Como bombero y paramédico, prácticamente he visto de todo. Presenciar
emergencias y catástrofes como parte de mi trabajo trae consigo muchas
emociones. Pero la crisis emocional más grave que tuve en mi vida fue
cuando me enteré de que fui concebida en un acto de maldad. Jamás pensé
escuchar las palabras “concebida en una violación”, cuando me puse en
contacto con mi madre biológica hace algunos años. Escuché el terrible
relato de aquella noche oscura de 1972, sentada en la sala de mi madre,
tomada de la mano de mi esposo.
Ella salía de un restaurante cuando aceptó que un hombre y su amigo
la llevaran a casa. El hombre la llevó a una carretera oscura a las
afueras de la ciudad y la violó, después la dejó sola. Ensangrentada y
herida, mi madre caminó hasta su casa, entró en su habitación y se echó a
llorar. Esa noche comenzó su infierno.
Al día siguiente le confió lo acontecido a su propia madre y ambas fueron a la estación de policía a presentar cargos.
Me dijo que quería “recuperar su vida”. Pensaba que si se deshacía de
mi vida, entonces podría continuar la suya como si nada hubiera pasado.
Y le parecía que un aborto ilegal era la solución para que todo llegara
a la normalidad. Pero al llegar a la clínica y ya sentada en la plancha
en la cual me quitarían la vida, cambió de parecer. Dejó ese lugar y
nunca miró hacia atrás.
Su madre la escondió del mundo. Cuando me dio a luz ni siquiera me
miró. Pero me dio el regalo más grande que jamás he recibido. Y encima
de darme la vida, me regaló una familia adoptiva increíble. Por eso,
estoy eternamente agradecida.
Comencé a compartir esta historia hace varios años, y entre más la
comparto, más me siento bendecida por haber recibido este regalo que es
la vida. Empecé a cuestionar también quién soy y el sentido de mi propia
vida. Mi madre y yo seguido hablábamos por teléfono, y cada vez que lo
hacíamos yo tenía más preguntas que necesitaban respuesta. Para algunas
respuestas no estaba preparada, pero para yo poder sanar y encontrar mi
propio valor, necesitaba escucharlas.
El día 6 de marzo de 2013, mi madre biológica falleció por una
infección de vías urinarias que se volvió séptica. Durante sietes días
luchó por su vida, y durante esos siete días estuve sentada junto a
ella, pidiendo a Dios que nos diera más tiempo. Pero Dios tenía otros
planes para ella. Ella estuvo conmigo cuando yo respiré por primera vez,
y yo estuve con ella cuando respiró por última vez.
Estoy muy agradecida con su familia por haberme dejado ser parte de
sus vidas durante esos últimos siete días. Me permitieron estar con ella
para mostrarle cuánto aprecio los sacrificios que tuvo que hacer para
traerme al mundo y darme vida.
Encontré cuánto valgo a través de su historia y he conciliado el hecho de que mi padre biológico sea un violador.
He contactado a mi padre biológico. Le pedí su historial médico y una
prueba de ADN, a lo cual accedió. Más tarde contrató a un abogado y me
pidió que me mantuviera alejada de el y de su familia. Desde entonces he
comenzado a rezar por el para que algún día pueda encontrar paz, como
lo he hecho yo.
Por ahora, continúo a compartir la historia de valentía, amor y fe de
madre biológica. Ella es el héroe y yo quien recibió el precioso
regalo. Antes de fallecer me dijo que le maravillaba como algo tan
hermoso podía salir de algo tan horrible. Yo estoy de acuerdo en que mi
relación con ella fue una cosa hermosa.
Como bombero, paramédico y partidaria de la causa pro-vida, voy a
continuar en la lucha por salvar muchas vidas, pero especialmente
aquellas de los bebés concebidos por violación.
Monica Kelsey
http://www.monicakelsey.com/
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