Mucho se ha hablado de los siete pecados capitales en discursos religiosos. Pero, ¿afectan éstos en tu matrimonio? Sigue los siguientes enlaces para un descubrimiento con verdades eternas que pueden salvar tu matrimonio.
¿Eres culpable de algún pecado capital en tu relación? Si es así, nunca es tarde para cambiar uno de estos siete pecados capitales por una de las siete virtudes en el matrimonio:
Lujuria. Se
caracteriza por pensamientos excesivos de naturaleza sexual, o un deseo sexual
desordenado e incontrolable. Hoy se habla mucho de la adicción al sexo. La
pornografía, el adulterio, la fornicación o ese mismo deseo sexual
incontrolable pueden destruir tu relación. Las relaciones sexuales son
necesarias en el matrimonio. Asegúrate de que tu pareja esté sexualmente
satisfecha para que, en última instancia, no tenga que andar buscando por otros
lados. Si en tu relación no obtienes suficiente actividad sexual, aprende a
controlar tus impulsos y a saber pedir y construir el momento adecuado para que
tu pareja sienta el deseo de estar contigo y compartir ese momento tan íntimo y
sagrado. La virtud opuesta a la lujuria es la castidad.
Pereza. El ocio pareciera no tener ningún efecto en el
matrimonio; sin embargo, va atado a su hermana, la indiferencia. La mente que
no está ocupada en hacer algo productivo es una mente que no trabaja, está
enferma o anulada en cierta forma. Se produce entonces la indiferencia hacia la
pareja. Cumple con entusiasmo tus responsabilidades laborales y del hogar.
Cuando tu pareja quiera contarte algo, dedícale toda tu atención. Preocúpate
por saber cómo está, si necesita algo, si se siente enferma o con hambre, o si tiene
ganas de charlar o de salir a pasear. Evita las actividades que son solo para
ti, como ponerte a jugar en solitario un videojuego, o a por la Internet. Tu
pareja con seguridad también desea pasar tiempo contigo después de tantas horas
de separación por el trabajo. La diligencia es la virtud en contraste con la
pereza.
Gula y ebriedad. El
consumo excesivo o innecesario de comida y otras sustancias como el alcohol o
las drogas se engloban en esta categoría. Estas prácticas son adictivas y
destructivas. El consumo de alcohol, por ejemplo, te puede llevar a cometer
actos de violencia o de los que con seguridad te vas a sentir terriblemente
avergonzado. Ninguno de esos excesos te ayudarán en tu autoestima, sino todo lo
contrario, la destruirán y perderás tu valor individual y auto respeto. Tu
pareja, que te ama, sufrirá contigo drásticas horas de soledad y desesperanza
ante un vicio que parece invencible. Evita cualquier exceso, y rehúye por
completo el consumo de cualquier sustancia que cause dependencia, porque esto
solo te llevará a un callejón sin salida. La virtud antagónica a la gula es la
templanza.
Ira. Conocida
también como enfado, enojo u odio, es un sentimiento lleno de impaciencia e
intolerancia. No te enojes con tu pareja, sé paciente. Ten en cuenta que todos
cometemos errores. Toma las cosas con sentido del humor y verás que nada es tan
grave como parecía un momento atrás. Aprende a controlar tus emociones.
Practica la meditación, lee la Biblia o algún otro libro religioso que traiga
paz a tu alma; ora a tu Dios, respira hondo y tómate unos momentos para enfriar
tu cabeza cuando alguien diga algo que te irrite, o haga algo que no te agrade.
No dejes salir de tu boca lo primero que venga. Piensa bien antes de hablar, y
nunca-nunca utilices la violencia contra tu pareja. Recuerda que la violencia
puede ser física, pero también verbal o emocional. Una buena dosis de
paciencia, la virtud contrapuesta a la ira, calmará esos arrebatos de carácter.
Envidia. Este
sentimiento dañino se alimenta y se goza viendo el sufrimiento ajeno. No solo
se desea tener la propiedad de alguien más, sino que también se quiere que el
prójimo quede privado de lo suyo. En tu relación nunca debes menospreciar a tu
pareja. Trátala como a una igual. Debes tener empatía por los pesares de tu
cónyuge y tratar de hacerlo feliz. Si te sientes miserable por alguna razón, no
la arrastres hacia ese pozo. Sé feliz por sus logros, aunque eso signifique que
quedes en segundo plano por un momento. La virtud que cura a la envidia es la
caridad.
Avaricia. Es
otro pecado de exceso, en particular atribuido a la adquisición de bienes
materiales. Si eres el único proveedor de la familia no sientas que todo el
dinero es tuyo y que solo tú puedes administrarlo y gastarlo. Si tú y tu
cónyuge trabajan, no separen las ganancias. Pongan todo el salario en una sola
cuenta bancaria, mancomunada de ser posible, de este modo no sentirán que uno
aporta más que el otro. No te obsesiones con ganar más y más, y por trabajar
sin cesar. Nunca te sentirás satisfecho con tus riquezas, porque nunca podrás
tener suficiente de lo que no necesitas. Dedica, en su lugar, más tiempo a tu
pareja, a pasar momentos juntos y a disfrutar de los frutos de tu trabajo. ¿De
qué sirve juntar y juntar bienes y nunca disfrutar de ellos? La virtud en
antítesis a la avaricia es la generosidad.
Orgullo. Es conocido también como el “padre de todos los
pecados”. Otros sinónimos son: altivez, arrogancia, vanidad, insolencia y
vanagloria. Tiene su raíz en la enemistad, como explicó el líder religioso Ezra
Taft Benson. Una persona orgullosa nunca se rebajaría a pedir perdón, por lo
que en una relación matrimonial se convierte en un arma mortal. Una relación
entre dos personas que conviven y en la que ninguno, o solo uno, sabe pedir
perdón, no llegará a ser un nido de felicidad plena. Aprende a ser humilde, a
amar y a respetar a tu pareja. Controla tu ego y reconoce las excelentes
capacidades, dones y talentos de tu cónyuge, y sus esfuerzos por complacerte. Sé
un amigo fiel y compañero constante de la persona con quien prometiste pasar el
resto de tus días. El orgullo se sana con la virtud de la humildad.
http://familias.com/los-7-pecados-capitales-en-el-matrimonio
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