La rutina es uno de esos parásitos que se injerta en nuestra vida. Avanza en silencio, con pasos lentos, pero con despiadada certeza. Poco a poco nos va carcomiendo la alegría y el entusiasmo que inyectan la luz a nuestras jornadas. El mundo que nos rodea se va opacando y entristeciendo y termina hartándonos. Y, es entonces, que la frustración y el fastidio invaden nuestro interior. El trabajo, el estudio, las relaciones con los demás y…, todo, ¡absolutamente todo!, nos resulta amargo e insípido.
¿Se puede vencer a un enemigo tan sutil y devastador?. Leer más Fuente: Catholic.net |
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario