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"El Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen." Santa Teresa de Ávila
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sábado, 11 de noviembre de 2017

Cuando los hijos se van… ¿y ahora qué?

La partida de los hijos no debe visualizarse como un evento negativo o una sensación de frustración. El tiempo ahora es para el disfrute en pareja de actividades aplazadas o relegadas, frente a tareas más importantes.

Esa expresión popular, ‘nido vacío’, se relaciona con el ciclo reproductor de las aves, justamente cuando los polluelos, una vez emplumados y completamente desarrollados, abandonan la seguridad y el cobijo del entorno paterno para volar libremente, dando inicio a un nuevo ciclo vital. Esto, que en las aves ocurre sin trauma ninguno para los progenitores, en los humanos casi siempre es un evento doloroso, conflictivo y aún dramático.

¿Por qué algo natural y previsible como es la emancipación de los hijos, ha llegado a ser fenómeno traumático para los padres, que en lugar de sentir la satisfacción de una labor cumplida a cabalidad, se sienten solos, vacíos y desprogramados, como si su proyecto vital hubiera llegado a su fin y a partir de entonces su existencia no tuviera cabida sino para la nostalgia, la rememoración agridulce de tiempos mejores que han quedado atrás y la espera paciente de una corta visita, una llamada telefónica o una alegre celebración que pasa fugaz y deja un regusto amargo, mezcla de añoranza y abandono?

La denominación de ‘nido vacío’ es un fenómeno reciente que describe esa realidad de padres solos, con frecuencia aún jóvenes, que ven marchar a sus hijos del hogar y se encuentran el uno frente al otro como seres descartados por la vida.

La familia nuclear, constituida por padre, madre y uno, dos o cuanto más tres hijos, hizo su aparición en los últimos años sesenta del siglo XX y dio lugar a un ciclo familiar corto, en el que padres de 45 o 50 años terminan la crianza de su(s) hijo(s) y ven marchar la prole cuando están aún en lo que podríamos denominar el tercio medio de su proyecto familiar.

En contraposición, la familia anterior a ‘la píldora’ procreaba usualmente entre 5 y 8 hijos y por lo tanto invertía en el periodo de crianza mucho más tiempo; esto sin contar que la emancipación de los hijos era algo progresivo y tardaba años desde la marcha del primero. Adicionalmente en una constelación numerosa de hermanos no era extraño que alguno(a) de ellos permaneciera soltero(a) y continuara indefinidamente en la casa paterna. Total, no habían terminado de marcharse todos cuando los nietos empezaban a desfilar por la casa de los abuelos y entonces, ‘nido vacío’ propiamente no había.

Nido vacío: ¿un problema o una oportunidad?

La respuesta a esta inquietud no es simple. Cada familia lo percibe diferente y cuando unos ven el arribo de un periodo de madurez y plenitud, otros sienten que es hora de ‘recomenzar’ porque lo construido hasta hoy se ha venido abajo. Y no faltan los que destruyen el nido y con él la relación matrimonial, bajo el supuesto de que con la marcha de los hijos la responsabilidad ha terminado y han quedado libres de unas ataduras toleradas solo por no dar escándalo a hijos aún inmaduros.

Un punto de vista positivo: el matrimonio es una realidad dinámica como pocas. De una primera época de ajustes, que va construyendo un estilo familiar y una relación de pareja cada vez más madura y estable, se pasa a un periodo de crianza sugestivo y ‘engolosinante’, que transforma el nido de amor en un entorno educativo, con tiempos muy bien determinados aunque translapables, según las edades de los hijos: primera infancia, escolaridad, pubertad, adolescencia y adulto joven.

Durante este lapso, que va de la boda hasta la misión de ser padres y sigue con la llegada a la edad adulta del primer hijo, no solo maduran los críos sino también los padres, en aspectos como la relación esponsal, la relación parental, el crecimiento físico, psíquico, espiritual, profesional, etc.; de tal manera, que una vez terminada la crianza, los esposos son mejores personas, mejores profesionales, mejores amigos… mejores hijos de Dios.

Si lo anterior es cierto, se aprecia el inicio de una nueva etapa en el dinamismo familiar, en la que se cosechan frutos y se gana tiempo para el disfrute en pareja de muchas actividades que debieron ser aplazadas o relegadas, frente a tareas más importantes y en ocasiones urgentes del periodo anterior.

Un punto de vista negativo: desde esta óptica, la familia nuclear de uno o dos hijos, no solo cambió la dinámica hogareña, sino que, en muchos casos, alteró el orden de los amores. Poco a poco, el amor de los esposos entre sí, realidad fundante y soporte básico del entorno familiar, fue cediendo terreno frente al amor filial, que con el correr del tiempo se ha ido convirtiendo en el único aunque frágil pegamento de la unión familiar.


Aquí, tanto la madre como el padre, pero sobre todo la primera, ven en el hijo la máxima aspiración de su proyecto matrimonial y su amor hacia este como el más perfecto y ‘desinteresado’ amor humano y esto con un claro detrimento de la relación de pareja y de la figura del esposo-padre, quien no logra, aunque se lo proponga, romper la diana madre-hijo; quedando relegado a un papel secundario de proveedor o cuasi-madre que cambia también pañales, prepara teteros y compite con la esposa por los afectos de un hijo que funge de rey del hogar y vino para ser servido, porque, como afirman cada vez más los jóvenes tiranos, como razón de fondo para sus crecientes demandas: “Yo no pedí que me trajeran a este mundo”.

Es principalmente en este tipo de familias, donde la emancipación de los hijos se visualiza negativamente, porque el accionar de los padres, una vez se marchan los hijos, pierde vigencia, dejando un vacío de validez y motivación en la pareja de esposos, que para entonces son solo socios de una empresa caduca que los distrajo de ese otro fin matrimonial, para entonces olvidado o por lo menos imperfectamente asumido, cual es la ayuda y el perfeccionamiento mutuo.


Así pues, un ‘nido vacío’, no es la etapa final en el ciclo natural de la familia. Muy al contrario, es el inicio de una nueva etapa en la que un amor maduro y aquilatado por un previo trasegar, pletórico de realidades complejas abre paso a una convivencia conyugal serena, esperanzada y enriquecida por el agradecimiento de unos hijos que se seguirán nutriendo indefinidamente del amor de sus padres.


Artículo editado para LaFamilia.info. Tomado de Apuntes de Familia, edición 26-12/14. Instituto de La Familia, Universidad de La Sabana. Autor: Álvaro Sierra Londoño, profesor investigador Instituto de La Familia

jueves, 9 de noviembre de 2017

5 Claves para manejar los conflictos de pareja


Por lo general, las discusiones matrimoniales se forman a partir de pequeñeces que los mismos cónyuges se encargan de agrandarlas hasta convertirlas en verdaderos focos de disputa. Bastaría con saber un poco más de las estrategias utilizadas en negociación y manejo de conflictos, para ahorrarse muchos de los líos que se dan en la pareja. A continuación algunas de ellas.


1. En vez de pelear, negociar con el esquema "yo gano, tu ganas"

Lo ideal en el matrimonio es que la balanza siempre esté equilibrada en todos los aspectos, pues cuando se inclina hacia un lado, es donde surgen los problemas. Cuando una de las partes se siente perdiendo en la relación, se están creando barreras para el buen funcionamiento conyugal. Por eso, cada uno debe procurar que las dos partes ganen.

Llegar a acuerdos hará que la convivencia sea armoniosa y se eviten malos ratos. Pero para poder hacer negociaciones, alguno de los dos debe ceder, por tanto, el orgullo, la soberbia y el egoísmo deben pasar a un segundo plano.

2. Entender la naturaleza masculina y femenina

Pensamos distinto, actuamos distinto y somos distintos. Son dos mundos que deben vivir en uno solo. Por eso es determinante conocer la esencia del otro, pues esto ayuda a comprender mejor a la pareja y a actuar de forma efectiva. Entender al esposo/a desde su óptica de hombre o de mujer, es una de las herramientas más efectivas para ganar armonía en el matrimonio. (Ver: Un error común en el matrimonio: esperar que ellas reaccionen como ellos y viceversa).

3. No cerrarse en culpas sino en soluciones

Detenerse en la culpa es estancar la comunicación, empeorarla y conducirla a escenarios áridos donde es difícil construir algo bueno. Las miradas deben estar puestas en las soluciones; éstas sí permiten avanzar, construir, aprender y mejorar.

4. Formatear el disco duro

Para poder llegar a las soluciones, lo más sabio es dejar la mente en blanco: despojarse de las suposiciones, hechos, juicios, todo lo que entorpezca la comunicación; puesto que impiden la escucha y la comprensión del punto de vista del otro.

5. Reconocer las fallas 

El orgullo y la soberbia pueden echar todo a perder. Cuando en realidad se ha fallado en algo, el debe ser es reconocerlo. Además los beneficios son inmediatos, el hecho de que el cónyuge admita su error, hace que el otro cambie de actitud.


Reglas para los conflictos conyugales:

- Bajo ninguna circunstancia faltarse al respeto.

- No discutir en público, y menos frente los hijos.

- Elegir el momento adecuado para expresar los desacuerdos; discutir “en frío”.

- No sacar temas del pasado que no tienen relación.

- Evitar mencionar la palabra “divorcio” ante cualquier dificultad.

- Darse un receso si el conflicto ha llegado a un punto peligroso y retomarlo en otro momento.



La vida en pareja debe ser enriquecedora, feliz, armoniosa, satisfactoria; y lograrlo está en manos de los cónyuges. Buscar peleas donde no las hay, es una forma de amedrentarse la convivencia, cuando en realidad la vida es para disfrutarla de la mano del otro.


miércoles, 8 de noviembre de 2017

¿Qué hay detrás del desorden?



Algunos son ordenados por naturaleza, mientras que para otros ésa es su batalla diaria. Detrás del desorden se esconden algunas causas, lo interesante es que cuando las personas identifican el “porqué” de su comportamiento, les resulta más fácil corregir esta debilidad.

Los especialistas afirman que generalmente, hay otras situaciones que pueden disfrazar la incapacidad para conservar el orden, como las que se describen a continuación.

Inseguridad

En algunos casos puede haber dependencia o apego a las cosas materiales, pues de cierta forma, las pertenencias pueden proporcionar seguridad. Por lo tanto, deshacerse de ellas, genera temor y ansiedad. Surge entonces la acumulación y así el desorden. Una situación de esta índole, puede llegar a convertirse en un tropiezo en la vida de la persona y en su convivencia con los demás.

Demasiada perfección

El deseo de hacer todo perfecto, se convierte en el principal obstáculo a la hora de ordenar, pues nunca quedará tan bien como se desea, eligiendo así posponer la tarea de ordenar antes de hacerla “medio bien”.

Dejarlo todo para después: procrastinar 

“Otro día lo hago”, “hoy no puedo”… Procrastinar es sinónimo de diferir, posponer o aplazar. Dejar todo para después, es una de las causas más comunes del desorden, y por lo general ocurre a causa de la pereza, negligencia, o dificultad para manejar el tiempo y establecer prioridades. El problema radica en que se convierte en costumbre el no hacer a tiempo los pendientes, afectando así la efectividad y el buen desempeño.

Precaución: “guardar para después”

Este tipo de personas les gusta guardar pues consideran que en algún momento las cosas les serán de utilidad. Por consiguiente no desechan, ni regalan nada, formando así pilas de papeles, de ropa o de cosas, la mayoría inservibles.

“Sentimental”

Este tipo de personas guarda porque cada pieza tiene un significado especial y por eso evita desechar. Guarda cierta relación con la inseguridad y el apego, pero esta vez hay un sentimiento de afecto o recuerdo, que la persona no quiere dejar atrás. También son personas que le temen al cambio y se les dificulta “pasar la página” de una relación o situación porque viven de los recuerdos.


Consejos para ser más organizados

Una vez se ha identificado la causa, lo ideal es ejercer un plan de acción para mejorar en este aspecto.

1. Priorizar. Para ser ordenados con el tiempo y las actividades, hay que tener claridad sobre su importancia, por eso anotarlas brinda esa claridad que evita empezar varias tareas sin culminar ninguna y brinda un punto de partida para saber por dónde comenzar.

2. Una sola cosa a la vez. Así se tendrá plena concentración en la tarea y se podrá concluir con éxito.

3. No dejar para mañana lo que se puede hacer hoy. No aplazar las cosas es el primer paso para ser ordenados.

4. Practicidad. Si el desorden se ha vuelto la “piedra en el zapato”, entonces hay que procurar por hacer todo más sencillo y práctico. Por lo general cuando las personas tienen varias opciones y sitios donde almacenar y depositar cosas, se vuelven más ordenados. La idea es facilitar la vida para que las cosas permanezcan en el lugar que deben.

5. Desechar. Es una regla para conservar el orden.

6. Ponerse metas para cumplirlas. Es mejor pocas metas pero alcanzables. Por ejemplo, proponerse arreglar una parte del closet un día y en otra ocasión el resto. Lo importante es comenzar.

7. La pereza es la madre de todos los vicios. Derribar la pereza es la mejor forma de fortalecer el carácter y progresar en la vida.

El orden requiere voluntad y esfuerzo, pero una vez se logra, nace el deseo de conservarlo y no volver atrás.


viernes, 27 de octubre de 2017

Día de los Niños: una mejor alternativa que Halloween


Entrando el mes de octubre se espera la fiesta del Halloween. Los comercios lucen adornos de color naranja y negros, se ven dibujos de brujas, demonios, fantasmas, y monstruos; se preparan fiestas de disfraces, las cuales los niños esperan con ansias. Pero, ¿conocemos el origen del Halloween? ¿Qué significado tiene esta fiesta? ¿Estamos celebrando algo que va en contra de nuestros valores y se lo estamos transmitiendo a los hijos? 

Un origen oscuro

Es importante conocer un poco su origen para darnos cuenta qué celebramos en realidad. El nombre de Halloween se deriva de "All Hallows Eve" o "Víspera del día de todos los santos" y se celebra la noche del 31 de octubre. Viene de los ritos de los Druidas (sacerdotes de las tribus europeas Celtas) para celebrar el día en que Samán, el dios de los muertos, invocaba a los malos espíritus a reunirse la última noche del mes de octubre para examinar los acontecimientos del futuro.

Gradualmente la fiesta del inicio del otoño adquirió un carácter siniestro. Se creía que ese día salían a rondar fantasmas, hadas, brujas, demonios y duendes. Asimismo, se creía que Halloween era el día más apropiado para todo tipo de adivinaciones acerca del matrimonio, suerte, salud y muerte. Este era el día en el que los paganos invocaban la ayuda del diablo para esos propósitos.

A finales del siglo XIX inmigrantes irlandeses introdujeron la fiesta de Halloween en Estados Unidos, país donde los comerciantes la convirtieron en una ocasión para la ganancia económica por la venta de dulces, disfraces, tarjetas, posters, etc.

Por tanto, conscientes de que todo lo relacionado con brujos y el demonio es abominación contra Dios, "celebraciones" como la del Halloween no son agradables ante Sus ojos. Es necesario que entendamos que un brujo es un servidor del diablo. Sólo se celebra lo que se admira o se quiere. Por esto no es lógico que celebremos algo que atenta contra nosotros.

Una mejor alternativa: El Día de los Niños

Partiendo entonces de un panorama tan oscuro y colmado de fuerzas negativas como es el Halloween, se propone mejor que el 31 de octubre se celebre el Día de los Niños. Algunas ideas para hacer de esta una celebración familiar con un sentido diferente:

- Busca para tus hijos disfraces de animalitos o personajes infantiles. Evita aquellos de zombies, brujos, monstruos, y los que incluyan juguetes bélicos.

- Diversión y juego. Este día debe ser un espacio para lo mejor que los niños pueden hacer: jugar. Prepara algunas actividades para este día.

- Evita en casa las decoraciones tenebrosas. Si tu hijo pregunta por qué en casa de su amigo sí hay arañas, fantasmas y brujos, explícale en términos comprensibles las razones de esta decisión. Los niños entienden perfectamente las explicaciones de sus padres. 

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  • - Una ocasión para dar y compartir. Así como ellos recibirán dulces o regalos, invita a tus hijos para que en este día compartan con niños necesitados. Pueden ser juguetes o ropa que ya no utilicen.  
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No permitamos que la sociedad de consumo nos lleve a vivir cosas que van en contravía de nuestros valores.


miércoles, 25 de octubre de 2017

¿Pueden las emociones afectar la salud?


Estamos convencidos que si adquirimos hábitos de vida sana -hacer ejercicio, alimentarse adecuadamente, no fumar, etc.- estamos haciendo mucho por nuestra salud; ¿pero dónde quedan las emociones negativas? ¿Pueden ser perjudiciales?

No siempre somos conscientes de la repercusión que tiene en nuestras vidas el cultivo constante de emociones negativas, como son el pesimismo, el rencor, el odio, el resentimiento, la ira, la desesperación, la desilusión, el mal humor, la tristeza, el estrés excesivo... Por eso nos dimos a la tarea de averiguar de qué forma puede impactar en la salud los estados emocionales, y esto fue lo que encontramos.

Conexión mente-cuerpo

La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que más del 90% de las enfermedades tienen un origen psicosomático, lo que quiere decir que un proceso de origen psíquico, tiene influencia en lo corporal.

La medicina reconoce por lo tanto, que las emociones positivas potencian la salud, mientras que las emociones negativas tienden a disminuirla. Especialistas de la Universidad Complutense de Madrid explican lo siguiente: “Cuando nos encontramos bajo estos estados emocionales negativos -periodos de estrés-, es más probable desarrollar ciertas enfermedades relacionadas con el Sistema Inmune (como la gripe, u otras infecciones ocasionadas por virus), o adquirir determinados hábitos poco saludables, que a la larga pueden minar la salud. En cambio, el buen humor, la risa, la felicidad, ayudan a mantener e incluso recuperar la salud.” [Emociones negativas -ansiedad, depresión e ira- y salud, por Antonio Cano Vindel y Juan José Miguel Tobal].

Igualmente Daniel Goleman, gran estudioso de la inteligencia emocional, ilustra lo que ocurre cuando una persona se enfurece en repetidas ocasiones: “Cada episodio de ira añade una tensión adicional al corazón, aumentando su ritmo cardíaco y su presión sanguínea. Cuando esto se repite una y otra vez, puede causar un daño, sobre todo debido a la turbulencia con que fluye la sangre a través de la arteria coronaria, con cada latido se pueden provocar microdesgarramientos en los vasos, donde se desarrolla la placa. Por eso, si su ritmo cardíaco es más rápido y su presión sanguínea más elevada como resultados de frecuentes estados de ira, tendrá mayor probabilidad de sufrir una enfermedad coronaria.” (De lo psicológico a lo fisiológico en la relación entre emociones y salud – Revista PsicologiaCientifica.com)

Emociones que nos hacen bien

La otra cara de la moneda es mucho más prometedora. Las emociones positivas son aquellas que generan una experiencia agradable, como la alegría, la felicidad o el amor. De ahí que sonreír, ser positivo frente a la vida, tener buen humor, no dramatizar las dificultades, dominar la ira y permanecer sereno, sean blindajes muy efectivos contra las enfermedades.

El Dr. Ignacio Morgado, de la Universidad Autónoma de Barcelona, dice que “las emociones positivas mejoran el sistema inmunológico, reducen el estrés, nos hacen sentir mejor en general.” Incluso, la Dra. Karina Davidson, del Centro Médico de la Universidad de Columbia asegura que tener una actitud alegre reduciría el riesgo de padecer enfermedades cardíacas hasta un 22%. “Esto se debería a que la gente positiva padece menos estrés, por lo que suelen tener una presión arterial y un ritmo cardíaco saludables”. (15 formas en que las emociones afectan tu salud – Salud.univision.com)

Asimismo, las emociones positivas por lo general van acompañadas de hábitos de vida sana que mejoran el bienestar físico y mental.

Todo depende del “cómo”

Algo importante que vale aclarar, es que las emociones hacen parte de la vida, pues surgen como respuesta a las situaciones que a diario se presentan, la clave está en saberlas manejar, puesto que los problemas de salud no son producidos por las situaciones como tal, sino por la forma o la actitud con la cual se afrontan. Por este motivo es que los médicos explican que las características de la personalidad, y la manera de combatir el estrés, los conflictos, fracasos y frustraciones pueden potenciar o desarrollar diversas enfermedades.


En resumidas cuentas, acumular emociones negativas debilitan y afectan el bienestar. Esto nos hace más vulnerables a las enfermedades. Por eso hay que cultivar mejor las emociones que benefician nuestra salud, y suprimir de nuestras vidas aquellas que nos intoxican.

martes, 24 de octubre de 2017

Primeras salidas nocturnas de tu hijo adolescente: este decálogo te será de gran ayuda



La libertad y la autonomía son competencias que el adolescente debe construir progresivamente respetando las normas y los acuerdos alcanzados con sus padres. Para planificar las primeras salidas nocturnas del hijo adolescente, la entidad española CONCAPA (Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y padres de Alumnos) propone el siguiente decálogo, aquí publicamos un resumen de éste:
  
1. Partir de una posición de coherencia entre los padres

Independientemente de la situación de la pareja (incluida la circunstancia de que los progenitores se encuentren separados o divorciados), se debe adoptar una posición común y coherente antes de dar el paso de hablar con el hijo(a) de sus primeras salidas nocturnas. En caso de desacuerdo, deben alcanzar algún nivel de compromiso que les permita enviar un mensaje claro y consistente al adolescente.

En este asunto no caben las posturas ambiguas ni la inhibición porque son los padres, ambos padres, los que deben dar el permiso para salir de noche. La educación es una responsabilidad que debe ser asumida de forma conjunta y cooperativa por ambos progenitores y, en situaciones que exigen decisiones firmes como las que nos ocupan, es imprescindible que además sean coherentes.

2. Crear las condiciones más adecuadas para el diálogo

El peor error que se puede cometer consiste en ir posponiendo las decisiones para abordarlas unas horas o unos minutos antes de la salida. Ten la certeza de que esos mensajes de última hora (“¡No bebas!” “¡Vuelve pronto!”) no tienen ninguna utilidad e incluso pueden ser contraproducentes. Si queremos dialogar, es imprescindible plantearlo con suficiente antelación. Para ello, tienes que hacerle saber a tu hijo o hija de forma directa y explícita que es preciso hablar sobre este asunto: “Queremos hablar contigo sobre la salida que quieres hacer el próximo fin de semana”.

De igual modo, es muy importante elegir un buen momento para hablar, un momento en el que tanto padres como el adolescente estén tranquilos, poco ocupados y dispongan de tiempo suficiente para dialogar con serenidad.

3. Establecer una buena comunicación

Si de verdad dejas gestionar de forma razonable y eficaz el reto que representan las primeras salidas de tu hijo, es fundamental debatirlo con calma para captar todo lo que él o ella quiere expresaros con sus palabras y su comportamiento. Ten en cuenta que, para comprender a un adolescente, hay que ir más allá del lenguaje verbal y prestar especial atención a lo que transmite con su lenguaje no verbal: miradas, posturas, gestos, emociones, silencios…

Además, cuida tu manera de hablar: haz preguntas abiertas y no preguntas cerradas donde sólo pueda contestar “sí” o “no” (por ejemplo “¿Qué piensas de ese lugar al que vas?” “¿Cuál es tu opinión sobre esa chica?”). Evita los discursos largos que pueden ser percibidos como moralizadores. Expón sinceramente tus preocupaciones utilizando el “yo”, porque así podrás expresar lo que piensas y sientes y tu hijo percibirá la autenticidad de tu exposición. Evita las descalificaciones, los reproches, y las acusaciones (“Ya se sabe lo desastre que eres”, “Tú eres un ingenuo”, “Temo que te metas en algún lío como siempre…”). Ten la seguridad de que un diálogo entre un acusador y un acusado está condenado al fracaso.

Exprésale claramente el comportamiento que esperas de él. Tómate el tiempo necesario para explicarle claramente sus peticiones y sus deseos y verifica que el mensaje ha sido comprendido tal y como tú quisiste transmitirlo. Es clave evitar confusiones y malentendidos.

4. Permanecer firmes ante un eventual chantaje emocional

Es frecuente que, si tu hijo o hija no obtiene de forma inmediata lo que desea -dejarle regresar a una determinada fiesta-, recurra al chantaje emocional: “Eres un mal padre (o madre)”, “Lo que pasa es que no tienes confianza en mí” o la frase definitiva de “A los demás sí les dejan”. De ahí que uno de los principales retos a los que deberás enfrentarte es resistir el chantaje emocional que suponen este tipo de argumentos.

En primer lugar, es preciso que permanezcas firme en tus proposiciones y racionalices el tema. Para los adolescentes, la cuestión de la normalidad es importante; lo que ellos consideran “normal” tiene una gran influencia sobre sus opiniones y sus decisiones. Sin embargo, no siempre esa valoración de normalidad que les presentan tiene una base real; si profundizas un poco, comprobarás que “todos los demás” no son en ocasiones más que determinados amigos especialmente relevantes para él o ella.

De cualquier forma, aunque fuera cierto que otros padres lo autorizan, no debes sentirte cuestionado ni empujado a aceptar determinadas decisiones que no compartes. Las pautas educativas, las normas y los límites no tienen por qué ser los mismos en cada hogar. Tu hijo debe aprender que las reglas de juego pueden ser distintas en una u otra familia, además, recuerda que son los padres los responsables de tomar la disposición final.
  
5. Desarrollo de las salidas: poner normas y límites

Un aspecto fundamental es conocer lo más posible el desarrollo de la salida. Para ello,..

El artículo completo lo puedes leer aquí 

lunes, 23 de octubre de 2017

¿El fin de la intimidad?



Muchos definen la intimidad como un “límite entre lo público y lo privado, entre lo confidencial y aquello que puede mostrarse”- podemos decir que en numerosas ocasiones el concepto de intimidad sobrepone al de privacidad o confidencialidad. Aquí queremos resaltar que la intimidad es mucho más que lo meramente privado, “intimidad es un término que lleva implícito otro término, profundidad”.

¿Qué es la intimidad?

La definición en el Diccionario de la Real Academia Española: “Zona espiritual íntima y reservada de una persona o de un grupo, especialmente de una familia”.

“…La intimidad es una necesidad humana y un derecho natural del hombre. El término intimo viene de intimus que significa “lo más interior”. A esto es a lo que me referiré hoy, a aquello que se guarda en lo más interior. 

La intimidad es un derecho fundamental, es lo que realmente le pertenece a cada persona, es la fuerza  y señorío. Según Ilva Hoyos: “…se manifiesta en el dominio que la persona tiene sobre si misma, su vida, sus actos, su integridad física su intimidad, su honor”…

¿Qué te pertenece de tu cuerpo? Lo que guardas de la vista de los demás. ¿Qué le pertenece a tu alma? Tus pensamientos, tus sentimientos más profundos, tus amores que cuidas y compartes sólo con la persona indicada.

La intimidad está amenazada

Comparo la intimidad a un iceberg, ese témpano profundo de hielo que luce muy normal a la vista pero que es muy difícil de quebrantar. Recordemos la historia del Titanic. Cuando se ha desarrollado una intimidad profunda y fuerte, los embates de la vida se enfrentan con entereza y se mantiene la paz interior. De lo contrario cuando no se posee una intimidad sólida y profunda, esos embates resquebrajan el ánimo y pueden llevar a la persona a perder el equilibrio emocional que se requiere en los momentos difíciles. Como ejemplo puedo dar la vida de los artistas que ventilan todo a la luz pública. Muchos tienen una vida bastante infeliz y con finales trágicos.

Si la intimidad es un derecho fundamental que lo protege la Constitución, a los personajes públicos no se les respeta. Al cometer un error íntimo hacen leña del árbol caído para vender más revistas sacándoles a relucir los trapitos al sol.

Hoy más que nunca este derecho y el cultivo de la intimidad se ven amenazados, primero que todo en las redes sociales, también en programas de TV horario triple A, donde se exponen los más bajos instintos de los protagonistas. Se destapan y ventilan los sentimientos, los gustos, los disgustos de manera ordinaria y vulgar. Recordemos el refrán popular muy diciente al respecto: “La ropa sucia se lava en casa.”

¿Cuándo  se puede y debe compartir la intimidad? 

Se abre la intimidad para proteger derechos afectados al interior de la familia, ej. maltrato físico que hay que denunciar.

También cuando esa apertura redunda en beneficio personal o de otra persona: comparto mi intimidad con aquel que sufre, padece por algo que yo he sufrido y al compartir mi experiencia intima puede ayudarle a aliviar su dolor o a encontrar una solución.

Cuando visitamos el médico, el sacerdote, el psiquiatra y abrimos nuestra alma, nuestro corazón buscando una cura.

La compartimos con la persona amada de corazón. 

En los ratos de oración con Dios es cuando se crece y fortalece la intimidad.

Hablando del tema, mi amiga Lucía, me envió el siguiente texto: “La parte más intima de una mujer no la tendrás nunca mientras la desnudas, la tendrás mientras la escuchas. La parte más intima de una mujer, la tendrás cuando toques un punto que nunca nadie más ha tocado así: su alma.”


Desarrollar, fortalecer, cuidar, guardar y proteger esa intimidad es una tarea que todo padre de familia debe aprender y enseñar a sus hijos desde pequeños porque esto posibilita el desarrollo integro de la personalidad. Ese cultivo de la intimidad ampliará su capacidad para relacionarse con los demás de manera armónica, le enseñará a confiar y a creer en el otro.


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