Me encanta Dios. Él es un viejo magnífico que no se toma en serio. A Él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna o nos aplasta definitivamente.
Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe con las manos. Nos ha enviado seres excepcionales como a su hijo Jesuscristo, para que nos diga que nos portemos bien. Pero esto a Él no le preocupa mucho: nos conoce, y sabe que el pez grande se traga al chico, que la lagartija grande se traga a la pequeña, que el hombre se traga al hombre. Y por eso inventó la muerte: para que la vida - no tú ni yo - la vida, sea para siempre.
Ahora los científicos salen con su teoría del Big Bang; pero ¿qué importa si el universo se expande interminablemente o se contrae? Esto es asunto sólo para agencias de viajes. A mí me encanta Dios. Ha puesto orden en las galaxias y distribuye bien el tránsito en el camino de las hormigas, y es tan juguetón y travieso que el otro día descubrí que ha hecho- frente al ataque de los antibióticos- ¡bacterias mutantes!
Viejo sabio o niño explorador, cuando deja de jugar con sus soldaditos de plomo de carne y hueso, hace campos de flores o pinta el cielo de manera increíble. Mueve una mano y hace el mar, y mueve la otra y hace el bosque. Y cuando pasa por encima de nosotros, queda en las nubes, pedazos de su aliento. Dicen que a veces se enfurece y hace terremotos, y manda tormentas, caudales de fuego, vientos desatados, aguas alevosas, castigos y desastres. Pero esto es mentira. Es la tierra la que cambia (se agita y crece), cuando Dios se aleja.
Dios siempre está de buen humor. Por eso es el preferido de mis padres, el escogido de mis hijos, el más cercano de mis hermanos, y de la mujer más amada, del perrito y la pulga, de la piedra más antigua, y del pétalo más tierno, del aroma más dulce, de la noche insondable, del borboteo de luz, y el manantial que soy.
A mí me gusta, a mí me encanta Dios.
Jaime Sabines
Enviado por: Rocío Mendigaña S.
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