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"El Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen." Santa Teresa de Ávila
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jueves, 30 de enero de 2014

A medida que envejezco


Mi percepción a medida que envejezco es que no hay años malos. Hay años de fuertes aprendizajes y otros que son como un recreo, pero malos no son.
 
Creo firmemente que la forma en que se debería evaluar un año tendría más que ver con cuánto fuimos capaces de amar, de perdonar, de reír, de aprender cosas nuevas, de haber desafiado nuestros egos y nuestros apegos.
 
Por eso, no debiéramos tenerle miedo al sufrimiento ni al tan temido fracaso, porque ambos son sólo instancias de aprendizaje.
 
Nos cuesta mucho entender que la vida y el cómo vivirla depende de nosotros, el cómo enganchamos con las cosas que no queremos, depende sólo del cultivo de la voluntad.
 
Si no me gusta la vida que tengo, deberé desarrollar las estrategias para cambiarla, pero está en mi voluntad el poder hacerlo.
 
"Ser feliz es una decisión"no nos olvidemos de eso.
 
Con estos criterios me preguntaba qué tenía que hacer yo para poder construir un buen año porque todos estamos en el camino de aprender todos los días a ser mejores y de entender que a esta vida vinimos a tres cosas:

- a aprender a amar
- a dejar huella
- a ser felices.

martes, 28 de enero de 2014

Los ojos de una niña



Aquel sacerdote había quedado con una herida profunda en el corazón. Deseaba hablar, gritar, moverse, buscar mil maneras para cambiar las conciencias... Al final, tomó un pedazo de papel y escribió, con pulso ágil, lo que desbordaba en su interior, como un chaparrón de ideas que quizá algún día podrían ser de ayuda para alguien.

      
  “No puedo resignarme. Es una niña normal, como todas. Con el deseo de ser buena, de estudiar, de jugar, de amar. Pero sus padres se han separado. Todas las seguridades de esa niña, desde entonces, se tambalean. Ama a los dos, a su padre y a su madre. Por eso no entiende que se hayan peleado, por eso no sabe qué hacer con el “novio” que ahora tiene mamá, o con la amiga que vive con papá...

        Tendría que explicarle que los mayores hacemos promesas, pero que muchas veces no las cumplimos. Que hay personas que se casan y son inmaduras. O que al inicio se aman de verdad, pero luego se cansan el uno del otro. No sé si comprenderá. Ella vivía feliz, con sus siete años: lo tenía en sus padres. Ahora, en cambio, están separados. Un gran dolor se ha abierto en todos: en él, en ella, en la hija...

        También en mí. Como sacerdote, como quien trabaja con niños, no puedo sentirme indiferente. Sí, lo sé: es imposible que vivan juntos esposos que no se aman, o incluso que se odian. Es cierto que muchos rompen el matrimonio por motivos muy justificados, o por un simple capricho.

        Pero, ¿y los hijos? Ellos lo ven todo desde otra perspectiva, pero sus sentimientos ahora parece que quedan en segundo plano. Antes está la realización de los mayores, su libertad, sus “derechos”, su orgullo herido o su inmadurez profunda (a veces sólo de uno de los dos, pues hay esposos que siguen fieles al amor, que son víctimas inocentes, a pesar de la traición de la otra parte).

        ¿Pedir a los padres que se reconcilien? Sería lo mejor para la niña (¿también para ellos?), pero no sé si me harán caso. Tal vez él o ella me dirán que los sacerdotes tenemos la culpa de no haberles preparado bien al matrimonio. No lo sé, pues hay sacerdotes que lo hacen muy bien. Pero incluso con una buena ayuda, los esposos siguen siendo libres, con las puertas abiertas a la fuga en cualquier momento, y muchos, por desgracia, escapan de su hogar...

        Tengo en el corazón los ojos de esa niña. Simplemente quiere que le diga qué hacer, cómo vivir lo que está pasando en su casa. Quizá le responda que sus papás son buenos, que la quieren mucho, pero... Pero no sé si esto le servirá, si daré paz a su corazón herido, si volverá a pensar que la vida es bella y que el amor es lo más hermoso que nace del corazón de los grandes...

        Rezaré por esa niña y por sus padres. Rezaré para que los novios se casen bien, para que los esposos sean fieles a su amor. Para que los niños puedan tener siempre unos padres que se aman.

        Sé que pido demasiado. Los ojos de esa niña, sin embargo, lo merecen. Y también los mismos padres que sufren, muchísimo aunque no lo digan, al ver cómo los hijos son las víctimas más débiles de un fracaso. Un fracaso que en algunos casos pudo evitarse con algo de sacrificio, con amor, con mucha oración, con un gesto de perdón. Que parece tan difícil, pero que es capaz de curar tantas heridas...”


Fernando Pascual, L.C.
http://www.fluvium.org/textos/familia/fam948.htm

lunes, 27 de enero de 2014

La mujer en casa



No sabemos porqué la labor del ama de casa se encuentra hoy tan desprestigiada. Pareciera ser que los flashes van por otros lados y lo que se llama “trabajo brillante” no encuentra definición posible en el contexto de un hogar. La vida moderna, la de la mujer que trabaja y hace mil cosas simultáneamente, ha ido devaluando el oro de la labor doméstica. 



Chesterton dice refiriéndose a la mujer que trabaja en la casa: “En su hogar, una mujer puede ser decoradora, cuentacuentos, diseñadora de moda, experta en cocina, profesora… Más que una profesión, lo que desarrolla son veinte aficiones y todos sus talentos. Por eso no se hace rígida y estrecha de mente, sino creativa y libre”. 

La sociedad moderna tiene una serie de imperativos, uno de ellos es la necesidad de destacarse públicamente y lograr reconocimiento mediático en lo que se hace. Por eso, la tarea doméstica, que en gran parte de los casos sólo la ve Dios, es una labor condenada al fracaso, pues no otorga ningún “puntaje” en la escala de la estima social. 

Vistas así las cosas, la mujer que trabaja en la casa es aquella que no ha tenido las suficientes luces como para encarar una situación de trabajo fuera de ella; aquella que no puede adaptarse a las exigencias del ejecutivo moderno; aquella que se reviste de resignación cada vez que en las revistas del corazón contempla como el prestigio social se reparte en charlas que prescinden de lo intelectual. 

El trabajo de ama de casa es sumamente complejo. Allí, la mujer debe atenerse a los caprichos familiares; estar atenta a los imprevistos; programar con organización y antelación todas las tareas del hogar; distribuir el presupuesto de tal manera que todos se encuentren a gusto con el ambiente de familia; solucionar los pequeños inconvenientes de cada día; y así, podríamos seguir mencionando aún más cosas… 

El ama de casa es directiva, comprensiva, laboriosa, entregada, abnegada. Merece el reconocimiento del esposo, del hijo y de la hija, del ocasional visitante. Pero como allí el ambiente no tiene rasgos cinematográficos ni la labor no es éxito de taquilla, se desmerece y se minusvalora semejante empresa. 

¿Qué sería el hogar sin ella? Incomparablemente inferior. ¿Qué directivo de empresa es capaz de solucionar, con eficacia y rapidez, las demandas de llevar adelante un hogar? Muy pocos seguramente. 

La tentación de ser el centro de la escena siempre es lo que le da al trabajo doméstico mala prensa. No está de moda vivir pendiente de los demás; no se valora el trabajo silencioso y sin fuegos de artificio; más bien, se valoran los billetes y el ir de un lugar a otro sólo para dar impresión de movilidad y eficacia. 

La mujer en casa es la empresa magnífica en la cual millones de mujeres se juegan por aquellos que quieren. Merece una sonrisa de aprobación, un beso cariñoso, un abrazo reconfortante al final del día. Y merece también todo el dinero del mundo, pues gracias a ella, el hogar también se llama familia.


Mariano Castagneto

http://www.buenasideas.org/index.php?option=com_content&task=view&id=207&Itemid=2&lang=es_ES

domingo, 26 de enero de 2014

La realidad entre discoteca y discoteca

 


La discoteca es, para muchos, un mundo de ficción y de emociones, de música, cerveza, bailes y, algunas veces, también de drogas. Todo pasa muy rápido en una sala de luces y sombras, de encuentros y separaciones, de gritos y de fiesta.


        Pero el tiempo no perdona, y llega la hora de salir. La madrugada (o, en algunos casos, el amanecer) sorprende a muchos en un estado de euforia y a otros en un profundo cansancio. Hay que llegar a casa, hay que inventar una excusa del “retraso”. Hay que encontrar, a veces casi a tientas, la cama o una butaca, y tumbarse a dormir un poco.

        Así dicen descansar miles de jóvenes. La semana transcurre entre estudio y trabajo, clases y televisión, monotonía y alguna que otra sorpresa. Desde el viernes o el sábado en la tarde la discoteca se convierte en un punto obligado de encuentro, de liberación, de alegría bulliciosa.

        ¿Es posible dejar de ir siempre a un lugar donde un clima irreal, de fantasía, de diversión desenfrenada, produce espejismos y sensaciones que no siempre ayudan a afrontar la realidad y a vivir de un modo sano los compromisos de la vida?

        Nos hace falta abrir los ojos. Darnos cuenta del daño que se sigue del tomar muchas copas y del bailar hasta la locura. Reconocer el daño que produce el exceso de humo, o esas drogas ligeras que, aquí y allá, pasan del bolsillo a la boca. Aceptar que ciertas excitaciones corporales dañan profundamente la psicología de quien se hace cada vez más dependiente del placer y de las fiestas.

        
No es fácil romper con la discoteca cuando se ha convertido en “algo imprescindible”, en una cadena psicológica. El valor es cosa de pocos, y muchos no son capaces ya de pensar de otra manera. La costumbre aprisiona, y crea modos de vivir que tiñen la vida de tristeza, ante el fracaso de una fiesta que llega a su fin y obliga a todos a salir, confusos, cansados o engreídos (que es el peor engaño), para afrontar una realidad a la que no preparan ni la cerveza ni los gritos.

        Para muchos, resultaría casi un sueño dejar de ir a las fiestas, abandonar una costumbre que aprisiona. La sociedad condiciona a muchas personas a vivir de un modo fijo, monótono, standard. Querer hacer algo distinto, tener la valentía de romper con la presión, es algo que pocos pretenden y que consiguen menos. Los jóvenes no son extraños a esta presión de lo que se convierte en “norma” y casi obligación, aunque digan ser libres, aunque piensen que van a la “disco” porque ellos lo han decidido sin que nadie se lo exija.


        La verdad está, precisamente, fuera de la sala de bailes. Alguna vez habrá que tomar la decisión de buscar un descanso nuevo, más sereno y solidario, más abierto a un mundo bello, más cercano a la familia y a los amigos sinceros, los que quieren mi bien, los que trabajan por ideales y por quienes necesitan de una mano. Es posible. Basta con probar el próximo sábado esa dicha de quien mira las estrellas y acompaña a un anciano que nos cuenta, con su sonrisa, cómo es hermosa la vida cuando permitimos a Dios caminar a nuestro lado.

Fernando Pascual, L.C.

domingo, 19 de enero de 2014

La pedagogía del amor


Papá y mamá se han ido a la cama, y, cuando van a apagar la luz, se asoma, por la puerta entreabierta, la cabecita morena de Juanín. “¿Me puedo acostar con vosotros?”. Mamá no puede decir que no, aunque quizá papá, que está más cansado, parece que levanta las cejas como para decir: “ya empezamos...”

         La escena puede ser familiar entre quienes tienen niños pequeños, y refleja una verdad muy profunda. El matrimonio no puede agotarse en el “te quiero, me quieres”, sino que abre una puerta enorme, misteriosa y emocionante, a quienes piden ser acogidos entre los pliegues del lecho nupcial. Cada mamá que ha llevado a su hijo (de ella y de él, conviene no olvidarlo) durante 9 meses dentro de sus entrañas conoce muy bien esta verdad. Quizá el papá a veces no se da cuenta del misterio de gestación que transcurre en esas semanas de misterio, cuando queremos imaginar cómo será nuestro hijo, y cuando también nos ponemos a pensar en lo difícil que va a ser su vida en el futuro que tenemos por delante.

         No se trata ahora de reflexionar sobre la utilidad psicológica del sueño infantil en la alcoba de los padres, ni sobre hasta qué edad se pueden “tolerar” estas peticiones de los niños (a las que, según algún psicólogo, no siempre hay que acceder). Podríamos fijarnos, más bien, en lo importante que es para todo niño (incluso desde que inicia el embarazo) el sentirse acogido, el sentirse amado, el encontrar en sus padres el cariño y el amor de alguien que se sacrifique, que renuncie y que dé todo por uno mismo.

         Ese amor inicia antes del nacimiento, como ya dijimos. En efecto: el ingreso de un nuevo ser humano en el mundo es posible, normalmente, porque dos personas se aman. Desde el amor de los esposos inicia la aventura de una nueva existencia: así el punto de partida nos coloca ante el misterio del amor. Por desgracia, no son suficientes los estudios psicológicos que se hacen sobre los efectos de la falta de amor en el niño durante el embarazo, pero algunos han notado que ciertas enfermedades o desequilibrios mentales o de trato arrancan precisamente de esa falta de cariño. Pero el poder seguir adelante, el ser acogido, el ser alimentado, el ser defendido ante los ataques del exterior, también es posible sólo desde el amor, en la continuidad radical del afecto ininterrumpido. Si en el embarazo esta verdad ya es muy importante, se hace mucho más patente en los primeros momentos de la infancia, cuando entre el hijo y la mamá se establece un trato muy íntimo, casi exclusivo de la especie humana. La misma lactancia en el hombre se realiza de tal forma que el bebé puede tener frente a sí el rostro amable y bueno de quien le ofrece leche, protección y cariño. Los ojos del niño se encuentran con los ojos de su madre, y se inicia un diálogo mudo o de gestos sencillos e imperceptibles que, en el fondo, enseñan una cosa sencilla y sublime: ¡qué bella es la vida cuando existe cariño y amor!


         Luego, los primeros pasos, las primeras aventuras, los primeros coscorrones... Ahora son papá y mamá, juntos o de modo alternado, quienes deben seguir el resultado de tal o cual experimento que el pequeño realiza para poder alcanzar, poco a poco, el dominio del universo que le rodea, y el control de sus propios movimientos (tantas veces torpes o incapaces de alcanzar objetivos tan sencillos como agarrar el chupete o tirarle la cola al gato...). Todo se desarrolla con rapidez, pues nuestros hijos van conquistando siempre nuevas metas que implican, a la vez, más riesgos, más aventuras, más cicatrices... En medio de todo lo que va sucediendo, el niño de 2, 3, 5, 6 años, sigue sintiéndose siempre atado por el amor de los padres, y ello da una enorme seguridad, un cierto aire de optimismo: “Si algo va mal, papá o mamá harán su parte”.

         La mayor edad del niño va pidiendo cada vez más autonomía. Además, no siempre podemos estar sobre él, ni tampoco es conveniente pedagójicamente. Pero ello no quita que nuestro amor esté alerta, vigilante frente a lo que pueda ocurrir, pues la vida no está sino comenzando. ¿Por qué esa tensión continua, por qué esa excitación cuando el hijo sale de casa y llega un poquito tarde? Es obvio que vivir es un riesgo, pero quien ama no quiere ni soñar en la posibilidad de perder al ser amado. Lo saben muy bien los padres que han perdido, cuando aún tenía pocos años, a uno de sus hijos. Pero también lo saben los padres que han visto un día salir de casa al “niño” que ya no es tan niño y que empieza a vivir por su propia cuenta, y que llega después de muchas horas (o incluso días) de espera dramática, en condiciones a veces bastante penosas...

         Pues bien, también el adolescente, el joven y la joven, e incluso los “grandes”, necesitan (necesitamos) seguir recibiendo el amor de los padres. No creamos que su mayor suficiencia, su resistencia creciente a nuestros mandatos, incluso su rebeldía en palabras o en portazos significan que no les interesa nuestro amor, o que pretenden romper todo lazo de relación. Quizá, si entramos en profundidad en la psicología del “chico no tan chico” encontraremos una tremenda inseguridad y, a la vez, un enorme deseo de encontrar un punto de apoyo o, mejor, un amor que lo siga, lo acompañe, y, en ocasiones, lo “soporte” cuando llegan los momentos de la dificultad. Podríamos hacer mucho más bien a un hijo o hija rebelde con una palabra de comprensión y de escucha que con un bofetón (por más justificado que nos pueda parecer). Incluso quizá alguna vez un castigo mayor puede ser bien aceptado cuando el hijo comprende que procede del amor de los padres y no de una rabia mal contenida o de un deseo vago de venganza o de prepotencia.


         En un mundo de padres desorientados y de niños y adolescentes descarriados, el construir relaciones de amor y de afecto puede significar una revolución de consecuencias imprevisibles y de alegrías inmensas. Ante la cultura de la desconfianza y del miedo, ante la “promoción” de la rebeldía y del choque, las familias que se basan en el amor mutuo pueden significar una novedad “revolucionaria”, capaz de cambiar el curso de la historia humana. Sólo desde el momento en el que uno es amado ese uno puede empezar a amar. Si queremos que nuestros hijos aprendan ese difícil arte, nosotros hemos de dar los primeros, segundos y terceros pasos. El resto depende del tiempo. ¿Demasiado fácil? Para quien ama de verdad, a pesar de las dificultades y rechazos, seguirá siendo siempre fácil. Así se podrá construir una nueva pedagogía: la pedagogía del amor.
Fernando Pascual, L.C.

miércoles, 15 de enero de 2014

Me gusta ir de boda!



Estamos rodeados de casos de roturas familiares dolorosos que producen graves heridas en todos sus miembros, nos pretenden vender el matrimonio como una realidad que anula el libre desarrollo de nuestra personalidad. Vivimos una época marcada por el hedonismo y la inmediatez de satisfacciones que nos lleva irremediablemente a rechazar el compromiso, trivializar la sexualidad y, disociar matrimonio y descendencia haciendo que cada vez sea más difícil encontrar modelos que nos sirvan de referencia. 

Aun así, me gusta ir de boda! Ver a una pareja joven traspirando por todos los poros de su piel la ilusión de regalarse al otro, la alegría y coraje en el compromiso de “querer quererse” el resto de sus días, me llena de satisfacción. Mirarles a los ojos y darme cuenta de que no solo se casan porque se quieren, sino que se casan porque se querrán más aun en el futuro es como un remanso de aguas limpias en la profundidad de la charca sucia y maloliente en la que muchos pretenden que vivamos. 

Para muchos, este maravilloso reto de darse y unirse en matrimonio para toda la vida, se presenta como un ideal inaccesible, como un deporte de alto riesgo, aparentemente peligroso y bajo unas condiciones especiales. Pero si nos planteamos el verdadero significado del matrimonio, y lo que de él se deriva, las responsabilidades que asumimos y la aventura que supone el “siempre te volvería a escoger a ti”, sabremos que con mucho esfuerzo y una preparación adecuada somos capaces de hacer rafting, o mejor dicho, somos capaces de amar. 

Dicen los expertos en este tipo de deportes que no necesitas mucha preparación física. Únicamente hay que tener en cuenta una serie de precauciones antes de realizar este tipo de actividades:”Es preciso realizar un cursillo, que se suele impartir por el monitor poco antes de iniciar el descenso. Además deberemos elegir trayectos adaptados a nuestro nivel. Pero lo más importante es mantener la calma en las situaciones difíciles, pensando que es un deporte de equipo y que la coordinación con los demás componentes del grupo es fundamental”. 

Me gusta ir de boda! Me gusta porque me recuerda que en este nuevo proyecto , que en mi caso solo dura 23 años, no es facil mantener el equilibrio y requiere un poco de esfuerzo. Por lo tanto, no podemos perder nunca el asombro por la naturaleza creada y antes de tomar impulso cada día, deberemos revisar los materiales y comprobar la fuerza de las aguas para adecuarnos a ellas. Una vez hecho todo esto, lanzarse a esta locura por hacer con nuestro “otro yo” es el deporte de alto riesgo más …recomendable para la salud.


Remedios Falaguera


http://www.buenasideas.org/index.php?option=com_content&task=view&id=251&Itemid=2&lang=es_ES

lunes, 6 de enero de 2014

6 de Enero...

Música que describe la tristeza de un niño al no recibir su regalo por el día de Reyes...

Era hermosa la mañana, era el Día de Los Reyes,
las sonrisas infantiles mundopyre iñasãi,  (flamea sobre éste mundo)
cada cual con el obsequio que el Mago les hiciera
por ser bueno y obediente, vy'águi osapukái.  (de alegria gritaban)
Más un niño que era pobre, también bueno y obediente,
al no serle obsequiado isymíme oporandu:  (a su mami le preguntó)
Por qué mamá querida Los Reyes del Oriente
no me hizo un regalito, ha entérope ogueru.  (y a todos les trajo)

Yo mamita soy más bueno que Antonio y Andresito,
y de muchos amiguitos añembo´ekuaaiteve;  (sé rezar mejor)
qué malos son Los Reyes no me trajo ni un autito
comprámena mamita, aipotánteko che ave.  (yo tambien quiero)

Así se queja el pobre sin cariño y sin halago
que su padre fue un tirano ni ndohechávai chupe  (núnca más lo vió)
y esa terrible orfandad no tiene sus Reyes Magos
que le haga un regalito el 6 de enero yave. (en su día)


domingo, 5 de enero de 2014

A los que nunca supieron qué es Navidad

Si el misterio de un Dios hecho hombre ha dejado de emocionarnos, es porque en este convulsionado mundo nuestro está en marcha un peligroso proceso de deshumanización



Cuando llegan las fiestas más hermosas del año, la inocencia y candor de los niños hacen de nuestro mundo un lugar más habitable. Durante estos días los sueños infantiles se agolpan para ser depositados cada 5 de Enero en el interior de unos zapatitos colocados cuidadosamente en la ventana. Hace falta ser niño para vivir la magia de la Navidad en un estado puro y hace falta ser pobre para vivir la profunda decepción infantil, al contemplar el calzado vacío, colocado en una humilde ventana, que ningún rey acertó a descubrir. Todas las Navidades vienen a mi recuerdo la imagen del niño cabrero de Miguel Hernández y las sencillas palabras que salen de su boca, dejando traslucir la infinita tristeza que se alberga en el pecho de los niños pobres

Por el cinco de Enero
cada Enero ponía
mi calzado cabrero
en la fría ventana
Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas
mis abarcas desiertas


Las tristes navidades de los niños pobres son el contrapunto a las dulces navidades de los niños ricos. Siempre ha sido y seguirá siendo así. Cierto que estos niños, que dejaron de serlo sin haber saboreado el hechizo de la Navidad, jamás podrán recuperar sus sueños infantiles, ésos que nunca pudieron acariciar con sus pequeñas manitas , aún así tengo la confianza de que el Niño de Belén, pobre como ellos, les regale algún día, unas navidades gozosas hecha a la medida de los pobres

Pienso en el sagrado desconsuelo de los niños pobres, pero también en la vacuidad de las personas mayores que viven ajenas al gozo sobrehumano de saber que Dios se ha hecho niño. Los hombres del siglo XXI hemos madurado mucho, hemos aprendido a ser independientes, no necesitamos nada de nadie, nos bastamos a nosotros mismos. Hace tiempo que perdimos la inocencia y dejamos de ser niños para convertirnos en personas arrogantes y prepotentes, incapaces de vivir la Navidad , porque , como bien decía Martín Descalzo, "la Navidad es eso, un misterio de infancia" y sólo haciéndonos como niños podremos acercarnos a él; pero nos gusta ser mayores y comportarnos como lo que somos, entonces ¿ que puede importarnos a nosotros el que Dios se haga un niño? ¿ Qué nos va a nosotros en que Dios venga a nuestra tierra o se quede en el cielo para siempre? Nuestra mente está en otras cosas "más importantes".Lo que a la gente, hoy, le preocupa son cuestiones de otra índole, lo que quiere, es vivir mejor, tener mucho más de lo que tiene, para no cesar de consumir, ganar el doble de lo que gana y a poder ser, trabajando la mitad, alcanzar cotas cada vez más elevadas de poder... y como Dios no es la solución a estos problemas nuestros, es por lo que hemos decidido prescindir de Él y negarle la bienvenida a nuestra tierra, en todo caso, la bienvenida estaríamos dispuestos a dársela a mister Marshal, si apareciera con un conjunto de medidas para poner fin a la crisis, si viniera con un plan de inversiones que acabara con el paro o con una planificación de desarrollo que multiplicara por cinco nuestra renta "per capita".

Obsesionados como estamos por estas cosas nuestras tan "puntuales" hemos acabado olvidándonos de los asuntos trascendentes, sobre los que gravitan preguntas radicales, como pueden ser ¿qué piensa Dios sobre nosotros? ¿que somos para Él? ¿Qué lugar ocupamos en su corazón? Estas son las preguntas que siempre se vienen haciendo las gentes sencillas, sabiendo que en Belén es el único lugar donde podemos encontrar la respuesta satisfactoria.

La Navidad, se ha dicho muchas veces, es el regalo que Dios hace a los hombres o para ser más exactos, es el Misterio de Amor en el que Dios mismo se nos da como regalo. Incomprensible esta locura de Dios; pero no hace falta que lo comprendamos del todo, es suficiente con que nos rindamos emocionados ante el misterio y lo adoremos. Así de fácil ; pero para ello hay que tener alma y sentimientos infantiles, algo que nunca debimos dejar pudrirse en nuestro pecho; aunque tal vez no estén muertos del todo, sino solamente dormidos y lo que tendríamos que hacer es comenzar a despertar a ese niño que todos llevamos dentro. Necesitamos volver a ser niños, sí, porque el mundo anda falto de sonrisas, de ternura, de cálidas acogidas. Lo necesitamos porque como decía Dostoievski "El hombre que guarda muchos recuerdos de su infancia, ése está salvado para siempre".

Hace 2000 años que Dios, olvidándose de su eternidad e infinitud, abandonó su cielo para hacerse presente en esta tierra nuestra, disfrazado de niño y ser uno más entre nosotros, sin guardias y sin escoltas, débil e indefenso se puso en nuestras manos para que le cuidáramos. Parece un contrasentido que Dios se haya fiado de los hombres, cuando los hombres nunca hemos acabado de confiar en Él. Tuvo que ser así porque Dios quiso ganar los afectos de nuestro pobre corazón humano y lo hizo de la mejor forma que podía hacerlo. Fue el modo más sublime y entrañable de decirnos que nos quería apasionadamente y que ya nunca estaríamos solos en un mundo gélido. A partir de aquí comienza a tener sentido el misterio de la Navidad que para los cristianos viene a ser la manifestación amorosa de Dios a los hombres y que otros quieren arrebatárnosla para convertirla en la fiesta de la charanga y el despiporre. ¡Que nadie se engañe!. Sin Dios no es posible la Navidad

Después de haber sabido que con nosotros está Dios, ése que todo lo puede, que todo lo llena, que todo lo endulza. Después de haber sabido que nos ha sucedido lo mejor que podía sucedernos, que en nuestra historia ha tenido lugar el acontecimiento de los siglos que nadie pudo imaginar ¿Cómo no experimentar la alegría de ser hombre? ¿Cómo no rebosar de gozo y de felicidad? ¿Cómo no estar contentos por Navidad?

Si el misterio de un Dios hecho hombre ha dejado de emocionarnos, si al recordarlo, nuestro corazón ya no salta de alegría, es que ha llegado el momento para estar preocupados, porque en este convulsionado mundo nuestro está en marcha un peligroso proceso de deshumanización.

Autor: Ángel Gutiérrez Sanz | Fuente: Catholic.net
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