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"El Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen." Santa Teresa de Ávila
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sábado, 24 de mayo de 2014

Papás que se hacen niños



“Mi padre es grande, grande de verdad, cada vez que se convierte nuevamente en un niño”. Así cantaba un coro infantil en un festival no hace mucho tiempo. Y es que dentro de cada padre, de cada madre, se esconde siempre el haber sido un niño. A veces sale a la luz este “niño escondido”. Otras veces ese niño permanece oculto, invisible, pero no por eso deja de estar allí.

        ¿Qué significa que un padre “se convierte en un niño”? La pregunta implica responder a otra pregunta: ¿qué significa ser niño? El niño es siempre explosión de vida, de alegría, de aprendizaje, de juego, de iniciativa, de sorpresas, de lágrimas que desaparecen pronto o de alegrías más o menos estables. El niño es cariño, aunque a veces también algo de egoísmo. El niño es observación, curiosidad, búsqueda. El niño es inquietud incontenible, actividad incansable, movimiento extenuante...

        De nuevo, la pregunta: ¿cómo debería ser un papá que se convierte en niño? Pues está claro: debería ser capaz de dejar el traje que lo aprisiona, los asuntos importantes que lo tienen siempre ocupado, las prisas por cumplir toda una serie de requisitos... Dejar de lado tantas cosas para sentarse en el suelo y jugar, con un coche en miniaturas, a carreras con su hijo, o a doctor de las muñecas de la hija, o a veterinario de las tortugas del más pequeño...

        Para muchos la idea de que uno ha llegado a adulto es sinónimo de estabilidad, de algo de aburrimiento, de monotonía. No hay tiempo para convertirse en un niño, si es que a veces no se cae en el triste peligro de no tener ni tiempo para estar con los hijos... Hay niños que sólo ven a sus padres en la noche, antes de acostarse, y, por las prisas y los cansancios de la jornada, apenas si hay tiempo para un saludo y un “hasta mañana”. El fin de semana, quizá, los padres están algo de tiempo en casa, pero es el momento en que los chicos salen fuera con los amigos, o van a un club, o simplemente quedan pegados al aparato de la televisión o a un juego electrónico para no molestar a los papás.

        Sin embargo, ¡qué bonita es la familia en la que tanto papá como mamá dedican lo mejor de su tiempo a sus hijos! Hoy es papá quien coge una novela y la lee a quien, con sus pocos años, empieza a pelearse con las letras. Mañana es mamá quien juega a la niñera con la hija pequeña, y las dos peinan juntas a la muñeca favorita. Pasado mañana son los dos, papá y mamá, que acompañan a los pequeños a cazar mariposas, perseguir lagartijas o tirar piedras a la superficie de un estanque... Y cada día, al caer la noche, pequeños y grandes saben rezar juntos, como si todos fuesen igualmente niños e igualmente grandes, oraciones sencillas y cariñosas como el “Jesusito de mi vida” o el “Dulce Madre...”

        Los padres, ciertamente, tienen que ganar el pan para sus hijos. Hacen bien en trabajar y luchar para que los niños puedan tener lo mejor. En ese esfuerzo por ayudarles también hay que encontrar maneras para compartir cariño (que es la cosa más grande que un papá puede dar a sus hijos). El niño será más feliz con un papá y una mamá que juegan con él al escondite que con un costoso juego electrónico que usa sin que nadie disfrute de sus victorias.

        Sí: los padres son grandes cuando se hacen como niños. Es entonces cuando también los niños aprenden que es posible ser grandes dando todo el cariño y las energías a los demás. ¿No es esta la mejor educación que podemos ofrecer a nuestros hijos?


Fernando Pascual, L.C.
http://www.fluvium.org/textos/familia/fam968.htm

sábado, 17 de mayo de 2014

Papá, vuelve a casa



La vida moderna no es nada fácil. Parece que el progreso, en vez de facilitar, ha creado nuevas dificultades, ha sembrado de dificultades la vida familiar, especialmente por lo que se refiere a la figura del padre.


        Hace muchos años las familias podían vivir con un pedazo de tierra, unos animales, una casita de adobe, mucha confianza en las lluvias y en los amigos, y el trabajo de todos. Ahora, con televisor, coche, lavadora, vacaciones en lugares lejanos y casas con un muy eficiente sistema de cañerías, gas y luz eléctrica, parece que el agobio es el pan nuestro de cada día de millones de familias del mundo entero.

        Por tantas necesidades, por tantas urgencias, por tanto “progreso”, resulta que muchas veces el padre y la madre trabajan horas y horas para cubrir los costos.

        Queremos ahora fijarnos especialmente en el padre, que suele ser, en un gran número de familias, la principal fuente de ingresos. Sale temprano, trabaja horas y horas, sufre de estrés ante la inseguridad de las empresas, tiembla cada vez que hay reajuste de plantilla. Y, si le ofrecen horas extras y bien pagadas, no duda en decir sí: la cuenta del banco está otra vez en los límites de la línea roja.

        Por el deseo de dar lo máximo a los suyos, a la esposa, a los hijos, algunos padres de familia, literalmente, “se matan”. Con un deseo maravilloso: que no falte nada, que en la casa no falten tantas cosas “importantes” que hacen a la vida soportable, que se consiga la mejor escuela para los hijos, que haya un poco de ahorros para cualquier emergencia.

        Muchas veces, sin darnos cuenta, ese esfuerzo afecta a importantes aspectos de la figura paterna, que son mucho más hermosos que el dinero, que el mantenimiento del coche o que la posibilidad de ir al club en familia los fines de semana.

        Es cierto que sin dinero el refrigerador queda vacío y las cuentas del gas no pueden ser pagadas al final de mes. Es cierto que sin dinero no podemos mantener las clases de música del niño, o de inglés de la niña, o de deporte del primogénito. Es cierto que sin dinero esas vacaciones prometidas el año pasado deberán ser pospuestas un año más.

        Pero, ¿no es verdad también que la niña quisiera tener a papá al lado para hacer los problemas de matemática? ¿Que el hijo pequeño querría preguntar a su padre cómo entenderse mejor con un amigo al que a veces desprecia pero que tiene un buen corazón? ¿Que el grande querría jugar el próximo partido de basquet con la silueta y, sobre todo, con la mirada del padre entre las gradas?

        La misma esposa, que muchas veces también trabaja, querría poder contar más tiempo con su esposo. Tiempo “de calidad”, pues sí pasan momentos los dos juntos; pero están tan cansados que sólo piensan en dormir después de haber dicho algunos consejos a los hijos y de haber arreglado esos papeles que siempre están amenazando en la mesa del despacho como asuntos que exigen ser atendidos cuanto antes.

        La figura del padre puede eclipsarse en un mundo de mil necesidades y de prisas, puede quedar reducida a alguien que entra y sale como estrella fugaz, siempre angustiado, siempre inquieto, siempre con cosas muy importantes que hacer. Cuando la “cosa” más importante, la vocación más profunda y más grande que tiene un padre es precisamente esa: ser esposo y ser padre. Lo cual es el fulcro que debería justificar todo el trabajo y todas las luchas por mantener una situación económica aceptable.

        Muchos dirán: pero entonces, ¿qué hago? Si me echan del trabajo, voy a tener que vagabundear hasta que me admitan en otro sitio, o ver si me ofrecen algunas “chapuzas” provisionales mientras logro colocarme en un buen trabajo. Y si me toca un empleo mediocre y mal pagado, ¿cómo mantener a una familia con el mínimo de dignidad que todos merecen?

        Si la respuesta fuese fácil, no habría que darla. Pero como es difícil, seguramente quedará un poco así, a mitad. Lo que sí está claro es que hay casos (y son más de los que imaginamos, aunque por desgracia no son muchos) en los que el tiempo para la familia aumentaría notablemente si todos, padres e hijos, aceptasen un tenor de vida con menos “cosas” y con más cariño y convivencia. Renunciar a ese viaje, a ese coche nuevo al menos por este año, a esas clases particulares, al club de él o de ella (o de los dos)... Son decisiones que, ciertamente, cuestan, pero que iniciarían a desahogar un poco la situación familiar al dejar más tiempo para estar juntos, aunque sea para pasear por el parque del fraccionamiento.

        Muchos otros padres, hay que ser realistas, dirán que les resulta imposible renunciar al tiempo de trabajo para estar más en familia. Pero en esos casos (y en los otros, siempre), el mismo trabajo puede quedar bañado por la presencia de la esposa y de los hijos. El padre sabrá encontrar un momento al día para llamar por teléfono a ella, al hijo, a la hija. Llevará en su corazón las preocupaciones que tiene la niña con sus materias, el niño con sus amigos, el grande con la carrera que va a iniciar y que decidirá buena parte de su futuro.

        Llegará a casa cansado, y eso muchas veces es muy difícil de evitar. Pero encontrará fuerzas para que su mejor manera de descansar sea el estar en el cuarto de los niños, el ver sus dibujos y sus sueños, el husmear lo que hay de nuevo en el armario de mamá, el buscar con todos la pieza del rompecabezas que ha caído Dios sabe dónde.


        Basta a veces con poco para que papá llegue a casa y, de verdad, sea de casa. Basta con poco para que el trabajo sea menos obsesivo y la familia sea más gratificante. Basta con poco para que entre todos se pueda vivir un clima más sereno y más íntimo. Porque cuando la esposa y los hijos ven que están continuamente en el corazón del padre comprenden y perdonan que algún día llegue más tarde y más cansado. Sobre todo si ven que sonríe, como un niño travieso, antes de mostrar el coche de carreras que esconde en su bolsa llena de papeles y de ilusiones, llena del cariño de los suyos y para los suyos.

Fernando Pascual, L.C.

http://www.fluvium.org/textos/familia/fam967.htm

viernes, 16 de mayo de 2014

Poema en guaraní gana el I Premio Internacional de Poesía Jovellanos - Sy - (Mamá o Madre)

Homenaje por el día de la madre


OVIEDO, España. La obra titulada “Sy-Madre” del autor paraguayo Cristian David López ha sido elegida en España como el poema ganador del I Premio Internacional de Poesía Jovellanos El Mejor Poema del Mundo. Leer más



Ahai nde resa 
ha mitãnguéra oma'ẽ. 
Ahai nde juru
ha mitãnguéra opuka. 
Ahai nde réra 
ha mitãnguéra oñe'ẽ.



Dibujo tus ojos
y los niños miran.
Dibujo tu boca 
y los niños sonríen.
Dibujo tu nombre 
y los niños hablan.


Cristian David López, poeta paraguayo. / Facebook, Cristian David López


Cristian David López

Galardonado como Mejor Poema del Mundo

Premio Internacional de Poesía Jovellanos






jueves, 15 de mayo de 2014

PARA TÍ MAMÁ - GUARANIA





Una Entrevista Para El Trabajo Más Difícil Del Mundo

ES EL TRABAJO MAS BELLO DEL MUNDO!!!


FELIZ DIA DE LA MADRE!!!

"Te doy gracias, mujer, ¡por el hecho mismo de ser mujer!"

...Quiero ahora dirigirme directamente a cada mujer, para reflexionar con ella sobre sus problemas y las perspectivas de la condición femenina en nuestro tiempo, deteniéndome en particular sobre el tema esencial de la dignidad y de los derechos de las mujeres, considerados a la luz de la Palabra de Dios.

El punto de partida de este diálogo ideal no es otro que dar gracias. «La Iglesia —escribía en la Carta apostólica Mulieris dignitatem— desea dar gracias a la Santísima Trinidad por el "misterio de la mujer" y por cada mujer, por lo que constituye la medida eterna de su dignidad femenina, por las "maravillas de Dios", que en la historia de la humanidad se han realizado en ella y por ella» (n. 31).

Dar gracias al Señor por su designio sobre la vocación y la misión de la mujer en el mundo se convierte en un agradecimiento concreto y directo a las mujeres, a cada mujer, por lo que representan en la vida de la humanidad.

Te doy gracias, mujer-madre, que te conviertes en seno del ser humano con la alegría y los dolores de parto de una experiencia única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y te hace guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia en el posterior camino de la vida.

Te doy gracias, mujer-esposa, que unes irrevocablemente tu destino al de un hombre, mediante una relación de recíproca entrega, al servicio de la comunión y de la vida.

Te doy gracias, mujer-hija y mujer-hermana, que aportas al núcleo familiar y también al conjunto de la vida social las riquezas de tu sensibilidad, intuición, generosidad y constancia.

Te doy gracias, mujer-trabajadora, que participas en todos los ámbitos de la vida social, económica, cultural, artística y política, mediante la indispensable aportación que das a la elaboración de una cultura capaz de conciliar razón y sentimiento, a una concepción de la vida siempre abierta al sentido del « misterio », a la edificación de estructuras económicas y políticas más ricas de humanidad.

Te doy gracias, mujer-consagrada, que a ejemplo de la más grande de las mujeres, la Madre de Cristo, Verbo encarnado, te abres con docilidad y fidelidad al Amor de Dios, ayudando a la Iglesia y a toda la humanidad a vivir para Dios una respuesta «esponsal», que expresa maravillosamente la comunión que El quiere establecer con su criatura.

Te doy gracias, mujer, ¡por el hecho mismo de ser mujer! Con la intuición propia de tu femineidad enriqueces la comprensión del mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas.

Deseo pues, queridas hermanas, que se reflexione con mucha atención sobre el tema del «genio de la mujer», no sólo para reconocer los caracteres que en el mismo hay de un preciso proyecto de Dios que ha de ser acogido y respetado, sino también para darle un mayor espacio en el conjunto de la vida social así como en la eclesial. Precisamente sobre este tema, ya tratado con ocasión del  Año Mariano, tuve oportunidad de ocuparme ampliamente en la citada Carta apostólica Mulieris dignitatem, publicada en 1988.

La Iglesia ve en María la máxima expresión del «genio femenino» y encuentra en Ella una fuente de continua inspiración. María se ha autodefinido «esclava del Señor» (Lc 1, 38). Por su obediencia a la Palabra de Dios Ella ha acogido su vocación privilegiada, nada fácil, de esposa y de madre en la familia de Nazaret. Poniéndose al servicio de Dios, ha estado también al servicio de los hombres: un servicio de amor. Precisamente este servicio le ha permitido realizar en su vida la experiencia de un misterioso, pero auténtico «reinar». No es por casualidad que se la invoca como «Reina del Cielo y de la tierra». Con este título la invoca toda la comunidad de los creyentes, la invocan como «Reina» muchos pueblos y naciones. ¡Su «reinar» es servir! ¡Su servir es «reinar»!

En esto consiste el «reinar» materno de María. Siendo, con todo su ser, un don para el Hijo, es un don también para los hijos e hijas de todo el género humano, suscitando profunda confianza en quien se dirige a Ella para ser guiado por los difíciles caminos de la vida al propio y definitivo destino trascendente. A esta meta final llega cada uno a través de las etapas de la propia vocación, una meta que orienta el compromiso en el tiempo tanto del hombre como de la mujer.

En este amplio ámbito de servicio, la historia de la Iglesia en estos dos milenios, a pesar de tantos condicionamientos, ha conocido verdaderamente el «genio de la mujer», habiendo visto surgir en su seno mujeres de gran talla que han dejado amplia y beneficiosa huella de sí mismas en el tiempo. Pienso en la larga serie de mártires, de santas, de místicas insignes. Pienso de modo especial en Santa Catalina de Siena y en Santa Teresa de Jesús, a las que el Papa Pablo VI concedió el título de Doctoras de la Iglesia. Y ¿cómo no recordar además a tantas mujeres que, movidas por la fe, han emprendido iniciativas de extraordinaria importancia social especialmente al servicio de los más pobres? En el futuro de la Iglesia en el tercer milenio no dejarán de darse ciertamente nuevas y admirables manifestaciones del «genio femenino».

Que María, Reina del amor, vele sobre las mujeres y sobre su misión al servicio de la humanidad, de la paz y de la extensión del Reino de Dios.

 
SAN JUAN PABLO II


La maternidad de María ilumina a la humanidad


El ser humano tiene una dignidad como persona, como hija o hijo de Dios, pero al mismo tiempo desde los inicios de los tiempos la lucha de género ha creado una continua batalla entre hombre y mujer. Desgraciadamente la idea de que el hombre es superior es un malentendido generacional, que no termina en nuestros días y que ha causado grandes estragos personales, familiares y sociales.

A lo largo de la historia de la humanidad vemos como Dios nos ha hablado y sigue hablando tanto a mujeres y hombres, como a través de mujeres y hombres. Pero no hay momento más precioso que la concepción de Jesús en el seno maternal de María. El maravilloso hágase o fiat es el momento culmen de la historia de la humanidad y sus géneros femenino y masculino, pues en ese momento en que María dice ese sí quiero y el Espíritu Santo concibe a Jesús en su seno, los géneros quedan enaltecidos de una manera excepcional.

Jesús pudo bajar del Cielo y empezar su vida en la tierra, pero quiso sentir y vivir desde la concepción, quiso tener una madre, quiso ser arrullado por una madre, quiso ser besado por una madre, quiso ser corregido por una madre.

El Hombre (Cristo) se engendra a través de la Mujer (María), no hay momento más hermoso para el ser humano. La maternidad de María ilumina no solamente a las mujeres, sino a todos y cada uno de los seres humanos que hemos nacido a través de una mujer.

Que esa maternidad divina de Nuestra Madre del Cielo, ayude a ver ese papel esencial que solamente las mujeres pueden hacer. Este día de las madres elevemos una oración por todas las madres del mundo, también por aquellas que quieren serlo, por aquellas, que a pesar de la adversidad deciden decir sí a la vida y ser madres en un acto generoso y valiente, por aquellas que tal vez no debieron ser madres pero que tienen esa gran responsabilidad, por aquellas que todos los días visitan a sus hijas e hijos enfermos o en la cárcel, por aquellas que sufren la angustia día a día por la desaparición de sus hijas e hijos.

“Te doy gracias mujer madre, que te conviertes en seno del ser humano con la alegría y los dolores de parto de una experiencia única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y te hace guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia en el posterior camino de la vida” Karol Wojtyla



¡Feliz día de las madres!

http://periodismocatolico.com/2014/05/09/la-maternidad-de-maria-ilumina-a-la-humanidad/

martes, 6 de mayo de 2014

EL TAMAÑO DE LAS PERSONAS

Una persona es enorme para uno cuando habla de frente y vive de acuerdo a lo que habla, cuando trata con cariño y respeto, cuando mira a los ojos y sonríe inocente. 

Es pequeña cuando solo piensa en sí misma, y le hace creer a los otros que piensa en ellos cuando se comporta de una manera poco gentil, cuando no apoya, cuando abandona a alguien justamente en el momento en que tendría que demostrar lo que es mas importante entre dos personas: La Amistad,el compañerismo, el cariño, el respeto, el celo y asimismo el amor

Una persona es gigante cuando se interesa por tu vida, cuando busca alternativas para tu crecimiento, cuando sueña junto contigo…
Cuando trata de entenderte aunque no piense igual


Una persona es grande cuando perdona, cuando comprende, cuando se coloca en el lugar del otro, cuando obra, no de acuerdo con lo que esperan de ella, pero de acuerdo con lo que espera de si misma.

Una persona es pequeña cuando se deja regir por comportamientos estereotipados. Cuando quiere quedar bien con todos, cuando maneja a la gente como un titiritero y lamentablemente siempre hay gente que no tiene convicciones y se deja manejar….

Una misma persona puede aparentar grandeza o pequeñez dentro de una relación, puede crecer o disminuir en un corto espacio de tiempo.

Una decepción puede disminuir el tamaño de un amor que parecía ser grande. Una ausencia puede aumentar el tamaño de un amor que parecía ser ínfimo. Una decepción puede terminar con el respeto por alguien…de muchos… Una acción correcta puede enaltecer a otros 

Es difícil convivir con esta elasticidad: las personas se agigantan y se encogen a nuestros ojos, ya que nosotros juzgamos a través de centímetros y metros, acciones y reacciones, de verdades o falsedades, de expectativas y frustraciones.

Una persona es única al extender la mano, y al recogerla inesperadamente, se torna otra. El egoísmo unifica a los insignificantes,a los perdedores, a los falsamente llamados diplomáticos. No es la altura, ni el peso, ni la belleza ni un título o la abundancia de dinero lo que convierte a una persona en grande; es su honestidad, su decencia ; su amabilidad y respeto por los sentimientos e intereses de los demás. Por su sensibilidad sin tamaño...

La persona más alta del mundo, ha sido, hasta ahora, Robert Pershing Wadlow, con una altura de 2,72 metros. Podemos ver a Robert en la fotografía de la izquierda.  

http://webcatolicodejavier.org/grande.html

lunes, 5 de mayo de 2014

¿Por qué Dios no nos ha hecho mejores?

—Hay mucha gente que no logra entender por qué Dios consiente que tantos inocentes sufran. O por qué media humanidad pasa hambre. O por qué Dios no arregla este mundo. Y por qué no lo hace de una vez, ya.

        No parece serio echar a Dios la culpa de todo lo que se nos antoja que no va bien en este mundo. "Son los hombres –decía C. S. Lewis–, y no Dios, quienes han producido los instrumentos de tortura, los látigos, la esclavitud, los cañones, las bayonetas y las bombas. Debido a la avaricia o a la estupidez humana, y no a causa de la mezquindad de la naturaleza, sufrimos pobreza y agotador trabajo".

        En muchas de esas quejas que lanzan algunas gentes contra Dios, hay una lamentable confusión. Consideran a Dios como un extraño personaje al que cargan con la obligación de resolver todo lo que los hombres hemos hecho mal, y, si es posible, incluso antes de que lo hubiéramos hecho. Es como una rebelión ingenua ante la existencia del mal, una negativa a aceptar la libertad humana. Y, como consecuencia de ambas cosas, un cómodo echar a Dios culpas que son solo nuestras.

        En vez de sentirse avergonzados, por ejemplo, por no hacer casi nada por los millones de personas que cada año mueren de hambre, se contentan –es bastante cómodo, realmente– con echar a Dios la culpa de lo que, en gran medida, no es otra cosa que una gran falta de solidaridad de quienes poblamos el mundo desarrollado. ¿Tendremos que pasarnos la vida –se preguntaba Martín Descalzo– exigiendo a Dios que baje a tapar los agujeros que a diario producen nuestras injusticias? Cuando tendríamos que preocuparnos de resolver esa asombrosa situación por la que unos no logran dar salida a sus excedentes alimentarios mientras otros se mueren de inanición, y cuando parece que la mitad de la humanidad pasa hambre y la otra mitad está con un régimen bajo en calorías para adelgazar, es una pena que lo único que se les ocurra –en vez de trabajar más, o ser más solidarios, de una forma o de otra– sea echar en cara a Dios que el mundo (en el que suelen olvidar incluirse, curiosamente) es horrible.

        Mucha gente parece haber sido educada en la idea de que todo lo malo que sucede en el mundo es culpa de otros. Y se dirigen a Dios como jueces y le reprochan todo lo malo que hacen todos. En vez de dirigirse a Dios para pedirle perdón de los propios errores, le increpan duramente, o como mucho se esfuerzan para solo quejarse de que haya creado un mundo tan injusto. Pienso que si una persona no comienza a analizar el mal en el mundo comenzando por el propio, por los propios errores, por todas las veces que no ha estado a la altura que debía, es difícil que haga juicios claros de lo que sucede en el mundo y sobre cómo arreglarlo. En cambio, si tiene valor para reconocer sus errores, es sorprendente cómo se acierta en el blanco.

        Podemos hacer mucho por mejorar el mundo. No somos simples accidentes de la bioquímica o de la historia, a la deriva en el cosmos. Podemos, como hombres y mujeres con responsabilidad moral, convertirnos en protagonistas, no en meros objetos o víctimas del drama de la vida.

        —¿Pero cómo es que Dios permite tanta persistencia nuestra en el mal? ¿Por qué no nos cambia y nos hace, efectivamente, más solidarios?

        La bondad humana es el resultado libre del esfuerzo de quien, pudiendo ser malo, no lo es. Y Dios ha dado al hombre un infinito potencial de bondad, pero también ha respetado la libertad de ese hombre –como hace, por ejemplo, cualquier padre sensato al educar a su hijo–, y ha aceptado el riesgo de nuestra equivocación.

        No es muy serio decir que Dios tiene que cambiarnos, cuando cambiar es el primero de nuestros deberes. Si Dios nos hubiera hecho incapaces de ser malos, ya no seríamos buenos en absoluto, puesto que seríamos marionetas obligadas a la bondad.

        —Pero se ven tantos errores en el mundo, tantas calamidades, tanto egoísmo, tantas lamentables aberraciones y tan difíciles de explicar...

        La respuesta cristiana a esto es clara: los desequilibrios que fatigan el mundo están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano, que sumerge en tinieblas el entendimiento y lleva a la corrupción de la voluntad. Esta es la clave para descifrar el enigma.

        El verdadero mal proviene del interior del hombre, radica en una escisión que tiene su origen en el pecado. Igual que hay una experiencia clara de la existencia de la libertad, la hay también de que la libertad está herida, así como del mal que el hombre puede ser capaz de hacer.

        Las situaciones de injusticia social proceden de la acumulación de injusticias personales de quienes las favorecen, o de quienes pudiendo evitar o limitar ciertos males sociales, no lo hacen.

        Los que se eximen de culpa personal para pasársela toda a las estructuras del mal, niegan al hombre su capacidad de culpa, y niegan por tanto su libertad y su responsabilidad personales, y disminuyen su propia dignidad. Los verdaderos creyentes, en cambio, se sienten responsables. Y cuanto más acentuado sea el sentido de responsabilidad de una persona, tanto menos buscará excusas y tanto más se examinará a sí mismo –sin absurdos complejos de culpabilidad–, para mejorar él y ayudar a mejorar a los que le rodean.

        —Pero arreglar un poco este mundo se ve como una labor muy a largo plazo, con un final lejano...


        Si algo resulta muy necesario, y además tardará en llegar, es entonces también muy urgente. Como dijo aquel mariscal francés al tomar posesión de su cargo: si estos árboles van a tardar veinte años en dar sombra, hay que plantarlos hoy mismo. 

Alfonso Aguiló
http://www.fluvium.org/textos/etica/eti966.htm
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