Gentilezas que van más allá de las reglas de educación parecen cada vez más raras en el día a día. ¿Hay modo de recuperarlas?
Nadie discute que la vida está más acelerada, agitada y llena de
información. También es un hecho consumado que las grandes ciudades
obligan a la gente a vivir presionada y estresada. ¿Existe espacio en
ese escenario caótico para la cortesía, o ella pasó de moda?
“Yo no diría que pasó de moda, sino que está un poco olvidada”, dice Vanessa Barone, consultora de etiqueta y autora del libro “Descomplique – um guia de convivência e elegância”
(editora Leya). “Es un retrato de nuestra época. El exceso de gente, de
trabajo, la agenda apretujada, todo esto hace que uno piense en sí
mismo, antes que en otra cosa”, estima la consultora. “Pero todo el
mundo valora la cortesía y a quien es cortés.”
Parece difícil ser cortés en medio de tanta agitación, pero a Vanessa
le parece perfectamente posible. “La cortesía no le hace perder tiempo.
¿Cuántos segundos cree que perdería en 24 horas, si tuviese la cortesía
de parar antes del paso de cebra, para que el peatón atraviese en paz, y
además saludarlo con una sonrisa? Casi nada.” Para ella, la cortesía es
un entrenamiento: cuanto más se practica, más interiorizada queda, y
por lo tanto más natural y fácil.
La profesora de historia, Flor Martha Ferreira, que da clases de
buenas maneras y cortesía para niños y adolescentes desde hace diez
años, explica que, a pesar de que entendamos la cortesía como sinónimo
de buenas maneras, el término viene del comportamiento de los nobles en
la corte, y estaría vinculado directamente a una manera civilizada de
vivir en grupo: los modales elegantes de los nobles y de los hidalgos.
“En este sentido, no puede ser confundida con buenas maneras o pequeñas
reglas sociales, la cortesía tiene que ver con valores humanos”,
concluye la profesora. De hecho el diccionario Houaiss, define cortés
como:
1. de la corte (‘ciudad’)
2. refinado, civilizado, urbanizado <persona de hábitos
3. fig. delicado en las palabras y acciones; gentil <hombre cortés>
.
“Perdemos los hábitos porque perdemos la consideración por la persona humana;
si quisiéremos recuperar la cortesía, tenemos que priorizar más a las
personas que a las cosas, el bienestar de todos más que los intereses
personales, el altruismo más que el egoísmo”, opina Flor Martha.
¿Entonces, cuál es la diferencia en la práctica?
“Una persona corrupta puede hasta decir “gracias”, tener gestos
educados o agradar con gentilezas, pero no es cortés porque no tiene
respeto por el otro”, ejemplifica Flor. En general la cortesía
camina paralelamente con los valores religiosos y morales. La base de la
cortesía en el mundo occidental son los preceptos cristianos de caridad
y de amor al prójimo, considera la profesora.
Extracto del original – Verônica Mambrini
http://www.accionfamilia.org
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