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"El Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen." Santa Teresa de Ávila
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lunes, 31 de marzo de 2014

DARLE VUELTA AL CALCETÍN


Mi tía tenía muchos problemas. Había estado ganando peso y perdiendo pelo.  No dormía, se mordía las uñas y los dientes le rechinaban. Era irritable, gruñona y amargada, hasta que un día, de pronto, ella cambió.  La situación estaba igual, pero ella era distinta.
 
Cierto día, su marido le dijo:
-    Vieja, llevo tres meses buscando empleo y no he encontrado nada, voy a tomarme unas cervezas con los amigos."
 
Mi tía le contestó:
-    Está bien, tomando cerveza lo vas a encontrar.
 
Mi primo le dijo:
-    Mamá, voy mal en todas las materias de la universidad.
 
Mi tía le contestó:
-    Está bien, ya te recuperarás y si no lo haces, pues repites el semestre, pero tú pagas la matrícula.
 
Mi prima le dijo:
-    Mamá, choqué el carro.
 
Mi tía le contestó:
-    Está bien hija, llévalo al taller, busca como pagar y mientras lo arreglan, movilízate en bus urbano o en el metro.
 
Su nuera le dijo:
-    Suegra, vengo a pasar unos meses con ustedes.
 
Mi tía le contestó:
-    Está bien, acomódate en el sillón de la sala y busca unas cobijas en el clóset.
 
Todos en casa de mi tía se reunieron preocupados al ver estas reacciones. Sospechaban que hubiera ido al médico para que le recetara unas pastillas de "Amiquemeimporta de 1000 mg".  Seguramente también estaría ingiriendo una sobredosis.  Propusieron entonces hacerle una "intervención" a mi tía para alejarla de cualquier posible adicción que tuviera hacia algún medicamento anti-berrinches. 
 
Pero cuál fue la sorpresa, cuando todos se reunieron en torno a ella, y mi tía les explicó:
 
"Me tomó mucho tiempo darme cuenta de que cada quien es responsable de su vida, me tomó años descubrir que mi angustia, mi mortificación, mi depresión, mi coraje, mi insomnio y mi estrés, no sólo no resolvían sus problemas sino que agravaban los míos.  Yo no soy responsable de las acciones de los demás, pero sí soy responsable de las reacciones que yo exprese ante eso.  Por lo tanto, llegué a la conclusión de que mi deber para conmigo misma, es mantener la calma y dejar que cada quien resuelva lo que le corresponde. 
 
He tomado cursos de yoga, de meditación, de milagros, de desarrollo humano, de higiene mental y de programación neurolingüística, y en todos ellos, encontré un común denominador: finalmente todos conducen al mismo punto.  Eso es que yo sólo puedo tener injerencia sobre mí  misma, ustedes tienen todos los recursos necesarios para resolver sus propias vidas.  Yo sólo podré darles mi consejo si acaso me lo pidieran y de ustedes depende seguirlo o no. 
 
Así que de hoy en adelante, yo dejo de ser el receptáculo de sus responsabilidades, el costal de sus culpas, la lavandera de sus remordimientos, la abogada de sus faltas, la depositaria sus deberes, o su llanta de repuesto para cumplir sus responsabilidades.   A partir de ahora, los declaro a todos: adultos independientes y autosuficientes.
 
Todos en casa de mi tía, se quedaron mudos.  Desde ese día, la familia comenzó a funcionar mejor, porque todos en la casa saben lo que les corresponde hacer.  Yo le llamaría a esta sabia decisión como: “darle vuelta al calcetín”.
 
Autor Desconocido

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