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"El Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen." Santa Teresa de Ávila
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domingo, 16 de junio de 2013

SUBLIME IMPROVISACIÓN




El 18 de Noviembre de 1995, el violinista Itzhak Perlman, subió al escenario para dar un concierto en el salón Avery Fisher del "Lincoln Center" en la ciudad de Nueva York. Si usted alguna vez ha estado en un concierto de Perlman, sabrá que subir al escenario no es nada fácil para él.

Padeció la enfermedad de polio cuando era niño, tiene abrazaderas en ambas piernas y camina con la ayuda de unas muletas. Verlo caminar sobre el escenario de un lado al otro, paso a paso, lenta y penosamente, es una escena impresionante. Él camina penosamente pero de forma majestuosa hasta que alcanza su silla. 
Después se sienta y lentamente pone las muletas sobre el suelo, abre los broches de las abrazaderas en sus piernas, recoge un pie y extiende el otro hacia adelante. Después se inclina y recoge el violín, lo pone bajo su barbilla, hace seña al Director y procede a tocar.

Hasta ahora, la audiencia ya estaba acostumbrada a este ritual.
Permanecían silenciosamente sentados mientras él caminaba por el escenario hasta su silla. Permanecían respetuosamente en silencio hasta que él estuviera listo para tocar; pero esta vez, algo ocurrió. Justo cuando él terminaba de tocar sus primeras notas, una cuerda de su violín se rompió. Se pudo escuchar el ruído en toda la sala.
Salió disparada como una bala. No había duda de lo que ese sonido significaba. No había duda de lo que él tendría que hacer.

Los que estaban ahí esa noche tal vez pensaron: "Para esta, él va a tener que ponerse de pie, abrocharse las abrazaderas, recoger las muletas, y salirse del escenario para encontrar otro violín u otra cuerda."

Pero no fue así. En su lugar, el esperó un momento, cerró sus ojos y después hizo seña al Director para empezar a tocar. La orquesta empezó y él tocó desde donde había parado. El tocó con tanta pasión, con tanto poder y con una claridad que nunca antes nadie había escuchado.

Claro, cualquiera sabe que es imposible tocar una obra sinfónica con sólo tres cuerdas. Lo sé yo y lo sabe usted, pero esa noche Itzhak Perlman rehusó a saberlo. Uno podía observar como modulaba, cambiaba y recomponía esa pieza en su cabeza. Sonaba como si él estuviera redescubriendo la mejor combinación de sólo tres cuerdas, dando la impresión de que no faltaba ninguna.

Cuando él terminó, se hizo un silencio impresionante en el salón. Después, la gente se levantó y lo aclamó. Había una explosión de aplausos desde cada rincón del auditorio. Todos estábamos de pie, gritando y aclamando, haciendo todo lo posible para mostrar cuánto apreciábamos lo que él había conseguido.

Él sonrió, se secó el sudor de sus cejas, alzó su arco para callarnos, y después dijo, no presumidamente, pero en un tono tranquilo, pensativo, y reverente:

"¿Saben ustedes que algunas veces la tarea del artista es la de averiguar cuanta música podemos producir con lo que nos queda.?"

¡Qué frase tan poderosa!. Se ha quedado en mi mente desde que la oí. ¿Y quien sabe? Tal vez esa sea la definición de la vida, no sólo para los artistas sino para todos nosotros. He aquí un hombre que se ha preparado durante toda su vida para producir música con un violín de cuatro cuerdas. Sin embargo, se encuentra un buen día de repente en medio de un concierto con sólo tres cuerdas; y entonces produce música con tres cuerdas, y la música que él produjo esa noche era más bonita y más memorable que cualquier otra que él haya producido con cuatro cuerdas.

Entonces, tal vez nuestra tarea en este mundo inestable, cambiante, y perplejo en el que vivimos es la de producir música, primero con lo que tenemos, y después, cuando esto ya no sea posible, producir música con lo que nos queda. 


Esperanza y vida

  

Todo anciano es abuelo, padre, o solitario buscador de nuevos cielos. Todo anciano se pone en el camino de la vida como quien ya lleva por detrás más de lo que queda por delante. Y, sin embargo, todavía hay un "delante" que lo guía. Camina, espera, vive.

        El anciano es compañero de jornada. Todo hombre y toda mujer que quieran aprender los secretos de la vida no pueden dejar de remover, entre los pliegues de su memoria, un consejo o una experiencia que pueda dar luz a los problemas de siempre, pero ahora afrontados como nuevos por quien todavía no sabe qué son las arrugas en la frente...

        El joven, quizá, es el que más necesita acompasar sus pasos con el de un anciano teñido con el blanco de la vida. El joven tiende a creer que todo es nuevo, que se puede triunfar con poco, que lo difícil se puede superar rápidamente, que el dinero abre las puertas y cierra los agujeros.

        El anciano sonríe y recuerda, y reconoce lo que vale eternamente: el amor, la amistad, la entrega, el sacrificio por una causa noble. El dinero no lo es todo, como tampoco se triunfa con la fuerza, la belleza o con un gran número de amigos influyentes. La pasión del joven puede desbocarse hasta romper los diques de las normas sociales y de la prudencia. La sensatez del anciano puede ofrecer una palabra de aliento precisamente cuando los primeros golpes de la vida llevan al desengaño y a la desesperación.

        El adulto también necesita mirar a quien ocupaba el anterior puesto de trabajo. En el sucederse de las primaveras, los que se encuentran entre los 40 y los 60 años perciben más los dolores de la vida y el peso de las derrotas, y pueden perder la frescura y el arrojo de la juventud. Es entonces cuando la voz pausada de los mayores puede abrir horizontes y mostrar caminos que quedan por recorrer, fronteras que hay que conquistar, luchas que hay que afrontar, fracasos que hay que superar...

        Y el anciano también necesita del anciano... Si los griegos definían a los amigos como "dos marchando juntos", esta definición vale también para quien ya ha recorrido un largo trecho, pero quiere seguir el camino con el bálsamo de la compañía de quienes nos aman. Un anciano tiene mucho tiempo libre, y necesita de alguien que también goce de esa gran disponibilidad de acción para hablar y, ¿por qué no?, también para actuar y realizar nuevos proyectos.
        El mundo no puede dejar de avanzar sin poner bien las bases sobre las que cada generación conquista nuevas metas.

        Una generación no puede progresar sin aferrarse a lo mejor que otros nos han legado. La globalización (palabra mágica que muchos usan y que no todos comprenden) no puede ser perfecta si no es una "globalización de las edades", que permita a jóvenes, adultos y ancianos compartir amores, planes y trabajos.

        Dicen que mientras hay vida hay esperanza. También se dice que mientras hay esperanza hay vida.


        Podemos dar esperanza a nuestros abuelos y padres ya ancianos con nuestra vida llena de amor y de alegría. Y ellos nos darán, discretamente, vida con su esperanza y su alegría realizada en nuestros actos.


martes, 11 de junio de 2013

UN TROPIEZO


El Chaco ardía en el algodonal. Mediaba enero, y Ciriaco se había levantado muy temprano a fin de aprovechar el fresco de la mañana para pegar la última carpida al tabloncito de algodón que tenía en un claro del monte, como a siete cuadras de las casa. Comenzaban ya a preñarse los capullos tratando de reventar en una mano abierta que regalaba la blanca fibra.

Serían cerca de las once de la mañana. Estaba con la azada en la mano desde las cinco, y ahora el cansancio se desparramaba por su cuerpo lo mismo que el sudor que lo deshidrataba dejándole huellitas de sal al secarse. Tenía sed y esperaba llegar cuando antes a su rancho para refrescarse bajo el chorro de agua de la bomba y beber después despacio y a sorbos lentos. Conocía los peligros del agua fresca para el que la bebe con ansia y con el cuerpo recalentado por las faenas del campo.

Decidió acortar el camino. En lugar de hacerlo por la huella que bordeaba un rastrojo viejo lleno de malezas, lo cortó derecho por entre los yuyos altos y la gramilla espesa. Con la azada al hombro, y arrastrando a medias sus viejas alpargatas, trataba de avanzar por entre el malezal donde el año anterior había tenido la chacra. Iba distraído de lo que hacía y concentrado en lo que le esperaba. Ni tiempo tuvo de darse cuenta, cuando sus pies tropezaron en un gran bulto que estaba escondido entre el pastizal.


No hubo manera de evitar la costalada. Instintivamente arrojó a un lado la azada, para no lastimarse con ella, y dejó que el cuerpo cayera lo más flojo posible, para evitar quebraduras. Se dio un tremendo golpe que apenas si lograron mitigar las ramas del yuyo colorado que lo recibió, junto con algunas rosetas traicioneras. Desde adentro le nació la necesidad de desahogarse con una maldición. ¡Lo que le faltaba al día!


Pero se contuvo. Si había tropezado, con algo sería. ¿Y si aquello fuera una sandía? Se puso de pie, y recogiendo la azada, fue despejando el lugar donde terminaban las huellas de sus pisadas y comenzaba la de su cuerpo. Y efectivamente, allí entre la gramilla alta y los yuyos frondosos, estaba una hermosa sandía con la guía medio seca. Pesaba como veinte kilos. Seguramente alguna semilla de la cosecha anterior había germinado entre el rastrojo, y ahora le ofrecía su fruto de la única manera que tenía: poniéndoselo delante de sus pies.


A pesar del cansancio, del calor, y de su cuerpo dolorido por la caída, cargó con cariño la sandía sobre sus hombros y con cuidado completó la distancia que lo separaba de su rancho. Y mientras de antemano saboreaba la sorpresa que le daría a su patrona, se iba diciendo a sí mismo:


-    ¡No hay tropiezo que no tenga su parte aprovechable!


Anthony de Mello S.J. cuenta en la página 205 de su libro El Canto del Pájaro:  "Desde lo alto de un cocotero, un mono arrojó un coco sobre la cabeza de un sabio. El hombre lo recogió, bebió su dulce jugo, comió la pulpa y se hizo una taza con la cáscara. 


Mamerto Menapace   
Monje y Escritor Argentino


lunes, 10 de junio de 2013

Poderosa Ministra de Trabajo de Alemania.



Madre de 7 hijos y defensora de los valores cristianos: así es la ministra que revoluciona Europa


Está revolucionando la política alemana. Hace sombra a la poderosa Angela Merkel y hasta su nombre ha sonado para presidenta del país o futura canciller. Es el caso Úrsula Von der Leyen, una política atípica que está rompiendo moldes en Europa. Precisamente ahora es ministra de Trabajo y Asuntos Sociales en Alemania y en España es conocida por haber venido a ofrecer empleo a 5.000 jóvenes españoles.

        Esta alemana de 55 años es algo más que política. Los alemanes la llaman “la madre de la nación” pues tiene siete hijos. Durante sus años en la política se ha empeñado en demostrar la grandeza de los hijos, las enormes ventajas de los niños en la sociedad y ha luchado por abrir camino a las familias que quieren tener hijos en una Europa con una histórica crisis demográfica.

La importancia de rezar con sus hijos
        Von der Leyen es además una mujer de fuertes convicciones religiosas. Es cristiana y practicante. Cuenta orgullosa lo importante que es desayunar todos los días con sus hijos y rezar con ellos antes de acudir a sus obligaciones en el Ministerio. Del mismo modo hace lo mismo por las noches antes de que sus hijos vayan a dormir.



        Es una de las principales valedoras en recuperar y poner en valor en Europa los valores cristianos que han forjado el continente siglos atrás. La familia juega aquí un papel esencial. Lo sabe. Y no le importa liderar esta revolución familiar. No es de extrañar, por tanto, que las feministas radicales la tengan en su punto de mira y esté siempre en la diana de sus críticas e insultos. “¡Esa mujer!”. Así se refieren a ella con desdén las feministas. Sin embargo, ella les replica que Alemania y Europa irían mejor con más mujeres como ella, es decir, madres.

Luchadora por la familia
        Desde 2009 es ministra de Trabajo pero su incansable lucha por la familia viene de atrás pues previamente, de 2005 a 2009, fue ministra de Familia, Mujer y Juventud. Desde ese puesto legisló a favor de este colectivo y ayudó a que las familias puedan conciliar mejor el cuidado de los hijos y el trabajo. Algo básico hoy en día.

        Úrsula ha mostrado también al mundo la falacia de que no se puede ser madre y progresar profesionalmente, sin tener que por ello renunciar a tener familia. Estudió Económicas y más tarde se doctoró en Medicina llegando a dedicarse a la investigación. Más tarde se trasladó a EEUU debido a compromisos laborales de su marido. Allí se dedicó a cuidar de sus hijos y a la investigación y vio la importancia de ayudar a la familia. A partir de ahí entró en la CDU alemana y comenzó su meteórica carrera política.

Su carrera contracorriente
        Al llegar al Gobierno de Merkel fue consciente de que sus cinco compañeras del Ejecutivo, incluida Merkel, habían renunciado a la maternidad para dedicarse a la política. Ella era el bicho raro y lamenta que en su país “tener siete hijos esté mal visto, se considera casi una provocación”.

        Como ministra de Familia preparó una mini-revolución que fue hasta mal vista por su propio partido aunque ella siguió adelante. Propuso guarderías gratuitas y ayudas a los padres para el cuidado de sus hijos así como el permiso para que los padres pudiesen quedarse en casa cuidando de los niños. Pese a las críticas ella hablaba de sus experiencias familiares y cómo había podido conciliar trabajo y familia. “Me han llegado a preguntar si quiero encerrar a los padres a latigazos y eso demuestra el desprecio hacia todo lo que tenga que ver con el cuidado de los niños”.

La familia, cuna de valores
        En una entrevista en ABC cuando aún era ministra de Familia, Von der Leyen aseguraba que “no soy una superwoman, donde estoy es el resultado de un largo camino de altibajos y decisiones con mi marido, y también de algunos errores”.

        “La familia recobra su importancia, no sólo como factor de equilibrio, sino como herramienta para transmitir directamente unos valores, una interioridad y una trascendencia. Además, comprobamos que sin niños un país no puede seguir existiendo, por razones económicas y también emocionales”, afirmaba.

        “Los niños no significan pobreza”
En este sentido, agregaba que “estamos en una situación muy crítica, sobre todo psicológicamente. Hay que volver a hablar del pan que los niños traen bajo el brazo: se llama alegría, fuerza creadora, seguridad futura…que los niños no significan pobreza, sino perspectiva”.

        Del mismo modo, Úrsula Von der Leyen afirma que hay que recuperar los valores de siempre, no existen los nuevos. “La familia, la responsabilidad por el otro, valores cristianos que deben ser traducidos a otros tiempos. La familia no puede pervivir mirando a lo que fue, su economía y la de todos es ya global y la mujer es hoy muy importante. Pero siguen importando que haya niños en las calles, la solidaridad generacional, la buena educación, la subsidiaridad, y hay que preguntarse cómo mantenerlas en un mundo moderno”.



“Tener cuatro hijos es dirigir una pyme”
        En su opinión, la familia “recupera importancia frente a la globalización. La familia es donde se aprende la responsabilidad entre hijos y padres, los valores que queremos para mañana. La educación hoy es transfronteriza, pero igual necesita límites, pues de mayor uno encontrará reglas. Los niños siguen necesitando tiempo, y ejemplo: y deben conocer valor del esfuerzo para el éxito”.

        A pesar de ello ve cambios en el mundo actual. Hay ya empresas que prefieren a personal con familia que a solteros. La ministra responde que es algo normal pues “son las cabezas más flexibles, rápidas y maduras emocionalmente. Piense que tener cuatro hijos es ya dirigir una pyme”.

        Igualmente, cuenta su experiencia personal en Estados Unidos cuando se trasladó allí con su marido. “Cuando me presentaba a trabajos en EEUU siempre me preguntaban qué hacía además del trabajo, si criaba niños o colaboraba con alguna asociación. ¡Me han dado puestos por tener hijos…En Europa me los darían por no tenerlos!”.

Javier Lozano

jueves, 6 de junio de 2013

¡DOCTOR NO, SEÑOR!

 
Un aplauso muy sonoro y prolongado merecen los psicólogos colombianos. Porque han determinado que a ninguno de ellos se lo llame «doctor», sino, sencillamente, lo que son: Psicólogos. ¡Qué buena decisión! El ejemplo amerita que sea seguido al pie de la letra por otras tantas agremiaciones de profesionales que existen en el país; y también, individualmente, por todos los demás colombianos. Es una determinación que decanta lo banal y se circunscribe a la sencillez; así debería proceder el ser humano en todo. No son los títulos, que parecieran concitar «engrandecimiento» y vanagloria, los que hacen importante o valiosa a una persona; al revés, son sus muestras de sencillez profunda. 

Este ejemplo de los psicólogos cae muy bien en nuestro país, donde se le rinde pleitesía a la «doctoritis» de forma tan ilimitada que «a cualquiera le dicen doctor». Aquí, a todo aquel que se atreva a pisar los predios de una universidad lo llaman «doctor»; aunque, a veces, sus conocimientos y su conducta dejen mucho que desear. Esa arrogancia que muchos transpiran, hasta el colmo de auto llamarse doctores cuando hablan delante de otras personas, no produce los efectos que ellos creen; al contrario, generan un concepto de personas prevalidas de engreimiento y petulancia, con auto animación por el egocentrismo. ¡Abundan quienes se vuelven empalagosos y antipáticos! 

Recuerdo el día en que una contadora pública, a la que yo visitaba, con aire insuflado de vanidad excesiva contestó al teléfono de su oficina en ausencia de la secretaria. «Buenas tardes, habla la doctora fulana», dijo, sin grisma de rubicundez. Mientras le proporcionó una información a quien llamaba, la consideré prepotente al extremo; y me dediqué a pensar en eso que los psicólogos han decidido: eliminar la palabrita doctor del lenguaje de todos los profesionales universitarios, para que aterricen; para que caigan en la cuenta que es la humildad la que genera aplausos, al lado de demostraciones preclaras de sus capacidades para ejecutar aquellas tareas de las que tanto se ufanan muchos y que, a veces, dejan sospechas de cómo sería que alcanzaron la cartulina de la universidad por la que se dicen «doctores». Porque abundan esos especímenes: proclaman la «doctoritis aguda» por doquier, pero sus talentos y capacidades clasifican para la sección «en espera».

A la plausible iniciativa de los psicólogos colombianos deberían unirse los congresistas, diputados y concejales. Ellos, que tanto desprestigio han cultivado a su alrededor por las oscuras maniobras que todos conocemos, deberían llamarse, sencillamente, señores; y demostrar que lo son, o por lo menos que dejen un indicio de que están trabajando para serlo. Porque el título de «honorables» que ellos se autorregalan para aumentar el aire de agrandamiento (« ¿Usted no sabe quién soy yo?») Con que se pavonean de un lado a otro, no tiene ni razón de ser ni un tris de verosimilitud. ¡La honorabilidad está lejos de su entorno!

El más dignificante título que un hombre puede exhibir y llevar con decoro a diario es el de señor. Cuesta mucho conseguirlo. No se trata de confirmar por fuera que se es de sexo masculino, como se cree. Eso es vano. Señor es el resultado de todo un proceso de formación humana; un conjunto de virtudes y actitudes tales que no dejen traslucir comportamientos zafios y detestables. Y, claro, para que las damas no se sientan discriminadas o excluidas también a ellas les cabe el título de señoras. ¡Aunque no todas sepan llevarlo con gallardía! 

En México y Venezuela a los profesionales universitarios se los llama licenciados. Y punto. Nada de engreimientos. Y eso no les resta importancia a sus profesiones, ¡ni nadie cae en desgracia porque no le digan doctor! Qué bueno fuese que a los psicólogos colombianos, que eliminaron el vocablo doctor de su entorno, los emularan también abogados, contadores públicos, sociólogos, trabajadores sociales, economistas, administradores de empresas, arquitectos, ingenieros y demás. Podría ser un principio para retomar el camino que conduce a ser humanos, ¡simplemente humanos!

En la época en que el abogado Roberto Cadena Arenas fue alcalde de Bucaramanga, él hacía que yo sintiera más aprecio por mi actividad profesional, pues tenía la sana costumbre de saludar mentando, precisamente, la profesión del saludado: « ¡Hola, periodista!», decía con gran entusiasmo y sin una pisca de ironía. Era un sincero saludo para la humilde condición laboral del ser. Dejemos el vocablo doctor solamente para así llamar a quien ha recibido el “último y preeminente grado académico que confiere una universidad u otro establecimiento autorizado para ello”, como lo define el diccionario. Porque, recordemos, esa palabra se les endilga muchas veces a ciertas personas ¡para insultarlas!

JAIRO CALA OTERO
Periodista autónomo
Talleres de escritura - Corrección de textos
315 401 0290 - (7) 696 2304

Bucaramanga - Colombia

lunes, 3 de junio de 2013

¿Cómo se mide tú valor?

No se mide según con quién sales, ni por el número de personas con quienes has salido.
 
No se mide por la fama de tu familia, por el dinero que tienes, por la marca de coche que manejas, ni por el lugar donde estudias o trabajas.
 
No se mide ni por lo guapo ni por lo feo que eres, por la marca de ropa que llevas,ni por los zapatos, ni por el tipo de música que te gusta. Tú valor, simplemente, es…Otra cosa
 
Tú valor:
Se mide por el sabor de boca que dejas a los demás con tu presencia y con tus comentarios.
Se mide según a quién amas y según a quién dañas. Se mide según la felicidad o la tristeza
que proporcionas a otros. Se mide por los compromisos que cumples y las confianzas que traicionas.
 
Se trata de lo que se dice y lo que se hace… y si esto es dañino o benéfico.
Se trata de a quién no  le haces caso o ignoras intencionalmente.
 
Se trata de los juicios que formulas, y a quién o contra quién los comentas. Se trata del amor, el respeto o el resentimiento que llevas dentro de ti, y de cómo lo cultivas .
 
El no hacer demasiado alarde de lo bueno que hagamos , cuando uno sabe su valor, a veces no es necesario decir nada.  Ni firmar todo lo que hacemos para que todos vean,
mira yo lo hice, mira yo lo escribí… Basta con que Dios lo sepa.
 
Tú valor se mide, por la capacidad que tengas de ser compasivo y comprensivo con los demás.
Por la capacidad que tengas de ver más allá de las apariencias, de valorar a las personas
no por su aspecto o status. De ser sencillo a pesar de tener todos los medios para poder ser altivo.
 
De dar un buen trato a todas las personas, aún a las más humildes… que son las que más necesitan de una muestra de interés, cariño o humanidad de los que estamos en otro nivel económico. La vida será contigo tan justa como lo eres con los demás.
 
Esto, es lo que le da un verdadero valor a tú persona, esto se llama tener una verdadera
“calidad humana”.
 
¡Que tengas un hermoso día!

celebrandolavida.org


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