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Amor sin fidelidad no es amor |
Hay que mostrar y ensalzar sin cansarse del valor de la fidelidad. Ser fiel en el matrimonio es el más bello espejo para mostrar lo que es el amor.
Amor sin fidelidad, no es amor.
Amor lleno de fidelidad es el signo de la esperanza en el triunfo de la virtud que más enaltece al amor.
Te soy fiel porque te amo, no se puede ser fiel sin amar.
En la actualidad, en la vida que vive nuestro mundo, casi podríamos decir que ser infiel es un valor. Muchos son los que lo creen así.
A ese extremo llega el antivalor en la vida de muchos.
Claro que esto de la fidelidad y la infidelidad tiene mucho que ver en ¿dónde busqué y como busqué mi media naranja?
No esperes encontrar a la persona que anhelas en el arrebato de una noche romántica.
Ensalzar estos amores sirve para vender canciones o perfumes pero no para encontrar pareja estable y satisfactoria.
Ser fiel casi parece imposible y algo pasado de moda. En esas circunstancias hablar de la fidelidad se hace difícil y la influencia del medio ambiente es muy negativa.
La fidelidad debe estar en las grandes y pequeñas cosas de nuestra existencia, pero para los casados, para los esposos, esta fidelidad tiene como marco la alianza matrimonial.
Nos hicimos una promesa y las promesas son para ser cumplidas.
Cuando en la celebración de nuestra boda nos pusimos mutuamente el anillo en el dedo, acompañamos este gesto con unas breves palabras: “.....recibe la alianza en señal de mi amor y fidelidad”.
Los anillos del matrimonio son llamados alianzas.
Un concepto bíblico riquísimo que recuerda siempre “la alianza inquebrantable de Dios con su pueblo”. Alianza que implica y exige amor y fidelidad.
Los profetas se sirven constantemente de la experiencia matrimonial para conducirnos a la comprensión del amor de Dios.
Dios se presenta como un esposo que, con ternura y fidelidad sin medida, sabrá ganar a Israel.
Son conmovedoras y muy ricas las expresiones con que se describe el misterio de la alianza: fidelidad, bondad, misericordia, amor constante, amor exclusivo y total.
Todas estas riquezas deben estar en los esposos que se aman.
Sabemos que hoy está despreciada y casi combatida, la virtud y el valor de la fidelidad. Nos quieren convencer que esto es cosa antigua y que la promesa hecha al otro, es relativa.
Cuando se termina el amor, puedo tirar por la ventana todo lo prometido.
Las promesas son para ser cumplidas.
Sin preguntarse ¿por qué nos dejamos de amar?
Y en el hurgar buscando el por qué se dejaron de amar, siempre tropezamos
con dos actitudes: falta de diálogo y falta de respeto.
En ese camino al desamor está lleno de irrespetuosidad y de silencio.
Pues nadie se acuesta amando y se levanta desamando.
Si no se hablan de sus cosas, tampoco saben escucharse.
Saber escuchar forma parte del ser cristiano, dado que el Reino de Dios es todo aquello que uno hace por el otro Y tu primer otro, es el que duerme contigo.
No será que dejamos de amarnos porque no cumplimos lo prometido
Pese a ello, también hoy se intercambian los anillos. Y dadas las circunstancias que hemos señalado, usarlos y que los sigan usando, es un verdadero signo de esperanza en el triunfo de la fidelidad. Es un testimonio frente a tantas actitudes cargadas de frivolidad.
Fiel es el que guarda y cumple la palabra dada a otra persona. Ahora bien.
¿Qué es ser fiel en el matrimonio? ¿Qué es guardar y cumplir la palabra dada? Muchos piensan que ser infiel es correr tras de una rubia o morocha, y mal no está pensar así. Pero debemos profundizar mucho más hasta donde llega el ser infiel en el matrimonio. Hay muchas formas de ser infiel.
Ser fiel es vivir la realidad permanente de que cada uno es del otro, cada uno es dueño del otro. Ello es debido en virtud de la donación que un día realizamos al pie del altar.
Sin fidelidad, ya que somos posesión del otro, cuando se comparte el cuerpo con un tercero, el matrimonio pasa a ser simplemente una figura externa, siendo no sólo un romper lo prometido, sino también un acto de injusticia, ya que no se puede disponer libremente del propio cuerpo, ya que mi cuerpo es posesión del cónyuge.
Por lo tanto el compartirlo con un tercero se lo está robando. La infidelidad lo convierte a uno en un vulgar ladrón.
Como hemos anunciado la infidelidad va mucho más allá que desear a la vecina. La fidelidad va mucho más allá de lo que generalmente se piensa.
¿De qué vale no engañar al cónyuge, si en la vida diaria no se le hace feliz a causa de mi constante mal humor?
Cuando mi diario vivir no está lleno de interés por el otro, estoy siendo infiel.
El día del casamiento nos comprometimos a hacer feliz al otro, por lo tanto, cada gesto, cada palabra, cada actitud que no contribuye a que el otro sea feliz, se transforma en migajas de infidelidad, que nos irán llevando a la gran infidelidad.
Hay muchos otros elementos que son signos de infidelidad, veamos algunos:
1) El diálogo: si no se comparte plenamente el ser interno de cada uno y hay algo que se esconde, ¿es esto fidelidad?
2) La alegría: otro de los signos del empeñarse en ser fiel al compromiso es el buscar alegrar siempre al cónyuge y a la familia.
La infidelidad va de la mano de la amargura. La fidelidad se expresa en la alegría de vivir.
3) Vivir mostrando interés por el otro: ser fiel es también preocuparse y ocuparse del cónyuge, de sus gustos, de sus problemas, de sus dificultades, de sus anhelos.
4) Compartir la cruz de cada día: recordemos que, como esposos, prometimos sernos fieles en la adversidad y en la enfermedad, por lo tanto la fidelidad reclama que cada uno ayude al otro a soportar sus sufrimientos, sus dolores, sus caídas, sus depresiones, sus malos momentos.
No hay felicidad en la ancianidad sino se ha sido fiel a la promesa.
Y todos queremos ser felices y vivir años.
En fin, ser fiel es ayudar a llevar la cruz, como Juan de Cirene, el Cireneo ayudó a Jesús.
Autor: Salvador Casadevall Fuente.catholic.net
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