Hace años, mientras aún estaba estudiando, no era precisamente un modelo de puntualidad. Sin embargo, con el paso de los años he mejorado mucho este aspecto porque me he dado cuenta de que la puntualidad es sumamente importante. Ser impuntual puede afectar seriamente nuestra imagen, sobre todo si se trata de una cita importante, y también representa una grosería para quien espera.
La buena noticia es que la persona puntual no nace, se hace.
La buena noticia es que la persona puntual no nace, se hace.
Por tanto, todos podemos aprender a ser puntuales simplemente poniendo en práctica algunos hábitos que caracterizan a esas personas que siempre llegan en hora a sus citas.
1. Son realistas
Cuando llegaba tarde a las citas no era por despiste sino por una razón mucho sencilla: desestimaba el tiempo que tenía a mi disposición. Como resultado, me enzarzaba en diferentes actividades que consumían mi tiempo y, al final, terminaba corriendo con la certeza de que el reloj me había jugado una mala pasada.
Sin embargo, si algo caracteriza a las personas puntuales es que tienen una percepción mucho más realista del tiempo, saben calcular cuánto les tomará cada tarea y, en base a ello, organizan la jornada para llegar puntuales a la cita.
2. Se preparan para retrasos inesperados
Otro de mis grandes problemas era que siempre pretendía que todo iba a salir bien. Por tanto, cuando ocurría un percance, el tiempo corría aún más deprisa. Sin embargo, las personas puntuales no solo saben estimar adecuadamente el tiempo del que disponen sino que siempre aplican la ley de Murphy: “Si algo puede salir mal, saldrá mal”.
Esto significa que si quieres ser puntual tienes que planificar un tiempo extra para los problemas. Los atascos de tráfico, una llamada inesperada o un encuentro fortuito por la calle pueden consumir minutos preciosos cuando ya vamos contra reloj. Date un margen de tiempo para que llegues a la cita con tranquilidad.
Esto significa que si quieres ser puntual tienes que planificar un tiempo extra para los problemas. Los atascos de tráfico, una llamada inesperada o un encuentro fortuito por la calle pueden consumir minutos preciosos cuando ya vamos contra reloj. Date un margen de tiempo para que llegues a la cita con tranquilidad.
3. Se sienten cómodos con el tiempo vacío
Las pocas veces que lograba prepararme a tiempo y que la ley de Murphy no se cumplía, me preguntaba “¿y qué haré si llego con demasiado tiempo de antelación?” Como resultado, siempre encontraba algo que hacer antes de salir y, consecuentemente, llegaba tarde.
No obstante, una de las principales características de las personas puntuales es que se sienten cómodas con el tiempo vacío y no les molesta ser los primeros en llegar a la cita. Estas personas aprovechan esos minutos para relajarse, prepararse para la cita o simplemente leer un libro y/o revisar el correo.
4. Planifican todo
Es prácticamente imposible llevar una vida desorganizada y ser puntual. Por tanto, las personas puntuales a menudo también son muy organizadas en su día a día, les gusta planificar su agenda de trabajo y si les preguntas qué van a hacer el lunes próximo, probablemente sabrán recitarte sin vacilar la jornada que les espera.
Esto no significa necesariamente que sean personas rutinarias sino simplemente que les gusta programar las actividades para poder cumplir con ellas y sentir que tienen todo bajo control. Son las clásicas personas a las que no se les pierden la billetera o las llaves del coche porque tienen cada cosa en su lugar, lo cual, obviamente, también contribuye a su puntualidad.
5. Hacen las cosas con anticipación
Antes prefería trabajar contra reloj, al límite de los plazos de entrega, porque ese eustrés me daba una cuota de energía adicional. Sin embargo, esta estrategia es un arma de doble filo y no siempre ofrece los resultados deseados. Ahora prefiero trabajar con más calma, hacer las cosas con anticipación y, si me sobra tiempo, volverles a echar una ojeada.
De hecho, uno de los principales hábitos de las personas puntuales es que casi siempre tienen las tareas listas antes de tiempo. A estas personas no les gusta trabajar en el último minuto y con la soga al cuello porque esas situaciones les producen un gran desgaste. El ejemplo clásico es el de la persona que elige la ropa del día siguiente durante la noche antes o del que recoge la maleta el día anterior del viaje.
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