Las tres cosas más difíciles en este mundo son: guardar un
secreto, perdonar un agravio y aprovechar el tiempo.
Benjamin Franklin
Han pasado unos años desde que soy abuela y desde esta experiencia puedo decir que debemos mantener una actitud amable en relación con las opiniones de nuestros hijos casados. Conviene saber callar y ser discreto. Con el tiempo una comprende que lo que pensamos lo saben de los tiempos que vivieron con nosotros y que ellos han de ser autónomos y felices.
Queremos mantener con ellos buena comunicación y confianza y por ello sabemos quedar en un segundo plano estando a su disposición pero con absoluta prudencia para detectar cuando conviene no hablar. Siempre seremos mejor recibidos si sabemos escuchar. Además nuestros hijos tienen la libertad de opinar de manera diferente a nosotros, sus padres. Solo en algún caso absolutamente necesario les apoyaremos hablando a solas y con mucho tacto para comunicarnos de verdad pero evitaremos hacerlo cuando se trate de temas banales y opinables.
Es necesario establecer diálogos, pero sin olvidar que "las ideas no se imponen sino que se proponen", como bien nos recordaba el Santo Padre Juan Pablo II. Conviene no ser impositivo.
Cuando nuestro punto de partida es el de recordar que tenemos limitaciones, que no somos infalibles y que cada uno es quien es, seguro que recordaremos que durante nuestros años de matrimonio, siendo jóvenes, nos gustaba vivir un aire de familia propio y seremos más comprensivos.
Hasta aquí y para hoy una pequeña reflexión de abuela. Vivir la discreción, será muchas veces desaparecer de escena y dejar que luzcan nuestros hijos y nuestros nietos con brillo propio.
Victoria Cardona
VIDA DE FAMILIA
Fuente:www.fluvium.org
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