Nosotros los padres, somos el espejo
desde donde nuestro hijo va a verse, conocerse y aceptarse. Ese reflejo
es la primera y más importante cercanía que ellos van a tener sobre
ellos mismos. Por eso la tarea es reflejar positivamente lo que son y
cómo son, evidenciando sus potencialidades y respetando y haciendo
respetar sus debilidades. Hay que trabajar para que el hogar sea el
taller donde se lo acepta y valora por lo que es, por lo que hace y por
cómo lo hace. Que sepan que con los errores y debilidades somos
pacientes: trabajamos duro con la conducta que puede desencadenar ese
error/debilidad pero benévolos con la persona del hijo. De aquí se
desprende cuanto se estime y el concepto que tenga de sí mismo nuestro
hijo.
Estamos en un camino seguro si logramos brindar este ambiente cálido y de confianza, donde no se tenga ni la menor duda, ni temor alguno a perder el amor de padres y hermanos por las equivocaciones que acontecen en el crecimiento personal. En la base de una sana autoestima está la certeza de saberse amados por otro. Por lo que si el hijo se siente amado va a poder amar y confiar no sólo en él/ella, sino también en los demás.
Como dice Dorothy Corkille Briggs en su libro “El niño feliz”: “Todo niño se valora a sí mismo tal como haya sido valorado (…) Los niños ponen rara vez en tela de juicio nuestras expectativas; en cambio, dudan de su propia aptitud personal”.
Estamos en un camino seguro si logramos brindar este ambiente cálido y de confianza, donde no se tenga ni la menor duda, ni temor alguno a perder el amor de padres y hermanos por las equivocaciones que acontecen en el crecimiento personal. En la base de una sana autoestima está la certeza de saberse amados por otro. Por lo que si el hijo se siente amado va a poder amar y confiar no sólo en él/ella, sino también en los demás.
Como dice Dorothy Corkille Briggs en su libro “El niño feliz”: “Todo niño se valora a sí mismo tal como haya sido valorado (…) Los niños ponen rara vez en tela de juicio nuestras expectativas; en cambio, dudan de su propia aptitud personal”.
Por eso la estructura de la autoestima tiene dos facetas: una es la mirada que nuestros hijos tendrán de sí mismos a partir de lo que les decimos que son, que pueden y que valen. La otra es cuánto creo que esto sea cierto. Esta opción de poner en “tela de juicio” el reflejo de los demás, sólo podrán hacerla cuando sean mayores.
Los padres debemos ser cuidadosos en este sentido, ya que sin darnos cuenta tal vez exijamos y soñemos con un hijo que no es el real. Incluso hasta podemos quebrar su yo, al ellos sobreexigirse para alcanzar lo que nosotros queremos o decimos que son y que valen.
Hay algunas posturas en las que sería conveniente no permanecer. Una es estar en la posición de padres que no esperamos nada de los hijos, que no vemos y no reconocemos los esfuerzos de ellos en ningún aspecto. Otra postura es la de los padres a los que nos cuesta, por lo que sea, demostrarles cuánto los queremos. Otra, los que creemos que no es necesario estarles diciendo lo que sentimos o pensamos respecto de ellos. Otros que sólo los reconocemos o miramos en la medida en que se portan como nosotros queremos que se porten, o sea, “bien”.
Educar para desarrollar una estima positiva tiene que ver con poder descubrir y reflejar a nuestro hijo su ser más auténtico, su lado más noble y fuerte para que, al desempeñar los roles de y en la vida, pueda conectarse justamente con su yo sin dejar de interactuar comprometida y respetuosamente con los demás.
TOF Claudia Bonaccorsi
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