Es fácil dar consejos del tipo
"hablando se entiende la gente" pero cuando la grosería y las palabrotas se producen como una falta de respeto
hacia los padres,
puede resultar difícil manejar las emociones.
Aún así, lo más aconsejable es no
devolver golpe por golpe, porque entonces estaríamos confirmando la validez de
ese modo de comunicación. Pero esto no quiere decir que debamos permanecer
impasibles.
1. Podemos decir algo como "Ya
veo que estás muy enfadado, pero eso no te permite usar esas palabras. Vete
a tu cuarto y, cuando estés dispuesto a ser más respetuoso, seguiremos
hablando".
2. Después, es lícito decirle
que su modo de expresarse nos ha dolido o contrariado, y que tales expresiones
no son adecuadas, mucho menos en familia.
Acto seguido lo mejor es enfocar el incidente constructivamente, como un
problema que hay que tratar de solucionar. "Si me has dicho eso, supongo
que es porque estás enfadado (o
enfadada). Es normal que no siempre estés de acuerdo conmigo o que a veces te
moleste obedecerme. Siempre podemos dialogar, pero es necesario hacerlo sin
perderse el respeto. Piensa en otras maneras de decirme que no estás de acuerdo
conmigo o que te sientes mal".
3. A continuación se puede discutir
seriamente sobre los modos posibles de decir las cosas sin faltar al respeto. Hay
que mostrar una actitud comprensiva y cooperadora, lo que no implica ser débil. El niño debe saber cuáles serán las consecuencias para
él si no se expresa de una manera aceptable. Pero también hay que felicitarle
en lo sucesivo cuando lo haga adecuadamente.
4. Por nuestra parte, tenemos que
tratarle siempre de forma que sea un modelo de respeto para él, hablándole
como deseamos que él nos hable a nosotros.
Predicar con el ejemplo
5. Los padres no estamos libres de
perder el control alguna vez y tratar al niño con desconsideración, quizás
incluso como respuesta a una desconsideración suya. Hay que disculparse y
buscar soluciones: "Lo siento, cuando me faltas al respeto me pongo
furioso y ya ves lo que pasa. Vamos a ver cómo evitamos que vuelva a
suceder". Puede ser una buena oportunidad para tratar constructivamente el
tema y dejar que el hijo opine al respecto.
6. El trato desconsiderado suele
encubrir una falta de habilidad para comunicarse de un modo constructivo. Es
buena ocasión para reflexionar si es conveniente dedicar más tiempo a nuestros
hijos y hacer más cosas juntos. La cercanía afectiva suaviza tensiones y
facilita el inculcar normas de conducta.
7. Incluso podemos reconocer que,
cuando éramos niños, respondíamos algunas veces mal a nuestros padres y que a
todo el mundo le puede pasar, pero que es necesario evitarlo. En los días
sucesivos, conviene estar alerta y felicitarle por sus progresos.
8. Quizás sea oportuno también
organizar una reunión familiar y establecer entre todos unas reglas de
comunicación que incluyan el ser capaces de decir a los demás cómo nos
sentimos sin insultarnos ni tratarnos de un modo hiriente o desconsiderado.
serPadres