Muchos definen la intimidad como un “límite entre lo público y lo privado, entre lo confidencial y aquello que puede mostrarse”- podemos decir que en numerosas ocasiones el concepto de intimidad sobrepone al de privacidad o confidencialidad. Aquí queremos resaltar que la intimidad es mucho más que lo meramente privado, “intimidad es un término que lleva implícito otro término, profundidad”.
¿Qué es la
intimidad?
La definición en el
Diccionario de la Real Academia Española: “Zona espiritual íntima y reservada
de una persona o de un grupo, especialmente de una familia”.
“…La intimidad es
una necesidad humana y un derecho natural del hombre. El término intimo viene
de intimus que significa
“lo más interior”. A esto es a lo que me referiré hoy, a aquello que se guarda
en lo más interior.
La intimidad es un derecho
fundamental, es lo que realmente le pertenece a cada persona, es la
fuerza y señorío. Según Ilva Hoyos: “…se manifiesta en el dominio que la
persona tiene sobre si misma, su vida, sus actos, su integridad física su
intimidad, su honor”…
¿Qué te pertenece de
tu cuerpo? Lo que guardas de la vista de los demás. ¿Qué le pertenece a tu
alma? Tus pensamientos, tus sentimientos más profundos, tus amores que cuidas y
compartes sólo con la persona indicada.
La intimidad está
amenazada
Comparo la intimidad
a un iceberg, ese témpano profundo de hielo que luce muy normal a la vista pero
que es muy difícil de quebrantar. Recordemos la historia del Titanic. Cuando se
ha desarrollado una intimidad profunda y fuerte, los embates de la vida se
enfrentan con entereza y se mantiene la paz interior. De lo contrario cuando no
se posee una intimidad sólida y profunda, esos embates resquebrajan el ánimo y
pueden llevar a la persona a perder el equilibrio emocional que se requiere en
los momentos difíciles. Como ejemplo puedo dar la vida de los artistas que
ventilan todo a la luz pública. Muchos tienen una vida bastante infeliz y con
finales trágicos.
Si la intimidad es
un derecho fundamental que lo protege la Constitución, a los personajes
públicos no se les respeta. Al
cometer un error íntimo hacen leña del árbol caído para vender más revistas
sacándoles a relucir los trapitos al sol.
Hoy más que nunca
este derecho y el cultivo de la intimidad se ven amenazados, primero que todo
en las redes sociales, también en
programas de TV horario triple A, donde se exponen los más bajos instintos de
los protagonistas. Se destapan y ventilan los sentimientos, los gustos, los
disgustos de manera ordinaria y vulgar. Recordemos el refrán popular muy
diciente al respecto: “La ropa sucia se lava en casa.”
¿Cuándo se
puede y debe compartir la intimidad?
Se abre la intimidad
para proteger derechos afectados al interior de la familia, ej. maltrato físico
que hay que denunciar.
También cuando esa
apertura redunda en beneficio personal o de otra persona: comparto mi intimidad
con aquel que sufre, padece por algo que yo he sufrido y al compartir mi
experiencia intima puede ayudarle a aliviar su dolor o a encontrar una
solución.
Cuando visitamos el
médico, el sacerdote, el psiquiatra y abrimos nuestra alma, nuestro corazón
buscando una cura.
La compartimos con
la persona amada de corazón.
En los ratos de
oración con Dios es cuando se crece y fortalece la intimidad.
Hablando del tema,
mi amiga Lucía, me envió el siguiente texto: “La parte más intima de una mujer
no la tendrás nunca mientras la desnudas, la tendrás mientras la escuchas. La
parte más intima de una mujer, la tendrás cuando toques un punto que nunca
nadie más ha tocado así: su alma.”
Desarrollar,
fortalecer, cuidar, guardar y proteger esa intimidad es una tarea que todo
padre de familia debe aprender y enseñar a sus hijos desde pequeños porque esto
posibilita el desarrollo integro de la personalidad. Ese cultivo de la intimidad ampliará su capacidad para
relacionarse con los demás de manera armónica, le enseñará a confiar y a creer
en el otro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario