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"El Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen." Santa Teresa de Ávila
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domingo, 1 de abril de 2012

Anillos que valen



El valor de cada anillo depende del amor que une a los esposos.
        Esta anécdota ocurrió en el año 1987, en la zona centro de México. Dos esposos viajaban de regreso a casa. En la carretera, se reventó una llanta y hubo que cambiarla, entre los nervios y las prisas de las circunstancias.
        La esposa escuchó un ruido metálico, pero no le dio mayor importancia. Cuando la nueva llanta estaba en su sitio, el coche se puso nuevamente en camino.
        Tras llegar a Morelia (Michoacán), el esposo descubrió que le faltaba el anillo de bodas.
        Ella no tuvo la menor duda: ¡a buscar el anillo! Amaneció el nuevo día, y los esposos recorrieron 400 kilómetros de carretera hasta llegar al lugar del accidente.
        Allí cerca había una escuela. Una persona del lugar les aconsejó que desistieran: seguramente alguno de los muchos niños que pasaban por allí habría visto el anillo y lo habría tomado.
        Los esposos no se resignaron. Gracias a la buena memoria de la esposa, por fin encontraron el anillo. Un anillo que valía mucho, porque esos esposos, que en aquel entonces llevaban 15 años de casados, lo veían como símbolo de un amor llamado a madurar cada día un poco más.
        Desde entonces han pasado casi 20 años. Pero el anillo sigue allí, entre las manos de esos esposos, como señal de un amor bello y fiel.
        En una obrita publicada en 1960, “El taller del orfebre”, Karol Wojtyla habló de la belleza del amor esponsal precisamente a través del anillo. Uno de los protagonistas, el orfebre que vendía anillos a las parejas, era capaz de descubrir el peso y el valor de cada anillo: el mismo valor del amor que reinaba en cada pareja que entraba a su taller.
        Vale la pena recorrer 400 kilómetros para buscar algo que es mucho más que un símbolo. Porque el anillo, para los esposos, indica un proyecto y una aventura, un amor que une y que crece con el paso de los años. Por eso, su presencia en la mano, su brillo continuo y sereno, dice mucho. Especialmente si hay corazones enamorados y frescos, que conservan, a pesar de los golpes de la vida, la ilusión de amar y ser amados para siempre.



Fernando Pascual, L.C.
http://www.fluvium.org/textos/familia/fam843.htm

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