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"El Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen." Santa Teresa de Ávila
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lunes, 17 de diciembre de 2012

Hermanos.




Uno de los valores que parece que los padres olvidamos con más frecuencia, a juzgar por los resultados de muchas familias que veo a mi alrededor, es el valor de la fraternidad. La FRATERNIDAD con MAYÚSCULAS.


Mientras son niños las peleas entre hermanos son frecuentes y rara vez dejan huella estable, pero ¿cómo se relacionan de manera habitual?, ¿influye cómo se tratan cuando todavía son niños en cómo se tratarán de mayores?.
El ser humano tiene conciencia de sí, pero también conciencia de hermandad, en el sentido más estricto de la palabra y esto nos caracteriza. Debemos hacer ver a nuestros hijos la importancia de crecer desarrollando unos lazos muy fuertes entre los hermanos, ya que, tarde o temprano,  nosotros faltaremos, pero ellos deberán mantener por sí solos, sin nuestra presencia, la esencia de familia.
Desgraciadamente se ve con mucha más frecuencia de lo deseable hermanos que han dejado de relacionarse, que apenas se ven por Navidad, más por formalidad que por necesidad y que realmente se consideran más extraños que familia.
Se requiere una enorme violencia - no física pero sí emocional - para poder separar una familia, y cuando esto ocurre todos quedan heridos de por vida, y lo que es peor, suele afectar a todas las generaciones venideras.
Cabría pensar que los motivos para que unos hermanos se separen tendrían que ser extremadamente graves, pero lo cierto es que basta una herencia mal expresada, mal entendida o mal repartida para destrozar una familia. Este hecho refleja claramente que los padres no han podido o no han sabido transmitir el auténtico valor de la fraternidad ni del dinero.
Como siempre, la herramienta más eficaz de educar que tenemos es el ejemplo. Resulta vital que nuestros hijos vean, disfruten, vivan en casa como, sin necesidad de estar todos los días juntos, los hermanos mantenemos una relación más cercana que con cualquier otro grupo de personas.


Debemos hablarles de nuestros hermanos, contarles historias de cómo crecimos y cómo nuestros hermanos nos ayudaron a ser quienes somos hoy en día.
Debemos enfatizar que si llega un día en que todo falta, siempre les quedarán los hermanos, o al menos así debería ser, y de ahí la importancia de cuidarse y de aceptarse.
Deberíamos poder educar a nuestros hijos para que cuando se casen su papel en su familia política sea siempre el de unir,  que nunca se conviertan en la cuña que separa a su cónyuge de su raíz. Deben entender que si se han enamorado de alguien es por quién es, y eso se lo debe a sus padres y sus hermanos.
Si nuestros hijos nos ven disfrutar en familia y sienten el calor que nos tenemos entre los hermanos, estaremos dándoles uno de los mejores ejemplos posibles y uno de los mayores seguros de "buena vida" posibles.

 http://educarconsentido.com/author/educarconsentido/
Imágen : google 

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