English plantillas curriculums vitae French cartas de amistad German documentales Spain cartas de presentación Italian Dutch Russian Portuguese Japanese Korean Arabic Chinese Simplified
"El Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen." Santa Teresa de Ávila
gadgets para blogger

martes, 31 de diciembre de 2013

Hoy es Noche vieja



Deseo dormir en paz la última noche del año y despertar con el alma renovada para emprender la nueva jornada de este año que comienza.

Se fue un año más. 

Al final del año es conveniente hacer un balance de los 365 días, para ver qué se hizo con ese año de vida. Conviene también saldar todas las deudas que se tienen con Dios y con los demás. 

Quiero asomarme a la ventana de mi casa y mirar hacia atrás, hacia ese largo camino que he recorrido durante todo el año. 

Si algo puedo ver, es que cada día de ese año transcurrido estuvo lleno del amor de Dios. Estoy en deuda con Él; por eso mi primera palabra al final del año es: ¡Gracias!. 

Pero, al lado de tantas bondades de ese Dios, está la triste historia de la ingratitud y la mediocridad para con ese gran amigo. Por eso la segunda palabra tiene que ser: "¡Perdóname todos los errores, todas las mediocridades!. ¡Yo sé que me perdonas!" 

Pero hay una tercera palabra que quiero decir: "Te pido un gran año para hacer con el una gran tarea, ayúdame a que este año que empieza sea mejor, que valga la pena vivir. Conviértelo en un gran año. Que aquello de "próspero año nuevo" no se quede en una ironía, sino en una verdad. 

También quiero, al final del año, saldar cuentas con mi prójimo, quiero sacar de mi espíritu, arrancar, tirar todos los rencores, odios, resentimientos hacia mis hermanos. Quiero terminar el año bien con todos. Quiero poder decir que no tengo malos sentimientos hacia ningún ser humano. 

Es hora de pedir perdón a todos los que en el camino he herido, molestado, desairado. A los que tenían derecho a esperar una respuesta y no se la di, a los que necesitaban una palabra de aliento y me quedé con ella. A los que encontré tirados en el camino de la vida, desesperados, tristes, vacíos de Dios y de ilusión, y pasé de largo porque tenía mucha prisa. Quiero pedirles perdón. 

Deseo dormir en paz la última noche del año y despertar con el alma renovada para emprender la nueva jornada de este año que comienza. 

Es importante recordar que este año será lo que cada uno haga con él. ¿Será el mejor o será el peor? ¿Será uno de tantos, ni bueno ni malo, sino todo lo contrario? De cada uno de nosotros depende. 

Dios que te da ese año nuevo es el que más ardientemente te dice: ¡FELIZ AÑO! 


Al Dios que me dio la vida, ¡gracias!. 
Al Dios de mis días felices, ¡gracias!. 
Al Amor de mis amores, ¡gracias!. 

Puesto que al final de la vida me examinarán del amor, perdóname por no haber amado lo suficiente, y concédeme morir de amor.

P Mariano de Blas 
Fuente: Catholic.net

viernes, 20 de diciembre de 2013

Pesebre paraguayo entre...

...sandía, melón chipá y olor a flor de coco,
 la Virgen y San José esperan el Nacimiento del Niño Dios...


















Fotos de :GOOGLE
                     ULTIMA .HORA
                     PARAGUAY EN  FOTOGRAFIA

jueves, 10 de octubre de 2013

ENSEÑANDO A LA MAESTRA



Su nombre era Srta. Pérez. Mientras estaba al frente de su clase de 5º grado, el primer día de clase lo iniciaba diciendo a los niños una mentira.

Como la mayor parte de los profesores, ella miraba a sus alumnos y les decía que a todos los quería por igual. Pero eso no era posible, porque ahí en la primera fila, recostado sobre su asiento, estaba un niño llamado Carlos.

La Srta. Pérez había observado a Carlos desde el año anterior y había notado que él no jugaba a gusto con los compañeros, su ropa estaba muy descuidada y constantemente necesitaba darse un buen baño.

Carlos comenzaba a ser un tanto desagradable. Llegó el momento en que la Srta. Pérez disfrutaba al marcar los trabajos de Carlos con un rotulador rojo haciendo una gran X y colocando un cero muy llamativo en la parte superior de sus tareas.

En la escuela donde la Srta. Pérez enseñaba, le era requerido revisar el historial de cada niño, pero dejó el expediente de Carlos para el final.
Cuando ella revisó su expediente, se llevó una gran sorpresa. La profesora de primer grado escribió: “Carlos es un niño muy brillante con una sonrisa sin igual. Hace su trabajo de una manera limpia y tiene muy buenos modales… es un placer tenerlo cerca”.

Su profesora de segundo grado escribió: “Carlos es un excelente estudiante, se lleva muy bien con sus compañeros, pero se nota preocupado porque su madre tiene una enfermedad incurable y el ambiente en su casa debe ser muy difícil”.

La profesora de tercer grado escribió: “Su madre ha muerto, ha sido muy duro para él. Él trata de esforzarse mucho, pero su padre no muestra mucho interés y el ambiente en su casa le afectará pronto si no se toman ciertas medidas”.
Su profesora de cuarto grado escribió: “Carlos se encuentra atrasado con respecto a sus compañeros y no muestra mucho interés en la escuela. No tiene muchos amigos y en ocasiones duerme en clase”.

Ahora la Srta. Pérez se había dado cuenta del problema y estaba apenada con ella misma. Comenzó a sentirse peor cuando sus alumnos les llevaron sus regalos de Navidad, envueltos con preciosos envoltorios y papel brillante, excepto Carlos. Su regalo estaba mal envuelto con un papel amarillento que él había tomado de una bolsa de papel.

A la Srta. Pérez le dio pánico abrir ese regalo en medio de los otros presentes. Algunos niños comenzaron a reír cuando ella encontró un viejo brazalete y un frasco de perfume empezado, con sólo un cuarto de su contenido original.

Ella detuvo las burlas de los niños al exclamar lo precioso que era el brazalete mientras se lo probaba y se colocaba un poco del perfume en su muñeca.

Carlos se quedó ese día al final de la clase el tiempo suficiente para decir:
“Srta. Pérez, en el día de hoy usted huele como solía oler mi mamá”.

Después de que el niño se marchara, ella estuvo llorando al menos una hora...

Desde ese día, además de enseñarles a los niños aritmética, a leer y a escribir, también se preocupó de educarlos en valores. La Srta. Pérez puso atención especial en Carlos. 

Conforme comenzó a trabajar con él, su cerebro comenzó a revivir. Mientras más lo apoyaba, él respondía más rápido.

Para el final del ciclo escolar, Carlos se había convertido en uno de los niños más aplicados de la clase y a pesar de su mentira de que quería a todos sus alumnos por igual, Carlos se convirtió en uno de los consentidos de la maestra.

Un año después, ella encontró una nota debajo de su puerta, era de Carlos, diciéndole que ella había sido la mejor maestra que había tenido en toda su vida.

Seis años después por las mismas fechas, recibió otra nota de Carlos, ahora escribía diciéndole que había terminado la preparatoria siendo el tercero de su clase y ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido en toda su vida.
Cuatro años después, recibió otra carta que decía que a pesar de que en ocasiones las cosas fueron muy duras, se mantuvo en la escuela y pronto se graduaría con los más altos honores.

Él le reiteró a la Srta. Pérez que seguía siendo la mejor maestra que había tenido en toda su vida y su favorita.

Cuatro años después recibió otra carta. En esta ocasión le explicaba que después de concluir su carrera, decidió viajar un poco. La carta le explicaba que ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido y su favorita, pero ahora su nombre se había alargado un poco, la carta estaba firmada por Carlos Rodríguez, Doctor en Medicina.

La historia no termina aquí, existe una carta más que leer. Carlos ahora decía que había conocido a una chica con la cual iba a casarse. Explicaba que su padre había muerto hacía un par de años y le preguntaba a la Srta. Pérez si le gustaría ocupar en su boda el lugar que usualmente es reservado para la madre del novio. Por supuesto, la Srta. Pérez aceptó y adivinen…

Ella fue a la boda luciendo el viejo brazalete y se aseguró de usar el perfume que Carlos recordaba que usó su madre la última Navidad que pasaron juntos.
Se dieron un gran abrazo y el Dr. Rodríguez le susurró al oído, “Gracias Srta. Pérez, por creer en mí. Muchas gracias por hacerme sentir importante y mostrarme que yo puedo hacer la diferencia”.

La Srta. Pérez, con lágrimas en los ojos, respiró profundamente y dijo, “Carlos, te equivocas, tú fuiste el que me enseñó a mí que yo puedo hacer la diferencia. “No sabía cómo educar hasta que te conocí”.
Alegra el corazón de alguien hoy… comparte este mensaje. Recuerda que a donde quiera que vayas y hagas lo que hagas, tendrás la oportunidad de tocar y/o cambiar los sentimientos de alguien, trata de hacerlo de una forma positiva.


domingo, 6 de octubre de 2013

¿Hay malos usos de los métodos naturales?

Muchas personas piensan que el Billings y los métodos naturales para regular la propia fertilidad serían siempre “buenos”: cualquier pareja de esposos podría usarlos sin ningún escrúpulo. Piensan, además, que la Iglesia acepta plenamente cualquier uso de los métodos naturales. Algunos dicen, incluso, que el Billings sería un “método anticonceptivo” aprobado para los católicos, por el hecho de que es “natural”.

        Estas suposiciones caen en varios errores que conviene descubrir y superar. El primero consiste en creer que el Billings es un método anticonceptivo que puede ser puesto al lado de otros métodos.

        Unos usan la píldora, otros usan el condón, otros usan la espiral (que, muchos lo olvidan, actúa también como método abortivo precoz)... y otros usan el Billings. ¿Cuál es la diferencia? El resultado que buscan todos es el mismo: no tener hijos durante un periodo más o menos largo de tiempo.

        Notamos, en efecto, que cuando una pareja decide no tener hijos, busca información sobre los mejores métodos, estudia la eficacia de cada uno, consulta con el ginecólogo. El Billings y otros métodos naturales aparecen en algunas listas como si se tratasen de métodos anticonceptivos, puestos al mismo nivel que los demás, valorados con un buen índice de “eficacia” para prevenir el embarazo.

        Pero si vamos a fondo, nos damos cuenta de un grave error. Técnicamente hablando, es anticonceptiva “toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación” (Pablo VI, encíclica Humanae vitae n. 14).

        Así, hay anticoncepción cuando se busca impedir el encuentro de los gametos a través de una cierta alteración del correcto funcionamiento del organismo femenino (o masculino, cuando existan técnicas orientadas al varón), o a través de otros métodos que obstaculicen el ingreso de los espermatozoides en la vagina cuando los esposos tienen relaciones sexuales.

        El Billings no actúa así: ni altera el organismo de la mujer, ni pone barreras a los espermatozoides. Nunca es, por lo tanto, un método anticonceptivo.

        ¿Qué es, entonces, el Billings? Es un método que ofrece información a la mujer para que pueda compartirla con su esposo: cuáles son los días fértiles y cuáles son los días no fértiles. Desde esa información, la pareja puede decidir en qué momentos tener o no tener relaciones sexuales: en cualquier momento, o, si existen motivos de peso, sólo en los momentos en los que la mujer no es fértil.

        Es importante, por lo tanto, dejar claro que los métodos naturales, en sí mismos, no suponen ningún mecanismo anticonceptivo, pues nunca alteran la naturaleza del acto sexual. Desde este punto de vista, en cuanto actos, no son algo éticamente incorrecto.

        Existe, a la vez, un segundo error: creer que el Billings puede ser usado siempre que se desee cuando los esposos no quieren tener hijos. En realidad, existen casos en los que usar el Billings y otros métodos naturales sería éticamente incorrecto, y conviene evidenciarlos.
        Pensemos en unos esposos que deciden, sin motivos de peso, no tener hijos a través del uso del Billings o de otros métodos naturales. Con su opción afrontan su vida matrimonial desde una perspectiva errónea. Cuando no existen graves motivos para no abrirse a la llegada de los hijos, la vida de pareja en su dimensión sexual y fecunda queda empobrecida y, en algunos casos, seriamente dañada. Domina entonces el egoísmo y se pierde el horizonte auténtico del amor esponsal, que implica tanto la ayuda mutua como el abrirse a procrear y educar a los hijos.

        En esos casos el uso de métodos naturales se convierte en algo inmoral. No porque los métodos naturales sean en sí mismos malos, porque no lo son. Sino porque el egoísmo u otros motivos insuficientes llevan a los esposos a recurrir a tales métodos con un fin éticamente incorrecto.

        Vale aquí lo que durante siglos han enseñado los expertos de ética: la bondad o maldad de un acto depende del objeto, del fin y de las circunstancias. El objeto es lo que uno realiza. El fin es el “para qué” una persona hace una cosa u otra. Las circunstancias son aquella serie de elementos que rodean cada uno de nuestros actos.

        En el caso del Billings, el objeto (lo que se hace) es correcto. Pero puede ser incorrecto el fin: usar el Billings para evitar la llegada de los hijos por motivos equivocados, egoístas, inválidos. Un fin erróneo convierte en éticamente malo el uso de un método bueno. Al revés, no empieza a ser bueno un método anticonceptivo (en sí mismo siempre malo) cuando se usa por un motivo bueno (en los casos en que una pareja tenga serias razones para no tener hijos).

        Es importante dejar claro que existen usos inmorales de los métodos naturales. Es por eso necesario que los esposos se pregunten si, de verdad, los motivos que creen tener para decir “no” a la llegada de un hijo son suficientes, son de peso. Si los motivos son insuficientes o incorrectos, la actitud más correcta será reconocerlo para superar egoísmos y abrirse con más confianza en Dios y en su propio amor para acoger con generosidad a los hijos que puedan nacer desde la vida conyugal bien vivida.


        Gracias a Dios, son muchos los esposos que se abren cada año al gran misterio de la vida. De este modo colaboran con Dios en la llegada de los hijos. Descubren así la grandeza de la vocación matrimonial al ver, junto al lecho esponsal, cómo corren, ríen y tropiezan esos niños que testimonian la belleza de la familia y la bondad del Dios amante de la vida.

http://www.fluvium.org/textos/familia/fam930.htm
Fernando Pascual, L.C.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Tres consejos para mejorar la forma en que lidias con conflicto

Todos podemos pensar en aquella persona que al sentir la más breve posibilidad de conflicto hace una broma, se ríe, abandona la situación, se queda completamente callado, o simplemente cambia el tema. Tal vez todos estos escenarios suenan tan familiares, porque esta persona somos nosotros. No nos gusta el conflicto: lo evadimos a toda costa, simplemente porque no sabemos cómo lidiar con él. El no saber cómo manejar tales emociones nos puede hacer sentir bastante incómodos, y hasta podemos sentir ansiedad solamente de pensar en un posible conflicto.

La realidad es que no tenemos que vivir con esta aversión y podemos aprender a lidiar con conflictos pues, después de todo, los conflictos son inevitables en cualquier relación humana. Son estos conflictos los que ofrecen una oportunidad para crecer y desarrollar habilidades que son imposibles si éstos no están presentes. El aprender a lidiar con no solamente nuestras emociones sino también con las emociones de la persona con la que tal vez tengamos algún trance no es precisamente fácil, pero sí una habilidad que se desarrolla con el tiempo y que es necesaria para relaciones interpersonales que son sanas y productivas. A continuación te presento tres consejos para ayudarte a lidiar con conflicto y ya no evitarlo.


1. Empieza a ver el conflicto como una oportunidad de aprendizaje y no algo que destruye relaciones: La mayoría de las personas que evitan el conflicto lo ven como algo que instantáneamente destruye relaciones, pero la realidad es que cuando lo manejamos apropiadamente es una oportunidad para aprender de nosotros mismos y de la otra persona. Cuando tenemos un conflicto entre personas, este es una señal de que algo tiene que cambiar para mejorar la relación, cuando lo ves desde esta perspectiva es mucho más fácil mantener nuestras emociones bajo control pues buscamos aprender y seguir adelante.

2. Deja que el sentimiento de incomodidad siga su curso: Muchas veces el estar en un conflicto te hace sentir tan incómodo que juras que vas a explotar o que no lo puedes soportar. Ninguno de estos pensamientos es correcto, pues si dejamos de concentrarnos en estos pensamientos erróneos, nos daremos cuenta de que con el tiempo esta incomodidad disminuye drásticamente, y para muchas personas desaparece. Un pequeño sentimiento de aversión es normal, y el sentirse incómodo es natural. Por lo tanto, el tener la expectativa de que de alguna forma será incómodo, ayuda a disminuir nuestra ansiedad y en lugar de luchar contra él, es mejor dejar que sea nuestro cuerpo quien se encargue de ello.

3. La honestidad con un tono suave disipa el conflicto: La mayoría de las veces evadimos el conflicto al no decir lo que realmente sentimos y pensamos. Sin embargo este es un error, ya que nuestra honestidad, cuando es transmitida sin contención, disipa el conflicto en lugar de aumentarlo. Ármate de valor y sé honesto en tus conversaciones especialmente cuando hay un malentendido. Recuerda que es cuando no somos honestos, que las cosas se hacen peor. Además, cuando no decimos lo que realmente sentimos y pensamos, el conflicto se guarda por un momento, pero volverá a salir en un futuro no muy lejano. Por lo tanto no evites el conflicto, sino afróntalo con honestidad.

En relaciones interpersonales, especialmente relaciones familiares, el conflicto es prácticamente inevitable pues somos diferentes y muchas circunstancias se prestan para malentendidos y demás situaciones en donde uno responde a la defensiva. Por lo tanto, es esencial aprender esta habilidad de lidiar con él en lugar de evadirlo simplemente porque no nos gusta; esto es natural pero no quiere decir que no podemos aprender y mejorar nuestras relaciones como consecuencia de un conflicto. Cuando aprendemos, practicamos, y buscamos mejorar, el conflicto es realmente una oportunidad para mejorar relaciones y no algo que se encarga de destruirlas.


 http://familias.com/tres-consejos-para-mejorar-la-forma-en-que-lidias-con-conflicto#sthash.1WVPHAey.dpuf

jueves, 26 de septiembre de 2013

Un abrazo...


¡Es increíble todo lo que puede hacer un abrazo! Puede darte ánimos, cuando estás algo triste,puede decirte, "Te amo tanto" o,

"¡Vaya! Cómo odio ver que te vayas".


Un abrazo es,

"¡Qué bueno que estés de vuelta!" y "¡Qué bueno es verte!" o
"¿Dónde estuviste?"

Un abrazo puede calmar el dolor de un niño y ¡producir un arco iris después de la lluvia!


¡El abrazo! No hay duda que sin él, nos costaría mucho sobrevivir.
Ya no tienes que preocuparte,
porque un abrazo es la manera de decir "Lo siento".



Un abrazo es delicioso, tibio y encantador,
¡debe ser la razón por la que Dios nos dio los brazos!
Los abrazos son muy buenos para las madres
y para los padres, muy dulces para las hermanas, y muy gratos para los hermanos.



Casi seguro que para algunas de las tías favoritas son mejores que sus plantas.
A los gatitos les encanta; los cachorritos no pueden vivir sin los abrazos.

Ni siquiera los jefes de estado los dejan de lado.


Un abrazo puede romper la barrera del idioma
¡y hacer muy brillante el día más sombrío!
Y ni siquiera tienes que preocuparte en guardarlos...
Porque mientras más das, ¡más tendrás!



Así que, no te demores... abre los brazos,

¡Y dale un gran abrazo a alguien, hoy día!




celebrandolavida.org

miércoles, 25 de septiembre de 2013

¿Qué debe saber un niño de cuatro años?

Hace poco, en un foro sobre la educación de los hijos, leí una entrada de una madre preocupada porque sus hijos, de cuatro años y año y medio, no sabían lo suficiente. "¿Qué debe saber un niño de cuatro años?", preguntaba.
Las respuestas que leí no solo me entristecieron sino que me irritaron. Una madre indicaba una lista de todas las cosas que sabía su hijo. Contar hasta 100, los planetas, escribir su nombre y apellido, y así sucesivamente. Otras presumían de que sus hijos sabían muchas más cosas, incluso los de tres años. Algunas incluían enlaces a páginas con listas de lo que debe saber un niño a cada edad. Solo unas pocas decían que cada niño se desarrolla a su propio ritmo y que no hay que preocuparse.
Me molestó mucho que la respuesta de esas mujeres a una madre angustiada fuera añadirle más preocupación, con listas de todo lo que sabían hacer sus hijos y los de ella no. Somos una cultura tan competitiva que hasta nuestros niños en edad preescolar se han convertido en trofeos de los que presumir. La infancia no debe ser una carrera.
Por todo ello, he decidido proponer mi lista de lo que debe saber un niño (o una niña) de cuatro años:
  1. Debe saber que la quieren por completo, incondicionalmente y en todo momento
  2. Debe saber que está a salvo y debe saber cómo mantenerse a salvo en lugares públicos, con otra gente y en distintas situaciones. Debe saber que tiene que fiarse de su instinto cuando conozca a alguien y que nunca tiene que hacer algo que no le parezca apropiado, se lo pida quien se lo pida. Debe conocer sus derechos y que su familia siempre le va a apoyar.
  3. Debe saber reír, hacer el tonto, ser gamberro y utilizar su imaginación. Debe saber que nunca pasa nada por pintar el cielo de color naranja o dibujar gatos con seis patas.
  4. Debe saber lo que le gusta y tener la seguridad de que se le va a dejar dedicarse a ello. Si no le apetece nada aprender los números, sus padres tienen que darse cuenta de que ya los aprenderá, casi sin querer, y dejar que en cambio se dedique a las naves espaciales, los dinosaurios, a dibujar o a jugar en el barro.
  5. Debe saber que el mundo es mágico y ella también. Debe saber que es fantástica, lista, creativa, compasiva y maravillosa. Debe saber que pasar el día al aire libre haciendo collares de flores, pasteles de barro y casitas de cuentos de hadas es tan importante como practicar la fonética. Mejor dicho, mucho más.
Pero más importante es lo que deben saber los padres:
  1. Que cada niño aprende a andar, hablar, leer y hacer cálculos a su propio ritmo, y que eso no influye en absoluto en cómo de bien ande, hable, lea o haga cálculos después.
  2. Que el factor que más influye en el buen rendimiento académico y las buenas notas en el futuro es que leer a los niños de pequeños. No las fichas, ni los manuales, ni las guarderías elegantes, ni los juguetes y ordenadores más rutilantes, sino que mamá o papá dediquen un rato cada día o cada noche (o ambos) a sentarse a leerles buenos libros.
  3. Que ser el niño más listo o más estudioso de la clase nunca ha significado ser el más feliz. Estamos tan obsesionados por tratar de dar a nuestros hijos todas las "ventajas" que lo que les estamos dando son unas vidas tan pluriempleadas y llenas de tensión como las nuestras. Una de las mejores cosas que podemos ofrecer a nuestros hijos es una niñez sencilla y despreocupada.
  4. Que nuestros niños merecen vivir rodeados de libros, naturaleza, utensilios artísticos y la libertad para explorarlos. La mayoría de nosotros podríamos deshacernos del 90% de los juguetes de nuestros hijos y no los echarían de menos, pero algunos son importantes: juguetes como los LEGO y las construcciones, juguetes creativos como los materiales artísticos de todo tipo (buenos), los instrumentos musicales (tanto clásicos como multiculturales), disfraces, y libros y más libros (cosas, por cierto, que muchas veces se pueden conseguir muy baratas en tiendas de segunda mano). Necesitan libertad para explorar con estas y otras cosas, para jugar con montoncitos de alubias secas en el taburete (supervisados, por supuesto), amasar pan y ponerlo todo perdido, usar pintura, plastilina y purpurina en la mesa de la cocina mientras hacemos la cena aunque lo salpiquen todo, tener un rincón en el jardín en que puedan arrancar la hierba y hacer un cajón de barro.
  5. Que nuestros hijos necesitan tenernos más. Hemos aprendido tan bien eso de que necesitamos cuidar de nosotros mismos que algunos lo usamos como excusa para que otros cuiden de nuestros hijos. Claro que todos necesitamos tiempo para un baño tranquilo, ver a los amigos, un rato para despejar la cabeza y, de vez en cuando, algo de vida aparte de los hijos. Pero vivimos en una época en la que las revistas para padres recomiendan que tratemos de dedicar 10 minutos diarios a cada hijo y prever un sábado al mes dedicado a la familia. ¡Qué horror! Nuestros hijos necesitan la Nintendo, los ordenadores, las actividades extraescolares, las clases de ballet, los grupos organizados para jugar y los entrenamientos de fútbol mucho menos de lo que nos necesitan a NOSOTROS. Necesitan a unos padres que se sienten a escuchar su relato de lo que han hecho durante el día, unas madres que se sienten a hacer manualidades con ellos, padres y madres que les lean cuentos y hagan tonterías con ellos. Necesitan que demos paseos con ellos en las noches de primavera sin importarnos que el pequeñajo vaya a 150 metros por hora. Tienen derecho a ayudarnos a hacer la cena aunque tardemos el doble y trabajemos el doble. Tienen derecho a saber que para nosotros son una prioridad y que nos encanta verdaderamente estar con ellos.
Y volviendo a esas listas de lo que saben los niños de cuatro años...
Sé que es natural comparar a nuestros hijos con otros niños y querer asegurarnos de que estamos haciendo todo lo posible por ellos. He aquí una lista de lo que se suele enseñar a los niños de esa edad y lo que deberían saber al acabar cada curso escolar, a partir del preescolar.
Como nosotros estamos educando a nuestros hijos en casa, yo suelo imprimir esas listas para comprobar si hay algo que falte de forma llamativa en lo que están aprendiendo. Hasta ahora no ha sucedido, pero a veces obtengo ideas sobre posibles temas para juegos o libros que sacar de la biblioteca pública. Tanto si los niños van al colegio como si no, las listas pueden ser útiles para ver lo que otros están aprendiendo, y pueden ayudar a tranquilizarnos sabiendo que van muy bien.
Si existen aspectos en los que parece que un niño está por detrás, hay que darse cuenta que eso no indica ningún fracaso, ni del niño ni de sus padres. Simplemente, es una laguna. Los niños aprenden lo que tienen alrededor, y la idea de que todos deben saber esas 15 cosas a una edad concreta es una tontería. Aun así, si queremos que las aprenda, lo que tenemos que hacer es introducirlas en la vida normal, jugar con ellas, y las absorberá de manera natural. Si contamos hasta 60 cuando estamos haciendo la masa de un bizcocho, aprenderá a contar. Podemos sacar de la biblioteca libros divertidos sobre el espacio o el abecedario. Experimentar con todo, desde la nieve hasta los colores de los alimentos. Todo irá entrando con más naturalidad, más diversión y muchas menos presiones.
Sin embargo, mi consejo favorito sobre los niños pequeños es el que aparece en esta página. 
¿Qué necesita un niño de cuatro años?

Mucho menos de lo que pensamos, y mucho más.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia
 

martes, 24 de septiembre de 2013

Cómo sanar una confianza que ha sido fracturada


El matrimonio no es algo fácil. Puede ser un sueño hecho realidad de momentos hermosos o puede volverse una pesadilla diaria. Como seres humanos no somos perfectos, pero no es excusa para dañar a nuestra pareja y a nuestra familia.

La confianza que tenemos en nuestra pareja es elemental para tener una relación sana. Cuando ésta se daña el dolor y la decepción hace que sea complicado poder restaurarla. Pienso que todos pasamos por diferentes etapas en el matrimonio, de alguna u otra forma nos sentimos en algún momento que no podemos confiar en la persona que amamos.

He vivido de cerca muchos casos de familias donde el padre o la madre le son infieles a sus cónyuges. También donde han existido mentiras de todo tipo y existe resentimiento que no ha querido sanar. El dolor por el que pasan los hijos y el trauma que pueden sufrir no tienen límite. - 


Algunos consejos que pueden ayudar a restaurar la confianza son:


  • Confrontación y honestidad: Se debe decir todo. Si tu pareja te engañó, te mintió, dijo que iba a hacer algo que no hizo, sufre de una adicción, o dice que ya no te ama, éste es el momento de sacar los trapitos al sol y decir las cosas de frente. Ocultar las cosas es negar una herida, e impedir que sane. Cuando no se quiere aceptar la culpa, aunque sabes que tu pareja cometió una falta, es mejor tener paciencia y analizar la situación. Algunas veces pensamos mal o es fácil adelantarse y sacar conclusiones antes de saber realmente los hechos.

  • Humildad: Olvida tu orgullo. Después de un engaño y de sufrir una decepción nuestro orgullo se hiere también. Esto no quiere decir que tengas que humillarte totalmente hasta pedir de rodillas que tu pareja deje de mentirte. Me refiero a que debemos de dar espacio para aceptar el perdón. Si tú cometiste la falta, mostrar humildad a tu pareja va a ser que pueda sanar más rápido la herida causada.

  • Comunicación: Siempre se debe de tener una buena comunicación para poder restaurar la confianza. Expresar los sentimientos y el dolor, es momento para hablar, no te guardes nada y no tengas temor de decir lo mucho que te lastimaron las acciones de tu pareja. No es momento para hacerte la valiente y guardarte todo. Sé vocal y habla para que te escuchen.

  • Perdonar y olvidar: Si amamos a nuestra pareja, debemos perdonarla con todo el corazón. Es contraproducente decir: “te perdono”, y luego recordar sus fallas cada vez que hay una pelea. Si no estás lista para perdonar porque te lastimó mucho, intenta simplemente no decirlo, hasta que lo sientas de verdad.
  • Amor: El amor y la confianza son muy buenas amigas. Si solo tenemos una de ellas, la otra puede desgastarse fácilmente. Después de que tu pareja y tú han pasado por un momento doloroso y donde se necesita reiniciar la relación, empiecen de nuevo con citas para reconstruir la relación, procurando demostrarse mucho cuánto se aman.

  • Paciencia: Es mejor esperar un tiempo para restaurar tu relación. No es bueno tomar decisiones cuando estás molesta. A veces decimos cosas que lastiman porque estamos enojados o heridos. Si esperas que simplemente podrás volver a confiar de un día para otro, vas a decepcionarte. E igual: si tú cometiste la falta y esperas que con un perdón todo se arregle mágicamente, vas sufrir la decepción más grande del mundo. Trabaja tu relación, un día a la vez.

  • Respeto: No insultar y no herir a tu pareja. Es mejor evitar los sobrenombres o las burlas. Tomar todo enserio y no a la ligera. La relación que tienes con tu cónyuge es la más sagrada que puede haber. Existe gente que disfruta destruirla. Mujeres u hombres que se denigran así mismos intentando dañar familias. No permitas que te pase esto. Un matrimonio es solo tuyo y de tu cónyuge. Tu familia y sobretodo amigos no necesitan saber todas las faltas que cometió tu pareja. Si necesitas alguien con quien hablar, escoge solo un miembro de tu familia que va a entenderte y aconsejarte. No lo grites a los cuatro vientos: quien lo hace, no respeta ni protege su matrimonio.
Si actualmente vives desconfiando de tu pareja, quiero decirte que sí se puede volver a confiar. Mientras exista amor de parte de los dos, todo se puede lograr. Existen relaciones donde se daña mucho al cónyuge o puede llegar a haber abuso físico o psicológico. No intentes hacerte el héroe: pide ayuda e incluso, si es necesario, aléjate de tu pareja hasta que ella pueda recibir la ayuda que necesita.

Cuida de tu matrimonio y de tu cónyuge. No vivas con dolor y siempre di lo que sientes. El perdonar y volver a confiar puede hacer que sigas disfrutando de un matrimonio hermoso y sano. Ámate y disfruta de ser amado.


 http://familias.com/c%C3%B3mo-sanar-una-confianza-que-ha-sido-fracturada#sthash.fA1lqrFd.dpuf

lunes, 23 de septiembre de 2013

Generosidad en familia


Marta está llorando en un sofá. Pasa las hojas de un libro, con la mirada perdida y con los ojos hinchados. Frente a ella, Juan sonríe mientras tiene en su poder el Nintendo, todo para él y sólo para él.

        Cuando los padres entran en el salón de estar y se encuentran con una escena como la anterior, sienten que algo debe cambiar en sus hijos. ¿Cómo lograr que sean más generosos, cómo ayudarles para que aprendan el arte de compartir y de disfrutar al ver a otros felices?

        La generosidad es una de las virtudes humanas más hermosas. El generoso vive su relación con las cosas desde una perspectiva de condivisión, de apertura a los demás. No se encierra en sus intereses, no agota su existencia en la búsqueda del propio placer, en el acapararlo todo para sí. El generoso descubre las necesidades del otro, ve las cosas materiales como medios para servir, para dar, para establecer lazos de amistad.

        A todos nos gustaría vivir así, con las manos abiertas y con un corazón grande. Especialmente a todos nos gustaría poder ofrecer a los hijos una educación que les permita convertirse en niños (y futuros adultos) generosos y buenos.

        ¿Cómo lograrlo? ¿Qué hacer para que los hijos aprendan a ser generosos, para que rompan el cerco del egoísmo, para que sepan vivir sinceramente interesados por los demás?

        El primer paso consiste en el ejemplo. Pensemos en dos familias muy diferentes. En la primera, los padres hablan continuamente de lo que van a comprar, de cómo visten los vecinos, del coche nuevo que tiene un amigo. Además, cuando llegan a casa él o ella (o los dos) buscan ansiosamente el periódico, o la revista, o el libro, o el programa favorito. Si el otro o la otra han ocupado el diván más cómodo, quien ha “perdido” manifiesta que se siente triste y ofendido, mientras la parte ganadora disfruta de modo egoísta su victoria. Es de suponer que los hijos que viven en hogares como el anterior configuran su mente y su corazón según la ley de “primero yo y caiga el mundo”; es decir: se acostumbran a buscar siempre la satisfacción de sus deseos, incluso cuando saben que pueden provocar pena o dolor en otros.

        En la segunda familia, los padres saben ceder continuamente el paso, sirven la comida primero al otro, dejan el periódico o el libro a quien lo pide, o simplemente cuando ven entrar en casa al esposo o la esposa dejan todo para saludarle. Si ha llegado un poco más de dinero al hogar, piensan en seguida en ayudar a algún familiar necesitado, o incluso a un vecino pobre que no sabe cómo solucionar el problema de las goteras. Al salir de compras, están más pendientes de satisfacer al otro o a los hijos que en conseguir lo que más les gusta. Al pasar junto a un auténtico pobre saben ofrecerle una sonrisa o una pequeña ayuda. Y en el tren no dudan un momento en dejar el propio asiento a alguna persona mayor que lo necesita de verdad.

        Los hijos que viven en este segundo tipo de hogares “respiran” un clima de generosidad y de grandeza de corazón que penetra en sus almas. Descubren así que las cosas materiales valen en tanto en cuanto se reparten, se ofrecen a los otros. Perciben que el tiempo no es para satisfacer los propios caprichos, sino para estar junto a quien nos pide una mano. Valoran la vida no en cuanto sucesión de momentos de egoísmo que nos empobrecen, sino como camino hacia el altruismo, que nos hace ser más buenos con todos.
        El segundo paso, que necesita estar acompañado por el ejemplo, consiste en ofrecer pequeñas enseñanzas, con palabras o con acciones, a los hijos para que entren en el mundo de la generosidad.

        No hay que extrañarse de que un hijo de dos años sienta envidia cuando nace un hermanito. Es una reacción a veces instintiva. Pero los padres pueden empezar a ayudarle, con gestos y con paciencia, a comprender que uno no es el ombligo del mundo.

        El cariño verdadero buscará maneras para que el hijo se abra a la generosidad desde pequeño. Con su ejemplo, el padre le hará ver que todos hemos de ayudar a poner la mesa o a retirar los platos. La madre le permitirá descubrir lo hermoso que es dejar la silla más cómoda a los otros. El hermano mayor, si ha aprendido a ser generoso, buscará maneras para que sus juegos no sean sólo suyos, sino que puedan ser usados por los otros hermanos.

        El aire de una familia cambia cuando la generosidad se enseña y se vive de forma natural y constante. Habrá ocasiones, es parte de la vida, en que uno o varios sientan la fuerza del egoísmo y prefieran encerrarse en su habitación en vez de ayudar en la limpieza la casa. Pero los padres buscarán entonces un momento más sereno para hacer reflexionar a los hijos que la casa es de todos, que el tiempo pasa mejor si buscamos ayudarnos mutuamente, que las cosas brillan más cuando sufren el desgaste de más manos, y que la vida es más alegre si la compartimos con cualquiera que pueda pedirnos una ayuda, participar en sus estudios o sus juegos, o simplemente estar a su lado para leerle una novela mientras el sueño cierra sus párpados cansados.

        La generosidad debe ser una de las más importantes tareas educativas para cualquier hogar. Lo que los niños son ahora marcará la vida de jóvenes y de profesionistas del mañana. Vivimos en un mundo con demasiado egoísmo como para que también en casa falten toques de cariño que nacen de corazones generosos.

        En cambio, el mundo da un paso hacia lo bueno y lo bello cuando en el hogar alguien se acerca para ofrecernos un vaso de refresco con hielos. O cuando nos deja la computadora sin límites de tiempo. O cuando hay más familias que piensan en las cuentas del banco (que son importantes) no para que sirvan sólo a sus titulares, sino para promover bienestar entre los miembros de la casa y entre tantas personas necesitadas de generosidad, de ayuda, de respeto.


        Mamá está junto a Marta, mientras que papá le susurra a Juan unas palabras al oído. Los dos escuchan y hablan. Juan siente algo de pena porque va a dejar su juego, pero quizá pronto comprenderá que existen cosas mucho más importantes que tres horas de Nintendo. Marta, en cambio, se ha levantado con una mirada distinta. En voz baja, pero sincera, le dice a Juan: “No te pongas triste. De verdad, prefiero que juegues tú a que me dejes ahora el mando. Luego me dices el resultado, ¿eh?”

Fernando Pascual, L.C.

http://www.fluvium.org/textos/familia/fam926.htm

viernes, 20 de septiembre de 2013

La importancia de una buena comunicación en la pareja


Hace mucho tiempo se descubrió que todos los humanos necesitamos comunicarnos, porque esa comunicación es en absoluto necesaria para nuestro bienestar psicológico. Es decir, quien no se comunica, quien decide encerrarse en sí mismo, termina por acusar severos problemas mentales. Los estudiosos señalan que una persona normal, 75 por ciento del tiempo que está despierta se está comunicando de una u otra manera. Sin importar si estamos solos, no dejamos de comunicarnos (nos aconsejamos, a veces incluso nos regañamos y sí, hablamos mucho) con nosotros mismos.

Ahora, ¿cómo reconocer la importancia de la comunicación en pareja? Aquí te comparto algunas preguntas:


1. ¿Sabes que siempre te estás comunicando? Dicen los expertos en comunicación que siempre que hay dos personas juntas, hay comunicación. Incluso si uno de ellos decide guardar silencio. A veces llega a haber problemas en la pareja, uno de ellos no quiere hablar, y su pareja siente que se acabó la comunicación. Eso no es exactamente así. Porque cuando mandamos el mensaje de “no quiero comunicarme”, también nos estamos comunicando. Como dijo J. Lacan: “Cuando hay dos el silencio es comunicación”. Por supuesto, eso no quiere decir que sea una comunicación de calidad. Hace muchos años, en mi carácter de consejero platicaba con una señora que necesitaba ayuda por problemas en su matrimonio. Ella me dijo, exaltada: “¿Quién entiende a mi esposo? ¡Si le grito, malo! ¡Si le dejo de hablar por semanas, malo también!”. Por supuesto que entre esos dos extremos había muchos puntos que podrían ser una comunicación de calidad, ¿no lo crees?

2. ¿Has encontrado la mejor manera de comunicarte? Nuevamente: para tener salud mental necesitamos aprender a comunicarnos bien, con nuestro esposo, con nuestros hijos, con las amigas y compañeros de trabajo. ¿Lo has notado? Con cada uno de ellos utilizamos códigos diferentes. Y eso no quiere decir que seamos hipócritas: cuando mis hijos eran pequeños, yo sabía que a uno de ellos, si no le hablaba con firmeza, no me hacía caso. En cambio, al otro, si le hablaba un poquito duro, se soltaba llorando y había que terminar consolándolo. Repito: con cada persona con la que hablamos aprendemos a comunicarnos de una manera diferente, de la forma en que las cosas resulten mejores para ellos y para nosotros.

3. ¿El modo en que te comunicas te satisface? Por ejemplo, hay quien cree que su pareja debe saber leer los silencios, las miradas, las acciones y acaso están en lo correcto, pero cuando sobreviene cualquier problema, sea grave o poco complicado, se va a solucionar mucho mejor si entre ambos las cosas se dicen con claridad y en el tono adecuado. Steward y D’angelo sostuvieron: “La comunicación interpersonal es no solamente una de las dimensiones de la vida humana, sino la dimensión a través de la cual nos realizamos como seres humanos… La calidad de las mismas determina quiénes hemos llegado a ser como personas”.

4. ¿Tu pareja es un individuo o un objeto? Es decir, en buena medida el éxito de una persona en realidad se mide no por lo que llega a poseer, o a ser en el campo laboral o en sus aficiones y pasatiempos, sino debido a qué tan bien llega a comunicarse con sus semejantes: si una persona trata a sus semejantes como objetos, no como individuos, se condena a sí misma a un aislamiento que acabará con la calidad de su vida y, por consiguiente, con su calidad como persona.

5. ¿Te expresas, escuchas o quieres ser obedecida? Esto nos lleva a reflexionar sobre el proceso de comunicación. Hay muchas maneras de estudiar cómo se lleva a efecto ese proceso. Hay quienes lo ven desde la perspectiva del emisor: cómo expresar mejor lo que se tiene en la mente y el corazón; otros prefieren verlo desde la perspectiva del mensaje: cómo hacer para que el estilo, la presentación sea estética y adecuada. Pero la mayor parte de los que se dedican a la comunicación hoy se enfocan en el receptor: cómo hablar para influir en quien nos escucha, para hacer que el otro haga lo que yo quiero; cómo manipular, controlar, hacer que el otro obedezca. Pero la verdad es que quien se comunica de forma eficaz no busca tanto hacer que su voz se escuche, sino casi siempre tiene que empezar por aprender a escuchar y a entender. La comunicación en pareja mejora cuando aprendemos tanto a expresar lo que sentimos como a entender lo que nuestra pareja nos está queriendo decir, ya sea con acciones, palabras, miradas, detalles.

6. ¿Codificas y decodificas de manera adecuada? La codificación es un proceso mental en el que traducimos lo que queremos decir a signos capaces de ser reconocidos por el receptor. Es decir, queremos decir algo, y buscamos una manera de decirlo con palabras, gestos o hechos. Ese “buscar una manera de decirlo” es codificar. Decodificar es otro proceso mental, en el cual nuestra pareja debe entender exactamente qué le quisimos decir. ¿Fácil? Para muchos, no. Yo creo que a todos nos ha pasado que a veces queremos decir algo, y es entendido de una manera exactamente opuesta a lo que quisimos decir. O, lo contrario, le sonreímos y saludamos a alguien por cortesía, y luego ya no hallamos la manera de quitárnoslo de encima.

En cada intento de comunicación siempre una es la cosa que queremos decir y otra lo que en realidad decimos, y una tercera, lo que se entiende de nuestras intenciones. Cada acción, cada palabra lleva tomada de la mano una serie de ideas y de sentimientos, y eso hace que a veces la comunicación pueda ser complicada. Sí, todos nos comunicamos, pero no todos lo hacemos bien. Lo bueno es que todos podemos aprender a expresarnos mejor. Espero que al leer estas palabras puedas tomar conciencia de la importancia de aprender a comunicarte de manera adecuada. En cuanto al cómo mejorar la comunicación en la pareja, bueno, de eso hablaremos en un artículo siguiente.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...