El tiempo que pasa
no vuelve, y cuando menos lo pienso, me doy cuenta de cómo pasa veloz el
tiempo.
A los seres que
amamos, los tenemos al lado, muchas veces hasta los ignoramos, no nos portamos
con ellos como lo merecen. Y sin darnos cuenta, llegará el día en que los
añoremos y cuando queramos sentirlos cerca, ya no estarán, se habrán ido, el
tiempo habrá pasado y será demasiado tarde, ya no se podrá decir lo que nunca se
dijo, y mucho menos, se podrán dar los detalles que en su tiempo no
dimos.
Construimos sueños
lejanos, los acariciamos desde lejos, posponemos nuestra lucha por ellos, hasta
dejamos ir las oportunidades, porque creemos que después será mejor y habrá más
tiempo, pero cuando menos lo pensemos, y queramos intentarlo de nuevo, todo
habrá pasado, será demasiado tarde.
Y no es
pesimismo decir lo que digo, tampoco es una lucha contra el tiempo, es ante
todo, saber valorar el sagrado momento de vida, que no se repite, se nos da para
usarlo bien y vivirlo como Dios quiere. Los niños no se quedarán siendo niños, cada día van
creciendo, y tarde que temprano, se irán del nido y volarán lejos, ya no
volverán a ser niños, y el tiempo que no compartimos con ellos, no será igual,
ya habrán crecido. En una semana
no se recuperan las materias que por no estudiar en todo el año perdimos, y
cuando queramos reaccionar, el año estará reprobado, habremos caído, y si no
reaccionamos, quizá hasta fracasamos.
La vida no es
comprada, nada es eterno, todo pasa en el tiempo, y aún hay quienes
dicen que viven aburridos, que no hay nada qué hacer, o que sienten que todo
está hecho, que sólo esperan lo que ha de venir. Pero el tiempo es
sagrado, cada segundo se vive solo una vez, jamás se nos repite, y aunque Dios
por su inmenso amor nos regale millares de segundos, el tiempo perdido no
volverá, y nadie por mucho que crea saber, podrá adivinar lo que le falta por
vivir.
Muchas veces no
pensamos en lo que hoy tenemos y que mañana tal vez no esté; seres queridos,
oportunidades, amor, cariño, atenciones, trabajo, tesoros que no valoramos en su
tiempo y que cuando queramos disfrutarlo, ya no los tendremos, habrán pasado, se
los habrá llevado el mismo tiempo.
Lo que no
valoramos, las palabras que nunca dijimos, el cariño que no demostramos, las
personas que estando a nuestro lado nunca disfrutamos, el esfuerzo que no
hicimos en su momento, el sueño que desde lejos abrazamos, lo que podíamos hacer
ayer y no hicimos, aquello que pospusimos por pereza o cansancio; todo
ello, va abrazado con el tiempo.
Por ello, aprovecho
al máximo mi hoy, el tiempo que se me ha dado para decirte que soy una obra de
mi Padre Eterno, esa que desde siempre imaginó y soñó así tal como soy, y aunque
tal vez alguna vez no entendí lo que de mí quería Dios, hoy comprendí que todo
tiempo, es su tiempo, que no hay que desesperarse ni confiarse demasiado
por aquello que queremos, porque Dios a cada cosa le da su momento; simplemente
hay que estar atentos, para que no nos tome desprevenidos, nuestro
tiempo.
Autor
Desconocido
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