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"El Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen." Santa Teresa de Ávila
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lunes, 28 de septiembre de 2015

Grupos de padres en WhatsApp: ¿conflicto familia-escuela?


Los antiguos grupos o “corrillos” de padres de una clase escolar, ahora son vía WhatsApp. Se usan para hacer preguntas sobre los deberes de los hijos, para pedir ayuda con el transporte o para organizar una reunión de los chicos, pero también se pueden usar para criticar a los profesores, para chismosear o para presionar a la institución, situación que afecta la relación familia-escuela.

WhatsApp es dinámica, práctica y rápida. Este sistema de mensajería instantánea, que se ha convertido en una herramienta de trabajo para muchos, es la elegida para reunir familiares y amigos, y es también la preferida de los padres de familia en el ámbito escolar. Los mismos progenitores crean un grupo para estar conectados entre sí y estar al tanto de lo que ocurre en la clase de sus hijos. Sin embargo, aunque estos grupos pueden resultar muy útiles para resolver algunos asuntos, no siempre es la vía adecuada. Es importante saberla utilizar.

Líos en los grupos de padres

Se ha evidenciado que a través de estos grupos, las críticas sobre la escuela pueden magnificarse  y crear malos entendidos, sin pensar que los más perjudicados suelen ser los estudiantes.

Miquel Miquel Àngel Prats, director del programa de Educación Infantil de la Universidad Blanquerna, investigador en TIC y educación, y asesor de escuelas en el buen uso de la tecnología, relata que este año ha recibido la llamada de muchos centros para poner orden en los grupos de WhatsApp.

«La herramienta resulta muy útil para gestionar la relación con la escuela, compartir información de forma rápida y resolver dudas. Pero si no se tienen muy claros los objetivos, degeneran en un "patio de vecinos". O causan tanto ruido que pierden parte de su función informativa. Los padres también necesitan formación tecnológica, unas pautas claras sobre cómo usar los grupos de WhatsApp y sacarles buen partido», afirma Prats en un artículo de LaVanguardia.com.

El experto suele explicar a los padres las reglas de la netiqueta, "la buena educación tecnológica" y les recuerda: «Hay que ser consciente de algo: el grupo de WhatsApp de padres no es un grupo de amigos, así que debería ceñirse a asuntos de gestión escolar; si surge un problema con un maestro o un alumno, lo mejor es acudir directamente a la escuela y hablar en persona, no explicarlo todo en el móvil», señala este investigador. En general, los videos o imágenes graciosas deberían evitarse. También los juicios de valor "en caliente", las opiniones políticas y creencias personales. 

9 Consejos para un buen uso del grupo de Whatsapp de padres y madres de la clase

«Nos quejamos del mal uso que hacen nuestros hijos del whatsapp: que si cotillean, si juzgan e inventan cosas, si critican… pero ¿cómo utilizamos nosotros este instrumento, en concreto el whatsapp de la clase de nuestros hijos?» cuestiona Óscar González, profesor, escritor, asesor educativo y conferenciante. Otro experto que revela dicha problemática y para ello brinda nueve consejos que buscan utilizar esta herramienta de manera correcta.

1. Utiliza el grupo de Whatsapp de la clase para intercambiar información útil sobre tu hijo y el grupo-clase. Si no tienes nada positivo, útil e interesante que aportar mejor no escribas nada.

2. Respeta a los demás y su intimidad: una vez se comparte un contenido ya no hay marcha atrás.

3. No escribas lo que no dirías a la cara. Piénsatelo dos veces antes de enviarlo.

4. No te conviertas en la agenda de tu hijo: deja que aprenda a asumir sus propias responsabilidades.

5. Ante el mal uso de alguno de los miembros del grupo no dejes pasar la ocasión de mostrar tu disconformidad y hacerle ver que no es la manera correcta de proceder.

6. Evita comentar los rumores que se compartan en el grupo e intenta erradicarlos. El rumor es una construcción grupal: todos los que participan o comentan el rumor son sus constructores pues cada uno de ellos aporta algo al mismo.

7. Si tus intentos de eliminar estas actitudes del grupo son fallidos, siempre tienes la opción de abandonar el grupo y dejar de formar parte del mismo. Aunque algunos no lo entenderán a veces es la mejor opción.

8. No compartasen el grupo contenidos que atenten contra la privacidad de nadie ni sea ofensivo hacia otros (padres, profesores, etc.)

9. Si tienes algún problema que resolver con el profesor, no lo hagas a través del grupo: ve directamente al centro a hablar con él cara a cara. De esta forma le darás la opción de poder ofrecerte sus argumentos sobre lo sucedido.


La recomendación, es por tanto, hacer un buen uso de la herramienta y convertirla en una oportunidad para promover un acercamiento entre las familias y de ellas con la escuela, finalmente los únicos beneficiados o perjudicados son los hijos, así que por el bien de ellos, se debe buscar una verdadera alianza que educativa.


martes, 8 de septiembre de 2015

Una hija le pregunta a su madre cómo cambia la vida tras el embarazo. La respuesta es perfecta


El hecho de convertirnos en padres es una de las mayores decisiones que tomaremos a lo largo de nuestra vida. Por supuesto, se trata de una experiencia única y enriquecedora pero, ¿somos plenamente conscientes de todo lo que ello implica?. Estoy convencido de únicamente las madres y padres que estéis leyendo esto entenderéis a lo que me refiero.

La historia que os mostraremos hoy precisamente aborda este tema, sobre si las parejas que quieren convertirse en padres están al tanto de hasta qué punto podría cambiarles la vida y de todas las cosas que calla una madre desde el día que nacen sus hijos. Dice así:

Estábamos sentados para comer un día, cuando mi hija menciona que ella y su marido están pensando en formar una familia.

– “Estamos haciendo una encuesta”, dice medio en broma. “¿Crees que deberíamos tener un bebé?”

– “Vuestra vida va a cambiar”, digo cuidadosamente y manteniendo mi neutralidad.

– “Lo sé”, me contesta. “Se acabaron las fiestas nocturnas los fines de semana, las vacaciones espontáneas…”

Pero no me refería a eso en absoluto. Miré a mi hija tratando de decidir qué decirle. Me gustaría que supiese lo que no va a aprender en las clases de preparación al parto.

Me gustaría decirle que las heridas físicas tras el parto se curan, pero convertirse en madre conlleva una serie de heridas emocionales a la que siempre será vulnerable.

Pienso en decirle que nunca volverá a leer el periódico sin preguntarse después ¿qué hubiera pasado si ese hubiera sido mi hijo?. Que cada accidente de avión, cada incendio serán su obsesión. Que cuando vea las fotos de niños hambrientos, ella siempre se preguntará si podría haber algo peor que ver a su hijo morir.

Miro sus uñas cuidadosamente pintadas y su elegante traje. Después pienso que no importa lo sofisticada que sea, ya que cuando se convierta en madre adquirirá el nivel primitivo de una osa que vela por su cachorro. Que una llamada urgente de “¡mama!” hará que deje caer la tarta que esté preparando o su figura de cristal favorita sin vacilar ni un instante.

Siento que debo advertirle, pues no importan todos los años que haya invertido en su carrera profesional, pues verá las cosas de otro modo con la maternidad. Podría dejar todo listo para que alguien se encargue del pequeño mientras acude a una reunión de negocios, pero seguirá pensando en el olor de su bebé. Tendrá que hacer gala de una disciplina de hierro para no acudir a casa, solo para ver que su bebé se encuentra bien.

Quiero que mi hija sepa que tomar decisiones ya no será una cuestión de rutina. Que el deseo de un niño de 5 años de entrar al baño masculino para hacer sus necesidades se convertirá en un gran dilema. Que justo allí, en mitad de la gente con bandejas y niños gritando a pleno pulmón, los temas de la independencia y la identidad de género serán sopesados contra la perspectiva de que un abusador esté acechando en ese baño.

En cuanto a mi atractiva hija, quiero asegurarle que en un futuro conseguirá perder los kilos del embarazo, pero que nunca se sentirá igual consigo misma. Que su vida, ahora tan importante, tendrá menos valor después de tener un hijo. Empezará a desear vivir más años, no para cumplir sus propios sueños, sino para ver a sus hijos lograr los suyos. Quiero que sepa que las estrías o una cicatriz de cesárea se convertirán en insignias de honor.

La relación de mi hija con su marido cambiará, pero no de la manera que piensa. Deseo que pudiera entender cuánto se puede llegar a querer a un hombre que cambia los pañales del bebé o que nunca le asaltan las dudas para jugar con sus hijos. Creo que debería saber que seguirá enamorándose de él por razones que ahora encontraría muy poco románticas.

Me gustaría que mi hija se diese cuenta de lo ligada que se sentirá a aquellas mujeres históricas que trataron de detener la guerra, los prejuicios y de conducir borrachos.

Quiero describirle la euforia que se siente cuando ves a tu hijo aprendiendo a andar o a montar en bicicleta. Me gustaría capturar para ella las carcajadas de un bebé que toca la suave piel de un gato o un perro por primera vez. Quiero que saboree esa dicha tan real, que duele.

La mirada interrogativa de mi hija me hace darme cuenta de que las lágrimas se han empezado a acumular en mis ojos. “Nunca lo lamentarás”, digo finalmente. Entonces alargué mi brazo a través de la mesa y apreté la mano de mi hija.



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