de la propia conducta libre.

Aprender a poner buena cara al mal tiempo. Uno de los capítulos más difíciles de aprender del libro de la vida es "sufrir con alegría". Sin este aprendizaje las personas suelen vivir, comportarse y pensar para "evitar" el miedo a cualquier sufrimiento. Esto impide que las personas aspiren a grandes objetivos en la vida.

Voluntad y constancia. Es necesario plantear modelos atractivos de modos de ser, pues si una persona quiere ser de una manera, tendrá la fuerza y constancia para poner los medios necesarios para lograrlo: querer es poder.

«O vives como piensas o acabas pensando como vives». La conducta tiene una fuerza educativa o transformadora muy poderosa. Una manera de lograrlo es que el educador y el educando lo hagan juntos.

Educar más con la cabeza que con el corazón. Enseñar es una tarea más de la razón que de la afectividad.

La unión hace la fuerza. El padre y la madre deben llegar a un acuerdo a la hora de educar, establecer límites y no desautorizarse entre sí, sino comunicarse para evitar las diferencias educativas en los temas capitales.

No tirar la toalla cuando parece que no se consiguen los objetivos educativos deseados, ya aparecerán más adelante. No hay que cansarse de dar buen ejemplo.

Exigir con amor. Los hijos no se trauman tanto por la excesiva exigencia si se sienten queridos.



Con información de ABC.es
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