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"El Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen." Santa Teresa de Ávila
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viernes, 9 de agosto de 2019

La casa también es cosa de los hijos



Parece que vamos asumiendo que las tareas de casa no son una labor de la mujer. Durante mucho tiempo, hombre y mujer fueron educados en un reparto desigual de las tareas propias del hogar. Él estaba llamado a ser el que trajera dinero a casa, trabajando fuera, y ella estaba destinada a ser la que criase a los hijos y mantuviese la casa en orden. Hoy en día, no deja de ser un modelo válido; siempre y cuando sea la misma familia la que opte por repartirse así. Es un modelo machista si viene impuesto por ideología; no lo es si, sin ideología, la familia opta por él. Así lo entiendo yo, tras conocer muchos casos actuales de amigos donde se sigue dando por distintas circunstancias. Sigamos.

Hoy mismo me he encontrado con un artículo donde se hablaba de que hombre y mujer deben afrontar las tareas del hogar sin roles preestablecidos. Está claro. En mi casa, la limpieza, la lavadora, la cocina, el tender la ropa, la economía doméstica, el ir a hacer la compra, etc. se hace por parte de los dos. Habrá que ser razonable y repartirse las cosas en función de horarios, cargas y presencias; pero parece claro que ambos tenemos claro que cuando en el cubo hay mucha ropa, alguno debe poner la lavadora, que es de los dos.

Pero descubro que todavía nos queda camino por hacer. Los hijos también forman parte de la familia, del hogar. Ellos también tienen la responsabilidad y la obligación de compartir muchas de estas tareas. Es usual ver artículos, libros y apuntes de educación en los que se anima a los padres a dar pequeñas tareas a los hijos cuando estos son pequeños. Poner la mesa, ayudar en la cocina, recoger sus juguetes… ¿Objetivo? Pues que ellos vayan asumiendo pequeñas responsabilidades, vayan sintiéndose útiles, vayan ganando confianza… Todo muy educativo y muy bonito. Me atrevería a decir que con cierto tufo de “diversión” para los propios niños. Es decir, que vayan haciendo cositas y que a ellos les guste y se sientan bien. Vale.

El problema viene cuando esos niños comienzan a hacerse grandes. Y de repente parece que no se les puede pedir nada. Los padres nos pasamos de aquí para allá todo el día, llevándolos al cole, al baloncesto, a sus entrenamientos, al conservatorio, a los cumpleaños de sus amigos, aquí y allá. Y luego resulta que los pobres están cansados y no pueden hacer nada. Resulta que en casa somos tres, o cuatro, o cinco, o seis… o los que seamos, pero por alguna extraña ecuación… las tareas de hogar se reparten entre dos. Pues muy mal. Resulta que esas tareas que antes les resultaban divertidas, ¡ahora ya no les gustan claro! La mesa que la ponga otro, el lavavajillas que lo quite mamá, la cena que se prepare sola, la lavadora funciona por arte de magia y cómo es que mi equipación de baloncesto no está en  mi armario, planchadita… Y nada, que parece que hay que tragar. Pues miren, no es así.

Los hijos deben participar en el mantenimiento del hogar como uno más. ¿Por qué? Por el simple hecho de formar parte de él. La familia somos todos. El hogar somos todos. Cada uno a su nivel, por supuesto… Pero es que un adolescente medio ¡puede hacer muchas cosas!

Cuidado con criar hijos que se piensen que esto de la familia no va con ellos. O que sólo se comparte lo bonito. Lo feo, ya se lo comen papá y mamá. Y cuidado con transmitir la idea de que evitándoles los esfuerzos, los queremos o los cuidamos más. De eso nada. A ver si ahora el amor se traduce simplemente en complacencia y capricho…

Un abrazo fraterno – @scasanovam


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