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"El Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen." Santa Teresa de Ávila
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miércoles, 31 de agosto de 2011

Tres motivos para no divorciarte

 Hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para evitar una ruptura matrimonial

 
Tres motivos para no divorciarte
Tres motivos para no divorciarte
1. ¿Estás dispuesto a dar la vida por tu hijo? Si un asesino entra a tu casa para hacer daño a tus hijos, ¿tú qué harías? ¿Darías la vida con tal de salvar a tus hijos? El divorcio es ese asesino que entra a tu casa para dañar a los tuyos. Cuando se presente la tentación del divorcio será el momento de dar la vida por tus hijos. No seas tú ese maleante que lastime a tus seres queridos. El divorcio es el cáncer de la sociedad. Es la bomba atómica de la felicidad familiar y personal.

2. “Haz a los demás lo que quieras que hagan contigo”. Si a ti, como hijo, no te hubiera gustado que tus papás se separaran, no le hagas eso a tus hijos.

3. Cambiar de actitud es la respuesta. No es necesario cambiar de pareja, sino cambiar de actitud. La solución no está en una tercera persona, sino en cambiar tú mismo. Toda convivencia a la larga trae problemas, pero mil problemas nunca deben hacer una duda de perseverar en el compromiso adquirido.

En ocasiones el divorcio es inevitable porque entra en juego la libertad de dos personas; basta que uno quiera marcharse para que la separación sea inevitable. Hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para evitar una ruptura matrimonial. Para perseverar en el amor matrimonial hasta le muerte es preciso el consejo de las “3 des”: Dios, Diálogo y Detalles.

Comentarios al autor: riruvalcaba@legionaries.org


Autor: Ricardo Ruvalcaba | Fuente: GAMA 

jueves, 25 de agosto de 2011

El método de la ovulación Billings durante la lactancia

Durante este tiempo, que puede durar semanas e incluso meses, la mujer sabe que no es fértil, por la sensación de sequedad o ya sea por la presencia constante de una secreción cervical invariable, que permanece igual día tras día    
               
Durante la lactancia el cerebro suspende temporalmente las actividades de los ovarios para proteger la capacidad del cuerpo de alimentar al bebé.

La lactancia es un modo natural e ideal de alimentar al bebé. Ayuda al bebé a un mejor desarrollo físico y emocional. Previene infecciones, pues toda la defensa que posee la madre contra la infección se transmite al bebé a través de la leche materna.

Cuando la mujer está en período de lactancia puede aprender a reconocer su patrón de infertilidad, que indica la falta de actividad de los ovarios...
Este será una sensación de constante sequedad (sello café) o un tipo de secreción que no varía día tras día. Este tipo de secreción es completamente distinto del flujo mucoso cervical visto por la mujer cuando ella está ovulando normalmente y, por lo tanto, lo señalamos en la gráfica con una estampilla de color diferente - amarilla.

Pero, ¿cuándo va a volver a presentarse el flujo mucoso cervical húmedo y lubricante para indicarnos que el reloj se ha puesto en movimiento nuevamente? Aparentemente, la naturaleza prefiere proceder gradualmente con una serie de pequeños arranques e impulsos. Por lo general, el cerebro acciona de nuevo el mecanismo cuando el bebé disminuye parcial o completamente la alimentación exclusiva del pecho de la madre. Entonces, la glándula pituitaria (hipófisis) envía la señal a los ovarios para que reanuden la maduración de los folículos y liberen el óvulo.

¿Qué debe hacer la pareja si la esposa está dando pecho?
Durante este tiempo, que puede durar semanas e incluso meses, la mujer sabe que no es fértil, por la sensación de sequedad o ya sea por la presencia constante de una secreción cervical invariable, que permanece igual día tras día. Esta secreción es completamente diferente al flujo mucoso cervical que aparece cuando una mujer está ovulando normalmente, y debe este flujo ser observado durante dos semanas sin cambio antes de que sea considerado signo de infecundidad o lo que nosotros llamamos Patrón Básico Infértil. En tales circunstancias, para posponer el embarazo, se deben aplicar las siguientes dos reglas:

1. Posponga las relaciones conyugales durante los primeros días secos, alternando las relaciones una noche sí y una noche no... después de haber observado a lo largo del día cualquier cambio de la sequedad. Alternando las relaciones conyugales una noche sí, una no, porque el fluido seminal puede confundir el reconocimiento del inicio del flujo mucoso mientras está aprendiendo.

2. Evite por completo las relaciones conyugales cada vez que observe un cambio* de la sequedad o de una secreción invariable hasta la cuarta noche después de que se regrese el mismo patrón de infertilidad
*NOTA: dicho cambio puede ser: un cambio en la sensación de sequedad; la presencia del flujo mucoso cervical; una sensación de humedad o lubricación; un cambio en la cantidad de secreción o en su color, consistencia o sensación.

Cuando ya presente la menstruación ya podrá aplicar todas las reglas como en todos los ciclos.

Si deseas ayuda para llevar el método Consultorio de bioética

Autor: Mercedes Arzú de Wilson
 Fuente: www.familyplanning.net

lunes, 22 de agosto de 2011

Amor sin fidelidad no es amor


Ser fiel en el matrimonio es el más bello espejo para mostrar lo que es el amor
 
Amor sin fidelidad no es amor
Amor sin fidelidad no es amor
Hay que mostrar y ensalzar sin cansarse del valor de la fidelidad. Ser fiel en el matrimonio es el más bello espejo para mostrar lo que es el amor.
Amor sin fidelidad, no es amor.
Amor lleno de fidelidad es el signo de la esperanza en el triunfo de la virtud que más enaltece al amor.
Te soy fiel porque te amo, no se puede ser fiel sin amar.

En la actualidad, en la vida que vive nuestro mundo, casi podríamos decir que ser infiel es un valor. Muchos son los que lo creen así.
A ese extremo llega el antivalor en la vida de muchos.

Claro que esto de la fidelidad y la infidelidad tiene mucho que ver en ¿dónde busqué y como busqué mi media naranja?
No esperes encontrar a la persona que anhelas en el arrebato de una noche romántica.
Ensalzar estos amores sirve para vender canciones o perfumes pero no para encontrar pareja estable y satisfactoria.

Ser fiel casi parece imposible y algo pasado de moda. En esas circunstancias hablar de la fidelidad se hace difícil y la influencia del medio ambiente es muy negativa.
La fidelidad debe estar en las grandes y pequeñas cosas de nuestra existencia, pero para los casados, para los esposos, esta fidelidad tiene como marco la alianza matrimonial.
Nos hicimos una promesa y las promesas son para ser cumplidas.

Cuando en la celebración de nuestra boda nos pusimos mutuamente el anillo en el dedo, acompañamos este gesto con unas breves palabras: “.....recibe la alianza en señal de mi amor y fidelidad”.

Los anillos del matrimonio son llamados alianzas.
Un concepto bíblico riquísimo que recuerda siempre “la alianza inquebrantable de Dios con su pueblo”. Alianza que implica y exige amor y fidelidad.

Los profetas se sirven constantemente de la experiencia matrimonial para conducirnos a la comprensión del amor de Dios.
Dios se presenta como un esposo que, con ternura y fidelidad sin medida, sabrá ganar a Israel.
Son conmovedoras y muy ricas las expresiones con que se describe el misterio de la alianza: fidelidad, bondad, misericordia, amor constante, amor exclusivo y total.
Todas estas riquezas deben estar en los esposos que se aman.

Sabemos que hoy está despreciada y casi combatida, la virtud y el valor de la fidelidad. Nos quieren convencer que esto es cosa antigua y que la promesa hecha al otro, es relativa.
Cuando se termina el amor, puedo tirar por la ventana todo lo prometido.
Las promesas son para ser cumplidas.
Sin preguntarse ¿por qué nos dejamos de amar?

Y en el hurgar buscando el por qué se dejaron de amar, siempre tropezamos
con dos actitudes: falta de diálogo y falta de respeto.
En ese camino al desamor está lleno de irrespetuosidad y de silencio.
Pues nadie se acuesta amando y se levanta desamando.

Si no se hablan de sus cosas, tampoco saben escucharse.
Saber escuchar forma parte del ser cristiano, dado que el Reino de Dios es todo aquello que uno hace por el otro Y tu primer otro, es el que duerme contigo.

No será que dejamos de amarnos porque no cumplimos lo prometido
Pese a ello, también hoy se intercambian los anillos. Y dadas las circunstancias que hemos señalado, usarlos y que los sigan usando, es un verdadero signo de esperanza en el triunfo de la fidelidad. Es un testimonio frente a tantas actitudes cargadas de frivolidad.

Fiel es el que guarda y cumple la palabra dada a otra persona. Ahora bien.
¿Qué es ser fiel en el matrimonio? ¿Qué es guardar y cumplir la palabra dada? Muchos piensan que ser infiel es correr tras de una rubia o morocha, y mal no está pensar así. Pero debemos profundizar mucho más hasta donde llega el ser infiel en el matrimonio. Hay muchas formas de ser infiel.

Ser fiel es vivir la realidad permanente de que cada uno es del otro, cada uno es dueño del otro. Ello es debido en virtud de la donación que un día realizamos al pie del altar.
Sin fidelidad, ya que somos posesión del otro, cuando se comparte el cuerpo con un tercero, el matrimonio pasa a ser simplemente una figura externa, siendo no sólo un romper lo prometido, sino también un acto de injusticia, ya que no se puede disponer libremente del propio cuerpo, ya que mi cuerpo es posesión del cónyuge.
Por lo tanto el compartirlo con un tercero se lo está robando. La infidelidad lo convierte a uno en un vulgar ladrón.

Como hemos anunciado la infidelidad va mucho más allá que desear a la vecina. La fidelidad va mucho más allá de lo que generalmente se piensa.
¿De qué vale no engañar al cónyuge, si en la vida diaria no se le hace feliz a causa de mi constante mal humor?
Cuando mi diario vivir no está lleno de interés por el otro, estoy siendo infiel.

El día del casamiento nos comprometimos a hacer feliz al otro, por lo tanto, cada gesto, cada palabra, cada actitud que no contribuye a que el otro sea feliz, se transforma en migajas de infidelidad, que nos irán llevando a la gran infidelidad.

Hay muchos otros elementos que son signos de infidelidad, veamos algunos:
1) El diálogo: si no se comparte plenamente el ser interno de cada uno y hay algo que se esconde, ¿es esto fidelidad?

2) La alegría: otro de los signos del empeñarse en ser fiel al compromiso es el buscar alegrar siempre al cónyuge y a la familia.
La infidelidad va de la mano de la amargura. La fidelidad se expresa en la alegría de vivir.

3) Vivir mostrando interés por el otro: ser fiel es también preocuparse y ocuparse del cónyuge, de sus gustos, de sus problemas, de sus dificultades, de sus anhelos.

4) Compartir la cruz de cada día: recordemos que, como esposos, prometimos sernos fieles en la adversidad y en la enfermedad, por lo tanto la fidelidad reclama que cada uno ayude al otro a soportar sus sufrimientos, sus dolores, sus caídas, sus depresiones, sus malos momentos.

No hay felicidad en la ancianidad sino se ha sido fiel a la promesa.
Y todos queremos ser felices y vivir años.
En fin, ser fiel es ayudar a llevar la cruz, como Juan de Cirene, el Cireneo ayudó a Jesús.
 
Autor: Salvador Casadevall
Fuente.catholic.net

REFLEXIONES DESDE LA FAMILIA...........para acompañar a vivir
Galardonado con la Gaviota de Oro-Mar del Plata 2007 Programa “Día Internacional de la Mujer”
Galardonado con la Rosa de Plata-Buenos Aires 2007 Programa “Navidad”
Galardonado con la Gaviota de Oro-Mar del Plata 2006 Programa “Día del Niño”
Mención especial Premio Magnificat-Buenos Aires 2005 Programa “Adultos Mayores”

Los cuatro primeros libros sobre estas Reflexiones están disponibles y son vendidos por correo certificado de entrega.

martes, 16 de agosto de 2011

En el jardín de mi casa....



La Casita de la Sagrada Familia en mi jardín ...


Otra de mis mascotas que se pasea por ahi....



Margaritas, las adoro...


El Niñito sólo sale en ocasiones especiales.....


Están en toda su plenitud

Azaleas.... grrrr a regañadientes están floreciendo....

Ésta orquídea es del jardín de una tia...

lunes, 15 de agosto de 2011

La patrona de Asunción, Paraguay


Nuestra Señora Santa María de la Asunción

Imagen de: http://paraguay.blog.arautos.org/author/paraguay/

Es patrona de Asunción, capital del Paraguay. Fue la primera patrona del país, que nació bajo su amparo.
La fiesta se inició con la fundación de la Casa Fuerte con el nombre de la Asunción de Nuestra Señora, origen de la ciudad de Asunción, el 15 de agosto de 1537. En este fortín fue entronizada la imagen de la Inmaculada Concepción o la Conquistadora, que luego fue renombrada como Asunción de Nuestra Señora.
En Asunción se realiza el novenario a partir del 6 de agosto. Los festejos centrales son el 15 de agosto, día en que se lleva la imagen que se encuentra en el oratorio del Panteón de los Héroes hasta la catedral, donde se celebran varias misas.
Los paraguayos recuerdan esta festividad visitando y/o participando de una misa en cualquier iglesia cercana bajo esta advocación, o aquella que les sea más significativa por motivos sentimentales, afectivos o históricos.

 Rio Paraguay 
 Bahía de Asunción
Centro de Asunción
Desde arriba, de izquierda a derecha: panorama urbano de la ciudad desde el Rio Paraguay, Citibank el antiguo edificio del Cabildo, Panteón Nacional de los Héroes, Palacio de los López, Hotel Guarani

Fuente:Wikipedia

sábado, 13 de agosto de 2011

Enseñar a los hijos a amar a la Iglesia. ¿Una asignatura pendiente?

Cualquier cristiano sabe, también por propia experiencia, que la Iglesia está formada por pecadores, pero sabe también que es una familia sobrenatural  
Enseñar a los hijos a amar a la Iglesia. ¿Una asignatura pendiente?
Enseñar a los hijos a amar a la Iglesia. ¿Una asignatura pendiente?
Hace algún tiempo cayó en mis manos un libro “Padres cristianos con éxito”, cuyo título me pareció curioso. Sin embargo, esa expresión ha venido a mi memoria, en más de una ocasión, cuando leo o escucho en los medios de comunicación noticias sobre el Papa, la iglesia, los sacerdotes. Es una triste realidad el maltrato mediático que sufre la Iglesia católica prácticamente a diario: muchos artículos son tendenciosos, muchas informaciones sesgadas y a menudo el amor a la verdad es sustituido por el deseo de desprestigiar, difamar, y presentar una imagen deforme de los cristianos y más en concreto de la jerarquía.

Cualquier cristiano sabe, también por propia experiencia, que la Iglesia está formada por pecadores, pero sabe también que es una familia sobrenatural, que está asistida por el Espíritu Santo, que durará hasta el final de los tiempos y – según nos recuerda el Evangelio- “el poder del demonio no la derrotará”.

¡Qué fácilmente parece que olvidamos esto los cristianos!

Quizá nos hemos acostumbrado a presenciar campañas injustas pero bien organizadas encogiéndonos de hombros, sin mucha esperanza de que podamos hacer algo que contribuya a que se conozca la verdad.

En primer lugar, acudiendo nosotros mismos a las fuentes, para enterarnos de primera mano.

Después, saliendo al paso de acusaciones injustas, cada uno según sus posibilidades, que irán desde conversaciones privadas, hasta, en algún caso, la participación en medios de gran difusión.

Y siempre, especialmente los padres de familia, inculcando en el corazón de nuestros hijos un amor sincero y leal a la Iglesia, nuestra madre.

Hace pocos meses Benedicto XVI visitó nuestro país, lo cual fue una oportunidad excepcional para tener muy presente al santo Padre y sus intenciones. En mayo ha sido beatificado Juan Pablo II, a quien todos nosotros hemos conocido y querido: otra ocasión estupenda para hablar a nuestros hijos de ese gigante que fue Karol Wojtyla.

En agosto tendrá lugar la jornada mundial de la juventud, que podemos encomendar en familia, facilitar la asistencia de nuestros hijos, si están en edad de ir, y así sucesivamente, podremos encontrar cantidad de ocasiones para enseñar a nuestros hijos a conocer y querer al Papa, a los obispos, a los sacerdotes, y a rezar por ellos.

¿Y cuando llegue el escándalo? Explicaremos a nuestros hijos, de un modo adecuado a su edad, que los cristianos en estos casos tenemos que rezar más, esforzarnos para ser mejores y ayudar en lo que podamos, igual que haríamos si una persona de nuestra familia se comportara mal.

Patricia Gómez Garay
Licenciada en químicas.
Post grado en Matrimonio y familia.
Directora de formación del grupo educativo Coas.
Vicepresidenta de Cofab.
Madre de familia numerosa.

Fuente: http://www.sontushijos.org

jueves, 11 de agosto de 2011

El lenguaje del útero

Porque el hijo se comunica muy pronto con su madre, anunciándole su inminente llegada 
  

Imagen: internet
Las primeras palabras
         El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define la comunicación, como: “la transmisión de señales mediante un código común al emisor y al receptor”.

Asimismo, define el lenguaje como: “manera de expresarse; conjunto de señales que dan a entender algo”.

A lo largo de una vida, comunicaciones, las hay, en tiempo y forma diferentes, gestuales, emocionales, escritas, orales, primeras y últimas.

Quizá sea lo primero que se le enseña a un niño tras nacer, la forma de comunicarse, aunque éste, inicialmente, lo haga con un lenguaje muy particular: llorando, riendo, durmiendo. Poco a poco el variopinto conjunto de señales utilizado por el bebé dará paso al lenguaje de las palabras que, generalmente, hará más fluida y menos intuitiva tal comunicación.

Bien, pues partiendo de esta premisa comunicacional, que no da lugar a duda, y de tales definiciones académicamente aceptadas, abogo por defender con fervor, ahínco y pasión lo que fue la primera de nuestras comunicaciones, hoy interesadamente desprestigiada por aquellos que pretenden fines sombríos.

Me refiero a aquella que tuvo lugar entre nuestra madre y nosotros, en forma de embrión, camino de lo que sería nuestra primera cuna materna: el útero.

El lenguaje utilizado entonces fue bioquímico, pero en cualquier caso lenguaje: “señales que dan a entender algo”, las cuales, probablemente transmitieran algo así:

“Querida Mamá, hola, soy yo, tu hijo, prepárate que voy de camino y necesito tu mejor disposición para que me acojas y protejas durante los próximos nueve meses, prepara mi cuna uterina que voy, ¡no me falles!”.

La intención frente a la realidad

Y es que el útero materno se prepara concienzudamente para tal hecho y quien, inicialmente, le insta a ello es el embrión, el embrión preimplantado que lucha por su supervivencia.

Y digo que no son pocos los que hoy intentan desprestigiar esta comunicativa realidad con el fin de obtener el “visado” jurídico y social que abra las puertas a sus intereses científicos.

Si consiguieran convencer a la autoridad y a la sociedad de que no hay vida en los primeros estadios embrionarios, –en esos días previos a la implantación, tanto en embriones naturalmente fecundados como artificialmente obtenidos–, entonces, podrían manipular, destruir o seleccionar, obteniendo un lucrativo beneficio.

De ahí el obstinado empeño en querer ignorar esas primeras señales bioquímicas.

Pero nunca, y digo nunca, una intención podrá eclipsar una realidad, porque nunca se podrá ocultar el rastro biológico de tal comunicación.

Así como nunca una madre debería poder olvidar cómo se desentendió del mensaje esperanzado que su hijo le transmitió desde el momento de su concepción, es decir desde el primer día de su vida; del mismo modo que nunca una madre olvidará esas primeras palabras bioquímicas que durante toda la vida la harán estremecer en recuerdo de aquella vida que escuchó, albergó, cobijó y cuidó hasta el final: “Querida Mamá”.  

Autor: Álvaro Vázquez Prat - Arbil.org
Fuente: Catholic.net

miércoles, 10 de agosto de 2011

¿Discutir por discutir?

Aprender a dialogar es un arte  
¿Discutir por discutir?
¿Discutir por discutir?
Hay quienes buscan una y otra vez la discusión. Si uno intenta eludir el tema que lanzan al ruedo, empiezan entonces a discutir que es necesario discutir.

El espíritu de amor a las discusiones surge desde factores diferentes. Uno consiste en un anhelo irrenunciable que anida en todo corazón humano: el deseo por encontrar la verdad.

A la verdad se accede de muchas maneras. Desde libros o desde páginas de Internet, desde la radio o desde la televisión, desde reflexiones personales o desde el diálogo ocasional o continuado con otras personas.

Son muchos los caminos que pueden acercarnos a la verdad. Como son muchos los caminos que nos alejan de ellas. Entre ellos, un camino curiosamente erróneo en la búsqueda de la verdad consiste en discutir por discutir.

¿Por qué es erróneo? ¿No es la discusión un ejercicio saludable, un modo concreto para medir la propia capacidad de razonamientos y la cultura adquirida a través del diálogo con quien piensa de otra manera?

El error no está en la discusión misma, sino en la discusión por la discusión. Porque la discusión, como todo lo humano, sólo se realiza de modo saludable si tiene un fin bueno, si se pone en práctica cuando se dan circunstancias adecuadas, si se desarrolla desde actitudes buenas y desde un mínimo de competencia sobre los argumentos tratados.

En cambio, si la discusión se convierte en un fin, en una obsesión que aparta de lo importante, en una actividad que exalta las pasiones y lleva a denigrar a los otros, en un juego dialéctico en el que importa sólo vencer mientras queda de lado la verdad... entonces la discusión no sólo ha dejado de ser buena, sino que se convierte en un camino hacia el mal, hacia la injusticia, y, en ocasiones, incluso hacia la mentira o el engaño.

Aprender a dialogar es un arte. Discutir sanamente, desde una apertura sincera a la verdad y sin dejar de lado el cumplimiento de deberes importantes, enriquece a quienes entran en la “liza”.

Por eso, saber decir educadamente “no” a quien busca discutir por discutir puede ser algo difícil, pero entonces nuestro interlocutor recibirá una valiosa ayuda que le sirva para recapacitar. Tal vez pronto podamos encontrarnos nuevamente, desde actitudes buenas y con un uso adecuado del tiempo a disposición, para afrontar temas serios que nos interesan apasionadamente y que nos permitirán una discusión útil, constructiva y saludable.


Autor: P. Fernando Pascual
Fuente:Catholic.net

viernes, 5 de agosto de 2011

¿Por qué eres así?

Una vez me preguntaron por qué era así. Fue mi hija, cuando estaba pequeña. Recuerdo que recostó su cabecita sobre mi hombro y me dijo con candidez: “Papi, ¿por qué eres así?”

La miré admirado, le di un beso en su mejilla y respondí: “Es lo que busco averiguar hija mía”.
En esos días ya Dios me había tocado el alma. Mi corazón estaba irremediablemente conquistado.
Mi vida nunca sería igual.
Lo que no sabía era por qué, ni para qué. ¿Por qué Dios se había fijado en mí? ¿Qué debía hacer?
Con los años me di cuenta que no era sólo yo, sino también tú. Dios se había fijado en todos nosotros, sus hijos. Y no esperaba más que nuestro amor. Que lo amasemos mucho, que viviéramos en su presencia, y nos esforzáramos por ganarnos el cielo. Él haría lo demás.
También comprendí por qué era así. Nada queda igual en la presencia de Dios. Él todo lo transforma, nos hace mejores de lo que somos. Nos muestra un mejor camino, más estrecho, pero lleno de esperanzas.
Solía viajar en la superficie de un océano, el mar de Dios, porque “en Él vivimos, nos movemos y existimos”. (Hechos 17, 28), pero nunca había visitado sus profundidades.
Sólo lo conocía de referencias, lo que había leído, lo que me habían dicho.
Iba sobre este mar muy cómodo, bajo su amparo, como quien es llevado por la brisa marina a bordo de un velero.
Y de pronto me he sumergido en sus profundidades, en su ternura y he descubierto paisajes maravillosos que nunca imaginé ver. Comprendí que tenemos mucho por descubrir, que nada somos ni podemos sin Él y que Dios nos ama inmensamente.
He visto su ternura y el Amor eterno con que nos cobija. He experimentado su cercanía.
Tuvieron que transcurrir muchos años para poder responder la pregunta de mi hija. Pero ya tengo la respuesta:
“Soy así, porque Dios ha tocado mi corazón. Y ya no quiero cambiar. Quiero dedicar lo que me resta de vida, para ayudar a los que necesitan ser ayudados, llevar consuelo, amar a mi familia, amarlos a todos y hablarles de nuestro Padre celestial”.
Al final sólo podría exclamar: “¡Qué bueno eres Señor!”


Escrito por Claudio De Castro ( Panamá)
Fuente:periodismocatólico.com
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