La mayoría de las personas le temen demasiado a una crisis
matrimonial pues creen que ésta podría ser el fin de todo. Sin embargo,
hay mucho por hacer antes de “tirar la toalla”. Estos son cinco pasos
que ayudarán a afrontar las crisis de la mejor manera.
Las crisis son situaciones naturales que se presentan dentro de los
ciclos de las relaciones interpersonales. En el matrimonio estas
situaciones pueden y deben superarse con buena voluntad y cierta dosis
de inteligencia emocional. Será necesario disponer de todos los medios
posibles y la plena disposición para superar las dificultades, que si se
manejan de la manera adecuada, fortalecerán la relación, la harán más
madura y servirá de aprendizaje para afrontar retos futuros.
Antes de que una crisis se manifieste surgen señales de que algo anda
mal en una relación, poniendo en alerta a los implicados. Sin embrago,
no todas las personas logran identificar esas señales -o aunque las
identifican, se les dificulta aceptar que existen-, lo que finalmente
hace que se genere una verdadera crisis.
Los siguientes son cinco pasos que se deben tener en cuenta en
tiempos de crisis conyugales y que si se siguen con atención, ayudarán a
llevarlas a un feliz término.
Primer paso, aceptar que hay crisis
Para poder afrontar las situaciones, primero hay que hacerlas
conscientes y aceptar que están sucediendo. Es frecuente encontrar que
las parejas prefieren hacerse a la idea de que “aquí no pasa nada…” o
insinúan que el otro es quien está “formando una tormenta en un vaso con
agua”; bien porque sienten temor de aceptar la realidad, o bien porque
no quieren salir de su zona de confort y piensan que las cosas mejorarán
con el tiempo. Aceptar que el matrimonio está pasando por una crisis,
no significa que esté sepultado.
Segundo paso, no empeorar las cosas
Cuando se vive una crisis de pareja, el ambiente que les rodea suele
ser pesado, negativo y hay cierta predisposición a los conflictos, es
por esto, que se debe evitar que la situación se torne más grave de lo
que ya puede estar, en otras palabras: no hay que echar más leña al
fuego.
Si realmente hay verdaderas intenciones de recuperar la armonía
conyugal y salir de ese panorama pantanoso, lo primero que se debe hacer
es presentar una actitud positiva. Para que las cosas cambien hay que
empezar por uno mismo, así el cónyuge no muestre hasta el momento
ninguna intención de cambio. Esto puede resultar difícil pues ya hay de
por medio una desmotivación a luchar por el matrimonio, pero hay que
partir del convencimiento que el amor es una decisión y todo es posible
si se propone. No se puede olvidar que para lograr el éxito en el
matrimonio no se trata de `encontrar una buena persona´, sino `ser una
buena persona´.
Puede ayudar el hecho de recordar los momentos felices por los que
han pasado juntos: los primeros años del matrimonio, el noviazgo, el
nacimiento de los hijos, la adquisición de la casa, unas vacaciones… en
fin, tantos momentos que se han compartido en pareja y que pueden ser
fuentes de tranquilidad en los momentos tormentosos.
Tercer paso, no cerrarse al diálogo
La crisis perjudica la comunicación entre los esposos, lo que
inevitablemente empeora las cosas. Cuando falla la comunicación, falla
todo. Hay que empezar por dialogar con la pareja sobre la dificultad que
está ocurriendo y entre los dos buscar las salidas al problema.
Cuarto paso, siempre hay algo por hacer
¿Por qué la primera palabra que surge cuando se entra en crisis es
“separación”? Claramente porque nos rodea un ambiente facilista que nos
anula la posibilidad de luchar.
No se puede dar como perdida la batalla cuando ni siquiera se ha
luchado por ganarla. Hay que ser optimistas y pensar que sólo es un
momento de dificultad que puede solventarse. Todo en la vida requiere
esfuerzo y dedicación, las dificultades matrimoniales no son la
excepción. Desde que exista el deseo de mejorar las cosas, siempre habrá
algo por hacer. En estos casos, precipitarse no es la mejor opción; se
necesita tiempo, entrega, voluntad y ganas.
Quinto paso, buscar ayuda
En algunos casos no bastará con las buenas intenciones, ni los
intentos por recobrar la comunicación. La orientación de una persona
experta en el tema, alguien ajena al asunto que esté en el punto medio,
sin parcialismos, ayudará a mirar el problema con más objetividad,
desmontando dudas creadas que al final no tienen razón de ser.
De la misma manera, es natural que cada cónyuge le de un enfoque
diferente al problema, generalmente culpando al otro. Sin embargo, una
vez se acude a la orientación profesional, la crisis se canaliza bajo un
mismo punto de vista, logrando entonces una solución rápida y acertada.
Toda crisis genera un cambio, un impacto que debe ser
positivo y que en últimas afianza la relación. Crisis no es sinónimo de
desamor, lo importante es superarla y sacarle partido a una situación
que pudo ser negativa pero que cambió su cauce gracias al compromiso de
“querer, querer”: ejercicio de la voluntad propio del amor matrimonial.