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"El Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen." Santa Teresa de Ávila
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miércoles, 10 de agosto de 2011

¿Discutir por discutir?

Aprender a dialogar es un arte  
¿Discutir por discutir?
¿Discutir por discutir?
Hay quienes buscan una y otra vez la discusión. Si uno intenta eludir el tema que lanzan al ruedo, empiezan entonces a discutir que es necesario discutir.

El espíritu de amor a las discusiones surge desde factores diferentes. Uno consiste en un anhelo irrenunciable que anida en todo corazón humano: el deseo por encontrar la verdad.

A la verdad se accede de muchas maneras. Desde libros o desde páginas de Internet, desde la radio o desde la televisión, desde reflexiones personales o desde el diálogo ocasional o continuado con otras personas.

Son muchos los caminos que pueden acercarnos a la verdad. Como son muchos los caminos que nos alejan de ellas. Entre ellos, un camino curiosamente erróneo en la búsqueda de la verdad consiste en discutir por discutir.

¿Por qué es erróneo? ¿No es la discusión un ejercicio saludable, un modo concreto para medir la propia capacidad de razonamientos y la cultura adquirida a través del diálogo con quien piensa de otra manera?

El error no está en la discusión misma, sino en la discusión por la discusión. Porque la discusión, como todo lo humano, sólo se realiza de modo saludable si tiene un fin bueno, si se pone en práctica cuando se dan circunstancias adecuadas, si se desarrolla desde actitudes buenas y desde un mínimo de competencia sobre los argumentos tratados.

En cambio, si la discusión se convierte en un fin, en una obsesión que aparta de lo importante, en una actividad que exalta las pasiones y lleva a denigrar a los otros, en un juego dialéctico en el que importa sólo vencer mientras queda de lado la verdad... entonces la discusión no sólo ha dejado de ser buena, sino que se convierte en un camino hacia el mal, hacia la injusticia, y, en ocasiones, incluso hacia la mentira o el engaño.

Aprender a dialogar es un arte. Discutir sanamente, desde una apertura sincera a la verdad y sin dejar de lado el cumplimiento de deberes importantes, enriquece a quienes entran en la “liza”.

Por eso, saber decir educadamente “no” a quien busca discutir por discutir puede ser algo difícil, pero entonces nuestro interlocutor recibirá una valiosa ayuda que le sirva para recapacitar. Tal vez pronto podamos encontrarnos nuevamente, desde actitudes buenas y con un uso adecuado del tiempo a disposición, para afrontar temas serios que nos interesan apasionadamente y que nos permitirán una discusión útil, constructiva y saludable.


Autor: P. Fernando Pascual
Fuente:Catholic.net

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